Teatro romano de Mérida.
Construido bajo el patrocinio de Agripa entre los años 16 y 15 a.C., el teatro fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1933 como parte del conjunto arqueológico de Mérida. En la Antigua Roma, la construcción de este tipo de edificios respondía a un interés político más que a una función de entretenimiento, pues el pueblo romano prefería acudir a los circos para ver carreras de carros, o los anfiteatros, para ver a los gladiadores luchar. En cambio, las autoridades se servían de los teatros para hacer propaganda. Sufrió diversas reformas, pero con la implantación del cristianismo como religión oficial, el teatro dejó de utilizarse y fue abandonado. El arquitecto José Menéndez-Pidal denominó a este teatro el «príncipe entre los monumentos emeritenses».