80 años
La conferencia de Teherán o cuando Stalin, Roosevelt y Churchill dibujaron el final de la Segunda Guerra Mundial
Alemania, liderada por Otto Skorzeny, se enteró de que se iba a celebrar una reunión entre los aliados por lo que ideó una operación para asesinar a los tres líderes, pero la inteligencia soviética descubrió los planes
«Cumplí sesenta y nueve años y lo dediqué casi por completo a negociar uno de los asuntos más importantes en los que me he visto involucrado en toda mi vida», dejó escrito el primer ministro británico, Winston Churchill, sobre su participación en la conferencia de Teherán, de la que se cumplen ocho décadas. En la conferencia celebrada a finales de noviembre de 1943, el primer ministro británico, el presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt y Iósif Stalin discutieron de forma conjunta la estrategia para conseguir la victoria definitiva en Europa.
El primer paso fue ponerse de acuerdo en la fecha y el lugar del encuentro, que no fue nada sencillo, porque la situación del frente requería toda la atención. Sin embargo, los miembros del Estado Mayor británico compartían con el Premier la necesidad de reunirse para diseñar un plan de acción común entre americanos, soviéticos e ingleses en los diferentes frentes.
Ya en Teherán el principal objetivo fue acordar los detalles militares de la operación Overlord, nombre en clave de lo que se convertiría poco tiempo después en la batalla de Normandía. Ante tal empresa militar era necesario una distracción para dividir las fuerzas del ejército alemán, y durante las conversaciones plantearon «una incursión en el sur de Francia para que Overlord no tuviera que soportar tanta presión».
«Esta incursión podía realizarse una semana antes o una después del día D. Pero lo que ocurrió mientras tanto lo cambió todo», según explicó Churchill en su libro sobre La Segunda Guerra Mundial, el desembarco en la Riviera francesa parecía una buena opción, pero la solución la encontraron en Italia, donde los aliados habían desembarcado en el verano de 1943.
Desde entonces, habían avanzado hacia el norte, y al parecer Roosevelt «estaba decidido a llevar a cabo lo que llamaba la «gran estrategia» de Teherán, es decir, aprovechar al máximo Overlord». Esto se traducía en avanzar rápidamente en Italia para atacar el sur de Francia cuanto antes y abrir otro frente.
Sin embargo, entre las numerosas reuniones que compartieron los tres líderes en Teherán, junto a sus traductores y asesores, acordaron que el principal de sus objetivos militares era atacar directamente el corazón de Alemania, solo así podrían contar con cierta ventaja en el desembarco y su desenlace. El único lugar con la distancia e infraestructura necesaria para atacar el sur de Alemania desde el aire era Roma.
Acordaron que el principal de sus objetivos militares era atacar directamente el corazón de Alemania
Los líderes aliados acordaron que las tropas abrirían un nuevo frente entre Pisa y Rímini donde «entretendrían allí a todas las divisiones enemigas que pudieran». La delegación estadounidense insistió en la necesidad de apoyar con un desembarco anfibio en el sur de Francia a la operación en Normandía. Aunque fueron unas conversaciones muy complicadas, la sintonía entre Roosevelt y Churchill era mucho mayor que la que hubo entre el primer ministro británico y Stalin. No son pocos los recuerdos de aquella compleja relación.
Andréi Gromyko, embajador de la URSS en EE.UU. y parte de la comitiva en Teherán, describió en sus memorias como Stalin «se levantó de su silla y le dijo a Voroshilov y Molotov: 'tenemos mucho que hacer en casa para perder el tiempo aquí. Así no vamos a ninguna parte'».
De la misma forma que Churchill recuerda que «no habría estado bien que en Teherán las democracias occidentales fundamentaran sus planes en sospechas sobre la actitud rusa a la hora del triunfo y cuando hubieran desaparecido todos los peligros». Aunque Stalin era aliado, tanto Roosevelt como Churchill se mostraban cautelosos sobre el futuro, especialmente con la situación fronteriza de Polonia, que acabada la guerra podría suponer un nuevo foco de conflicto entre Europa y la URSS.
En las cuatro jornadas que duró la cumbre de Teherán, no solo se dibujó la estrategia militar que pondría fin a la Segunda Guerra Mundial con la operación Overlord, también se discutió sobre el futuro de Alemania, de Europa y de los países implicados en la contienda, donde la URSS y el comunismo jugaría un papel clave. En la última carta que envió Roosevelt Churchill antes de morir decía: «Yo minimizaría el problema soviético todo lo posible, al final estas cosas acaban resolviéndose sin hacer nada».