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Pablo Morillo, el campesino de Zamora que derrotó a Bolívar

En 1818, Bolívar lanzó su ofensiva, pero calculó mal y fue drásticamente derrotado por Morillo en la batalla de La Puerta

Pablo Morillo nació en 1775 en el pueblo zamorano de Fuentesecas, en una familia de campesinos. Con solo dieciséis años, abandonó su hogar, como tantos otros jóvenes, en busca de fortuna y gloria alistándose en el Ejército. Ingresó en Infantería de Marina y su bautismo de fuego no se hizo esperar.

El estallido de la Revolución Francesa obligó a España a enzarzarse en una serie de guerras en las que Morillo combatió, embarcado en los navíos de la Real Armada, contra franceses e ingleses. El joven infante estuvo presente en las dos icónicas batallas del Cabo de San Vicente (1797) y Trafalgar (1805), en las que la marina de Carlos IV fue catastróficamente derrotada por la Royal Navy. Morillo destacó por su acendrado valor, siendo herido varias veces, lo que le consiguió el ascenso a sargento.

El León de Sampayo

En 1808 la invasión francesa dio una nueva oportunidad a Morillo, que como casi todos los Infantes de Marina abandonó los barcos para incorporarse a combatir en tierra a las tropas napoleónicas. Así, volvió a estar presente en otro hito histórico al formar parte del ejército español que venció en Bailén.

Durante los siguientes años, Morillo combatió por todo el país a los franceses, ya fuese encuadrado en unidades regulares o como líder guerrillero. En Galicia, en la batalla de Puente-Sampayo (1809), consiguió al frente de una improvisada fuerza de milicianos y guerrilleros derrotar y hacer huir al mariscal Ney, uno de los mejores generales de Napoleón. Sus hombres lo apodaron 'El León de Sampayo'.

En la batalla de Vitoria (1814), por deseo expreso de Wellington, fue él quien dirigió el ataque español que puso en fuga a los franceses. Sus gestas fueron tales que en seis años, Morillo ascendió desde sargento hasta mariscal de campo, rango normalmente reservado a aristócratas.

Al acabar la guerra, Morillo era uno de los generales más admirados y hasta fuera de España llegó la fama del sargento guerrillero convertido en mariscal. No es raro, por tanto, que Fernando VII pensase en él para dirigir en 1815 la gran expedición a América destinada a sofocar la rebelión que prendía en el continente.

Al frente de 10.000 hombres, Morillo zarpó de Cádiz con el cargo de teniente general y plenos poderes para restablecer la autoridad real. El destino de la expedición, celosamente ocultado hasta que ésta estuvo ya en la mar, no era Buenos Aires, como se creía, sino Venezuela.

Allí llegó Morillo a finales de 1815 y con rapidez derrotó a los rebeldes y recuperó Caracas, para seguirse acto seguido a Cartagena de Indias. Tras un largo asedio, triunfó donde los ingleses habían fallado décadas antes y logró la rendición de la plaza y poco después se le entregaba también Bogotá, culminando la reconquista de casi todo el territorio.

Sin embargo, los principales líderes rebeldes, con Bolívar a la cabeza, habían escapado. Morillo pregonó una amplia amnistía para la mayoría de la población, pero como gesto de firmeza ordenó la ejecución de los prisioneros más implicados en la rebelión, dictando más de un centenar de penas de muerte. Intentó forzar a Bolívar a una batalla campal decisiva, pero el general caraqueño rehuyó durante años el enfrentamiento, esperando que la falta de suministros y refuerzos desde España, el cansancio de la tropa y el descontento de la población debilitasen al general realista.

En 1818, Bolívar lanzó su ofensiva, pero calculó mal y fue drásticamente derrotado por Morillo en la batalla de La Puerta. Sin embargo, herido, cansado, sin apoyo de la población y con cada vez menos tropas, Morillo fue quedando aislado sin poder hacer frente a los múltiples frentes. En 1819 Bolívar obtuvo la victoria de Boyacá, en la que Morillo no pudo estar presente, pero que obligó a los realistas a retirarse de Bogotá y quedar encerrados en la costa.

Las peticiones constantes de refuerzos no encontraron respuesta y finalmente, el triunfo del Trienio Liberal marcó un cambio de política por parte de Madrid, que intentó infructuosamente negociar con Bolívar. Morillo recibió órdenes de volver a España, por lo que no pudo ver como un año después, en la batalla de Carabobo (1821), su gran rival expulsaba definitivamente a los españoles de Venezuela.

Su vuelta a España no le libró de las guerras civiles que también afligían a la Madre Patria. En 1823 tomó partido por los absolutistas y se unió a los Cien Mil Hijos de San Luis. Acabada la guerra, sin embargo, perdió la confianza de Fernando VII y se retiró a Francia, muriendo en 1837. Conservaba, sin embargo, los títulos que, pese a su humilde origen, le había dado el rey por sus gestas en América: conde de Cartagena y marqués de La Puerta.