Witold Pilecki, el héroe polaco que se ofreció voluntario para entrar en Auschwitz y destapar los crímenes nazis
En noviembre de 1940 fue detenido con una identidad falsa, convirtiéndose en el prisionero n.º 4859. Dentro del campo organizó la resistencia junto a los militares internos, siendo testigo de la suerte que corrían los judíos trasladados al campo
En el presente no tenemos costumbre de conocer héroes de carne y hueso. En este caso destaca uno que tuvo que hacer frente a dos totalitarismos que después de abolir a Dios, decidieron crear su propio paraíso eliminando a quienes defendiesen la dignidad humana.
Uno de ellos fue el capitán Witold Pilecki, nacido en Ołoniec, en la Carelia del Imperio ruso, de una familia que había participado en la gran rebelión de enero de 1863. Pilecki aprendió a vivir su fe católica y a querer la cultura polaca en el seno de su familia y de los scouts. La Primera Guerra Mundial trajo la oportunidad del retorno de Polonia al orden internacional.
El joven Pilecki participó en la liberación de Vilna en el seno de una unidad de voluntarios, que se integró en el ejército polaco. Después participó en la guerra polaco-bolchevique, donde en agosto de 1920, se produjo «el Milagro del Vístula», la derrota que impidió que los bolcheviques se enseñoreasen de Centroeuropa.
En 1929 Witold Pilecki conoció a una joven profesora, Maria Ostrowska, con quien se casó dos años después estableciéndose en Suzdrowie, donde vinieron sus hijos, Andrzej y Zofia, dedicándose a la explotación agrícola y a su vocación militar, como segundo teniente de la reserva. Cuando en septiembre de 1939 se inició el infierno de la Segunda Guerra Mundial, fue movilizado en la 19.ª División de Infantería, que será destruida, pasando a clandestinidad bajo las órdenes del general Jan Włodarkiewicz, con quien fundará el Ejército Secreto Polaco (TAP), convirtiéndose en su responsable de organización y jefe del Estado Mayor.
Polonia sufrió un nuevo reparto entre los soviéticos y los nazis, quedando una parte bajo ocupación germana, donde su occidente fue anexionado y el resto, bajo una autoridad especial, es donde se construyeron los campos alemanes de concentración, donde alcanzó su protagonismo Auschwitz.
Rudolf Vrba y Alfred Wetzler
La increíble fuga de dos presos de Auschwitz que reveló al mundo horrores que nadie quiso creer
Un campo dedicado a la producción industrial con mano de obra esclava, pero con una alta mortalidad en sus internos, indujo a Pilecki a ofrecerse a ir allí de forma voluntaria. En noviembre de 1940 fue detenido con una identidad falsa, convirtiéndose en el prisionero n.º 4859. Dentro del campo organizó la resistencia interna junto a los militares internos, siendo testigo de la suerte que corrían los judíos trasladados al campo.
En la primavera de 1943 Witold Pilecki escapó de Auschwitz junto a otros dos prisioneros, presentando a sus superiores un informe sobre los crímenes cometidos en el campo y un plan para provocar la fuga masiva de los prisioneros. Aquel hecho le fue recompensado con el ascenso a capitán.
Su informe no fue de los primeros, ya en otoño de 1942, Jan Karski, mensajero del Estado Clandestino Polaco, trasladó a Londres otro informe sobre lo que ocurría con la comunidad judía en los territorios ocupados, sin recibir atención. El gobierno polaco en el exilio intentó dar a conocer graves crímenes.
Las noticias confirmadas por Witold Pilecki, sirvieron para que en España el general Franco ordenase la inmediata protección a los judíos de origen español, conocidos como sefardíes, valiéndose de una Ley emitida durante el régimen del general Primo de Rivera, en 1924, por la cual se consideraba ciudadanos españoles a los judíos residentes en el Protectorado de Marruecos.
El ministro de Asuntos Exteriores, Francisco Gómez-Jordana Souza, que ocupó el Ministerio de Asuntos Exteriores desde septiembre de 1942 hasta su fallecimiento en agosto del año siguiente, fue el que dio las directrices al personal diplomático español para efectuar todas las medidas que fuesen necesarias para salvar al máximo número de judíos, evitando en todo lo posible cualquier prueba que pudiese ser usada por los alemanes como amenaza contra España. La documentación existente entre el ministro de Exteriores español y el embajador de los EE. UU. en España así lo prueba.
Entretanto, Witold Pilecki participó en el levantamiento de Varsovia de 1944 contra los nazis cayendo prisionero. Tras su internamiento en un campo de prisioneros alemán, fue liberado por los aliados, volviendo a Polonia después de servir brevemente al II Cuerpo de las Fuerzas Armadas Polacas en Italia.
En su patria, las autoridades soviéticas habían creado un gobierno provisional, no reconocieron al del exilio y procedieron a la detención, deportación y asesinato de sus representantes y de las organizaciones clandestinas no comunistas. Pilecki, miembro de peso de ellas, fue apercibido de su notoriedad y la necesaria fuga a occidente que omitió para no abandonar a su familia y la dificultad de encontrar un relevo de equivalente formación.
Sin embargo, Witold Pilecki fue detenido el 8 de mayo de 1947, siendo trasladado en completo aislamiento al pabellón diez de la prisión de Mokotów. Durante medio año fue interrogado y sometido a torturas, que ocultó a su esposa, para que no viese la ausencia, por ejemplo, de sus uñas. Un antiguo preso de los nazis, Józef Cyrankiewicz, a quien le fue solicitada una intervención favorable al detenido, y que llegó a ser primer ministro del gobierno comunista, declaró a Pilecki como un enemigo del pueblo.
El juicio contra él y sus compañeros fue un acto propagandístico previo a su asesinato el 25 de mayo de 1948. En julio de 2006, el Presidente de la República de Polonia, Lech Kaczyński, reconoció los logros de Witold Pilecki y le concedió póstumamente la Orden del Águila Blanca.
La mejor descripción de Witold Pilecki la encontramos en las últimas palabras de un compañero suyo, el coronel Łukasz Ciepliński, que escribió en la pared de su celda antes de ser también asesinado en 1950:
«Me quitarán solo la vida. Pero no es lo más importante. Me alegro de morir asesinado. Como católico, por defender mi sagrada fe, como polaco por una Polonia independiente y feliz, y como hombre, por la verdad y la justicia. Hoy más que nunca creo que la idea de Cristo vencerá y Polonia recuperará la libertad y la mancillada dignidad humana le será devuelta. Es mi fe y mi gran felicidad».