El Virrey Liniers y la independencia de Argentina
Noble y militar de origen francés, caballero de la Orden de San Juan y de Montesa, ejerció como funcionario de la Corona de España y, por su destacada actuación en las dos fallidas Invasiones inglesas, fue nombrado Virrey del Río de la Plata entre 1807 y 1809
Santiago de Liniers es un personaje fascinante que, a pesar de ser francés de nacimiento y familia, estuvo al servicio de España casi toda su vida. De familia noble, ingresó en la Orden de Malta y sentó plaza en un regimiento de caballería francés. Al llegar a Cádiz en 1775, embarcó como oficial alistado en el San José, cumplió su cometido y con eso pudo ingresar como guardiamarina, llegando a alférez de fragata de la Armada española en 1778.
Llegó a América con la expedición de Cevallos y participó en la campaña contra portugueses y sus aliados ingleses en las zonas en disputa en la colonia del Sacramento y territorios de los que hoy es frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay. Volvió a España para combatir al inglés en Menorca y Gibraltar. Y en 1788 volvió a América, a Montevideo y Buenos Aires.
Tres movimientos contrarios
En 1802 fue nombrado gobernador interino de Misiones con dos preocupaciones fundamentales como señala el profesor Feliciano Barrios: el bienestar de los indios y la vigilancia de la inestable frontera con Brasil. En 1806 los ingleses invadieron Buenos Aires. La defensa española fue mala y el virrey huyó. Otras autoridades juraron fidelidad a los nuevos amos y al rey inglés. La soberanía parecía perderse sin oposición.
Desde su destino, Liniers organizó un ejército y una armada para reconquistarla. Como las comunicaciones estaban abiertas y era fácil acudir a Buenos Aires, Liniers acudió a visitarla para ir que tejiendo poco a poco un plan. Por lo que se observó en el fuerte y sus alrededores, las noticias dadas por desertores irlandeses y lo visto por el propio Liniers, se llegó a la conclusión de que las fuerzas mandadas por Beresford eran mucho menores de lo que quería hacer creer.
Liniers conocía que le resistencia se fraguaba en tres movimientos contrarios a la ocupación: el urbano que comandaba Alzaga gracias al descontento vecinal, un levantamiento armado que Sobremonte y Allende anunciaban desde Córdoba y la expedición que se preparaba en Montevideo. Liniers se puso al frente de la tercera, era militar y veía esta expedición como la más preparada para el éxito. Eligió un ejército de 500 hombres bien pertrechados y marchó a la reconquista.
Un rápido avance
El 3 de agosto la fuerza embarcada en Colonia atravesó el río y avistó Buenos Aires. El avance fue rápido y, a medida que recorrían los barrios, se les iban uniendo voluntarios y las escasas fuerzas españolas que se volvieron a organizar. Los ingleses no tuvieron más remedio que, después de los primeros combates, retirarse al fuerte y pedir negociaciones. Era el 12 de agosto de 1806 cuando Santiago de Liniers se convirtió en héroe.
Sin embargo, un movimiento impulsado oscuramente que trató de negar el mérito a Liniers, Concha, Pueyrredón y los otros dirigentes del combate y adjudicarlo solo a la revuelta ciudadana, al vecindario. El Cabildo reclamó los trofeos como símbolo de esa «victoria popular». Posiblemente en esto, y en la fuga posterior de Beresford, había ya un intento revolucionario de impulsar la independencia.
Reforzó las defensas de la ciudad, mejoró las fuerzas de guarnición y pudo rechazar un segundo intento inglés de invasión el 5 de julio de 1807.
Sin oposición
El 3 de diciembre, el brigadier de la Armada Liniers fue nombrado virrey interino a pesar de su negativa inicial. Tenía importantes enemigos dentro de la élite criolla y en el ejército español. Su ascendencia francesa no impidió que se pusiera de parte de la Corona española y rechazara a Napoleón. La guerra en España amentó las esperanzas de los independentistas, ya enemigos del virrey.
En 1809 fue sustituido por Hidalgo de Cisneros, nombrado por la Junta Central española. Se le mandó volver a la península, aunque él pidió que se le dejara permanecer en América y trasladar su residencia a Córdoba.
En la capital del Virreinato se sucedían los movimientos de todo tipo. Al final se impusieron los partidarios de junta populares a cuya cabeza estaba Mariano Moreno, Belgrano y Castelli. Liniers, un hombre fiel a su juramento hacia España, no tenía cabida en esas conspiraciones. Se convirtió en el enemigo de los juntistas.
El nuevo virrey Cisneros, disolvió la junta de Montevideo sin gran oposición, pero no puedo hacer lo mismo en Buenos Aires. La situación era extrema y no fue a más porque las disensiones entre los conspiradores lo impidieron. Había mucha ambición personal, intransigencia en los criterios y afán de lucro en lo padres de la nueva patria.
Todavía algunos patriotas se dirigieron a Liniers para que encabezara un golpe. Obtuvieron una respuesta negativa, lo que lo enemistó definitivamente con ellos. Los comerciantes de Buenos Aires no querían a Liniers en la ciudad, por el prestigio de que gozaba como escribe Vázquez-Rial en Santiago de Liniers (2012) y el virrey lo desterró a Mendoza.
Revuelta por la independencia
En mayo de 1810 explota una revuelta en Buenos Aires por la independencia. Más que popular, fue organizada y sustentada por terratenientes y comerciantes que veían una manera de adquirir el poder total y una forma de aumentar sus ganancias y posesiones.
Era también una forma de protestar por el reparto de cargos, la intolerancia religiosa y política y la falta de libertad de comercio. Todo ello en connivencia con Inglaterra que aspiraba a ser la que proveyera al nuevo país y se llevara las riquezas. Vázquez-Rial lo resume: No hubo revolución alguna en el Buenos Aires de 1810. Las clases dominantes del nuevo Estado fueron las mismas que en la colonia. Pero hubo víctimas. La principal fue Liniers.
Dudando acerca de si volver a España o quedarse en Argentina, Liniers optó por lo segundo. El anhelo emancipador de los americanos era por cierto legítimo, y fuera santo a no cobijarse al pronto bajo un engañoso estandarte; pero en ningún caso era dudosa la obligación que a cualquier soldado español se imponía, escribía Paul Groussac en Santiago de Liniers sonde de Buenos Aires (Buenos Aires 1907).
Organizó un ejército de resistencia desde Córdoba y marchó a Buenos Aires con algunos fieles como Gutiérrez de la Concha. Se iban a enfrentar a una fuerza entusiasta y más potente que provocó las deserciones masivas. Fue derrotado por los insurrectos al mando del coronel Francisco Ortiz Ocampo.
La Junta lo condenó a muerte con Concha, el obispo Orellana y otros leales. El obispo fue indultado, los demás no por la oposición de Mariano Moreno. Balcarce dirigió el pelotón de fusilamiento. No hubo grandeza en los nuevos dirigentes, pudo el resentimiento.