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Óleo sobre lienzo de la batalla de Tetuán, obra de María Fortuny

Óleo sobre lienzo de la batalla de Tetuán, obra de Mariano Fortuny

Los orígenes de la expansión de España en África: ¿por qué Ceuta y Melilla son ciudades españolas?

Una vez dominadas las islas Carnarias, los castellanos se dieron cuenta de que su expansión natural era el continente africano pero que estaba asignado a Portugal que ya tenía las plazas de Ceuta, Tánger o Arcila

En los orígenes de los límites territoriales de España existía una zona borrosa que era el norte de África. En la Reconquista, los reyes cristianos estimaban que su lucha no debía terminar en el estrecho de Gibraltar, sino continuar en lo que fue romano y godo, la Mauritania Tingitana. Porque antes del 711, la franja norte del actual Marruecos, como la península, era un territorio con población hispano-romana y bárbara y algunas tribus bereberes, donde se hablaba el latín africano. Con unas vinculaciones políticas cambiantes y poco claras. Castellanos y aragoneses no deseaban llevar a África las luchas civiles y Sancho IV y Jaime II decidieron en 1291, en el convenio de Soria o Monteagudo, que el río Muluya fuera el límite de la futura expansión africana de Aragón al este y Castilla al oeste.

El Rey aragonés Pedro III tenía un buen sentido de la diplomacia, ejemplo de ello fueron las embajadas enviadas a Fez y Tremecén en 1276 buscando buenas relaciones para que los musulmanes norteafricanos no ayudaran a los moriscos valencianos. Los intereses de este Rey en Sicilia, le llevaron a cambiar de atención preferente e interesarse por lo que sucedía en Túnez (Ifriqiya). En 1279 mandó una embajada capitaneada por Conrado Lanza que quiso someter el reino y cobrar tributos del sultán. Su intención oculta era tener una base para preparar la anexión de Sicilia.

Ilustración: ceuta y melilla

Lu Tolstova

El almirante Lanza recorrió las costas tunecinas, obtuvo importantes victorias pero no consiguió el sometimiento del sultán. Pedro III anunció una expedición contra Túnez, pero la negativa del Papa Martín IV en 1281 a darle una bula de cruzada le hizo desistir, por el momento, de la idea. Los acontecimientos sicilianos acabaron definitivamente con el proyecto. La revolución interna en Sicilia fue favorable para el aragonés, a quien ofrecieron la corona del reino. El 30 de agosto desembarcó en Trapani, para ir a Palermo a coronarse. Roger de Lauria, el almirante de su flota, consiguió en julio de 1283 la ocupación de las islas de Malta y Djerba frente a la costa tunecina. Con esto, obtuvo finalmente el derecho a cobrar un tributo y la mitad de la contribución sobre el vino, a tener un alcalde en la capital para los cristianos y cónsules en Bugía y Túnez.

Otro gran reino peninsular, el de Portugal, también tenía intereses en África y libre su territorio de musulmanes antes que los vecinos, iniciaron una larga serie de viajes y exploraciones. A los Reyes Católicos les interesaba hostilizar las posesiones portuguesas y en 1475, una armada al mando de Carlos de Varela llegó a la Guinea derrotando a los portugueses y obteniendo más de 400 esclavos. El Tratado de Trujillo de 1479 estableció la paz.

A raíz de esto, los Reyes Católicos y el monarca portugués se dividieron las zonas de influencia en África. A los hispanos les interesaba en Magreb para evitar una nueva invasión de los moriscos expulsados y se dejó a Portugal el derecho a Guinea y lo que pudiera descubrirse de las Canarias hacia el sur y contra Guinea. También la posibilidad del conquistar el reino de Fez, al que entonces pertenecía Melilla. Esto se firmó en el Tratado de Toledo de 1480.

El peligro africano no era solo el temor a una nueva conquista árabe, sino también a la piratería que albergaba sus costas e islas. Por eso, en 1400 Enrique III mandó una flota que atacó río Martín y saqueó Tetuán.

Hubo dos hechos más que truncaron la expansión al sur. Uno, que los portugueses ya estaban instalados en Ceuta y tenían buenas relaciones con el reino de Fez; dos, que Juan de Bethencourt, descubridor de Canarias, se declaró vasallo del Rey Enrique III en 1403. Bethercourt solo había logrado posesionarse de Lanzarote, Fuerteventura e Hierro, pero fue suficiente para que los reyes declararan el señorío sobre el archipiélago.

Cuando los portugueses pretendieron ocuparlas, el Papa las declaró españolas en el Concilio de Basilea, precisamente porque consideraba que la Tingitana siempre fue hispana. Después de muchas disputas, Portugal admitió el dominio castellano sobre Canarias en el Tratado de Alcaçovas en 1479. Una vez dominado el archipiélago, los castellanos se dieron cuenta de que su expansión natural era el continente africano pero que estaba asignado a Portugal que ya tenía las plazas de Ceuta, Tánger o Arcila. Tenían libre el terreno entre los cabos de Agur y Bojador, ya que se consideraba que este último era el límite sur del reino de Fez.

Los castellanos de Canarias establecieron una pequeña fortaleza en Bojador (esto no se puede afirmar con rotundidad, aunque a partir de los estudios de Rumeu de Armas y con descubrimientos arqueológicos posteriores, es casi segura esa ubicación), que llamaron Santa Cruz de Mar Pequeña. Fue Diego García de Herrera en 1476 el que edificó esa base de comercio y cabalgadas. Cuando siglos más tarde se buscó el emplazamiento para ponerlo bajo soberanía española, Fernández Duro prefirió pensar que era Sidi Ifni porque lo consideraba estratégicamente mejor y de mejor acceso por mar.

En 1497, los castellanos ocuparon Melilla ante las protestas portuguesas porque consideraban que pertenecía al reino de Fez. Por el contrario, no se opuso a la ocupación de Vélez de la Gomera en 1509.

El impulso definitivo a la acción africana de los españoles llegó de la mano del cardenal Cisneros. Muerta la reina Isabel, el Rey Fernando no tenía muchas simpatías por el cardenal regente de Castilla. A las ideas expansionistas del clérigo, el Rey oponía un sinfín de trabas. La falta de medios, la suplía Cisneros con sus propios bienes.

Después de muchos tira y afloja, consiguió la autorización para tomar Mazalquivir en septiembre de 1505, como preparatoria de la de Orán que, finalmente, se produjo en 1509. Estas dos ciudades fueron españolas hasta 1792. Y la expansión, completada al año siguiente con las conquistas de Bugía y Trípoli y el sometimiento a vasallaje de los reyes de Túnez y Argel, podría haberse consolidado si no fuera porque el descubrimiento de América cambió radicalmente la política.

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