La Larga Marcha de Mao Zedong: una huida que dio la victoria al comunismo en China
La retirada como estrategia no es algo nuevo, ya lo avisó el general Sun Tzu en El arte de la guerra, una táctica que utilizó Mao dos mil años después
Desde hace más de cuarenta años sólo un puñado de Una retirada de unas 150.000 personas atravesando ríos y montañas durante 12.500 kilómetros. Así fue la Gran Marcha que lideró Mao Zedong en octubre de 1934, una caminata para huir de las tropas del Partido Nacionalista Chino de Chiang-kai-chek. Hacía más de dos años que Chiang había iniciado la cuarta campaña militar bajo la consigna de «no temer a todos bandidos rojos, no subestimarlos, buscarlos y destruirlos».
Por su lado, Mao Zedong planteó una «luchar sin tregua contra el imperialismo invasor y sus lacayos del Kuo-Ming-Tang», el nombre chino del partido nacionalista. el Partido Comunista de China tomó el control de varias regiones y en 1931 estableció la República Soviética de China sobre los territorios que controlaba con el apoyo de Moscú. En este contexto se produjo la Gran Marcha, la mayor huida de la historia protagonizada por los ejércitos comunistas, pero ¿Por qué hicieron eso?
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Los comunistas habían creado diferentes soviets en Hunan, Fukien, Kuangtung y otras provincias, regiones en las que se habían hecho «totalmente independientes del mundo exterior, con industrias para fabricar papel, tejer e hilar las telas, refinar el azúcar, extraer el wolframio y producir nuestros propios aperos de labranza», afirmaban. Uno de esos campamentos, el soviet de Kiangsi, sufrió un asedio de varios meses por parte de las tropas del Kuomintang. Entre los defensores se encontraba Mao como líder del Primer Ejército de la Línea.
En octubre, los comunistas asediados se percataron de que los víveres no serían suficientes para pasar el invierno y solo disponían de munición para aguantar algunas semanas más, además habían muerto unas 10.000 personas en el último mes y solo contaban con 70.000 soldados, según recogía un informe. El 11 de octubre de 1934, dos camaradas militares presentaron estos datos de situación a Mao para intentar llegar a una solución. Teniendo en cuenta la información lo más razonable era rendirse, pero a Mao se le ocurrió otra idea: «Propongo que salgamos cuanto antes. Aquí, en Juechín, a dos pasos de la base central, hay un desfiladero […] Iremos hacia el norte, hacia las montañas que bordean el río Amarillo. Por allí andan los japoneses y Chiang tiene muy pocos amigos. Nosotros, en cambio, en Shensi tenemos muchos camaradas», explicó.
La sorpresa fue mayúscula entre los dos militares: «¡Pero si Shensi se encuentra a más de diez mil kilómetros! ¿Cómo demonios vamos a llegar hasta ahí?», advirtió exaltado uno de los militares. «Andando», respondió Mao. Esta retirada estratégica se votó en el Consejo Supremo y los comunistas militares y civiles abandonaron la República soviética de Kiangsi pocos días después.
Atrás quedaron enfermos y ancianos, que verían cómo el ejército nacionalista tomaba la ciudad a principios de noviembre. La inmensa caravana no era uniforme, abriendo huella ante las líneas enemigas había varias unidades, al igual que en la retaguardia y en los flancos. El resto era personal del partido y civiles. Las primeras batallas fueron sencillas, aunque hubo otras como las del río Xiang en las que perdieron a casi la mitad de las tropas. A pesar de todo siguieron avanzando hacia las provincias del sur, donde los nacionalistas apenas tenían control.
Un nuevo estado comunista liderado por Mao Zedong en el que murieron de hambre o torturados más de 60 millones de chinos
Allí ocuparon pueblos enteros y pudieron reabastecerse. Aunque el viaje completo duró 370 días, en los dos primeros meses, desde Juechín al río Wukiang recorrieron unos 2.500 kilómetros, pero a un precio de 12.000 bajas militares y 7.000 heridos. Tiempo después, tras pasar por las montañas de la frontera con Hunan, región en la que había nacido Mao, llegaron al río Wukiang, donde perdieron a 10.000 hombres más. Esta fue la tónica de todo el viaje, en el que el fuego enemigo y la propia naturaleza salvaje del interior de China acabó con un 10% de toda la expedición. Ya lo advirtió Mao Zedong en una de las reuniones, durante la Marcha «los débiles van a morir, ya lo sabemos. Confiamos en que mueran valerosamente».
Lo que parecía una huida del Ejército Rojo pasó a convertirse en «una máquina sembradora, que expande la simiente por las tierras que pasa y que un día nos dará una bella cosecha», dijo Mao. Y tenía razón, aquella marcha del comunismo pasó a ser después un símbolo de la República Popular China, un nuevo estado comunista liderado por Mao Zedong en el que murieron de hambre o torturados más de 60 millones de chinos.