La expedición contra Argel en 1541 o el intento de Carlos I de acabar con la piratería en el Mediterráneo
El Emperador aprobó una expedición de castigo contra la piratería en su centro neurálgico, Argel. Era un proyecto ampliamente estudiado y contaba con un diseño basado en informes y memoriales
La unión de los reinos de Castilla y Aragón en los Reyes Católicos supuso un cambio en la política exterior. La visión de la Reina Isabel de expandirse en el norte de África para establecer una suerte de tapón que evitara nuevas invasiones y que conectara con las bolsas de población hispano-romana y bárbara que habitaban aún la zona, se unió a la iniciada expansión aragonesa por el Mediterráneo.
Los aragoneses ya habían tomado Sicilia en 1282, Córcega y Cerdeña en 1325 y Nápoles en 1442. Las escuadras aragonesas tenían una hegemonía en el mar que podía hacer frente a los otomanos. Los almirantes como Roger de Lauria, Pedro Ferrando, Gilbert o Conrado de Lanza se imponían en sus aguas. Por otra parte, los castellanos actuaban Marruecos. Cuatro mil cristianos formaron la elite del ejército de Taxefin, un almohades, en su lucha contra los almohades. Doce mil soldados de Fernando III habían apoyado al almohade El Mamún contra los benimerines. El mismo Guzmán el Bueno apoyó a los benimerines en Marruecos.
La posesión de territorios en el Magreb tuvo unos hitos muy importantes en las expediciones contra Mazalquivir y Orán en 1510. Con breves interrupciones, fueron plazas españolas hasta finales del siglo XVIII. Estos éxitos animaron a continuar por el este norteafricano. En estas empresas subyacía el deseo de controlar a los piratas berberiscos y turcos que asolaban el Mediterráneo con un riesgo especial para las poblaciones costeras españolas, de donde se llevaban cientos de esclavos.
Argel, centro neurálgico de piratería
Estaba el Emperador Carlos en Ratisbona tratando de enfrentarse a los luteranos cuando aprobó una expedición de castigo contra la piratería en su centro neurálgico, Argel. Era un proyecto ampliamente estudiado y contaba con un diseño basado en informes y memoriales. Todo ello se llevaba en el mayor de los secretos para evitar que los argelinos fortificaran sus defensas y se prepararan contra el ataque.
Todo disimulado como un proyecto para socorrer La Goleta en Túnez, entonces amenazada. Entre españoles, mercenarios y tropas reclutadas en Italia, la expedición contaría con más de 21.000 hombres a pie y a caballo. El puerto de partida sería Cartagena. No iba a ser una aventura fácil. Hubo muchas voces que alertaron del peligro: Doria, el Papa, el marqués de Mondéjar, el de Vasto… Un fracaso dejaría debilitada a España y los franceses la vigilaban estrechamente para actuar donde ésta dominaba.
Se calculaba que dominar la zona llevaría entre treinta y cuarenta días, pero se cargaron bastimentos para tres meses
La escuadra iría al mando de Andrea Doria como capitán general de las naves, el virrey de Sicilia Fernando de Gonzaga mandaría la vanguardia y el duque de Alba el grueso de la tropa para la batalla. Lo mejor de la milicia española. Se calculaba que dominar la zona llevaría entre treinta y cuarenta días, pero se cargaron bastimentos para tres meses.
El mal temporal, el peor enemigo
Argel no era una plaza fácil de tomar. Estaba bien amurallada, dominada por una alcazaba en la altura y defendida por un ejército de argelinos, turcos, moriscos, españoles, renegados y mercenarios al mando de uno de los capitanes de Barbarroja llamado Hassan Aga, renegado de Cerdeña.
La rada era muy abierta, protegía poco a los barcos y estaba muy expuesta a los vientos. Se había conseguido echar a los españoles del peñón que dominaba su entrada y construir un puerto algo más protegido, a la vez que se artillaba el fuerte español.
Las noticias que tenía el Emperador procedían de excautivos, fundamentalmente de Bernardo de Ysela, navegantes y naves turcas apresadas y no estaban actualizadas. Por fin, el 19 de septiembre de 1541, la escuadra española se puso frente a la ciudad magrebí. La mala mar impidió que se unieran algunas naves que fondeaban en las Baleares.
Las naves frente a la rada estaban batidas por el mar y el viento, el desorden era evidente con la escuadra dispersa
Los preparativos, la dotación de hombres, armas y dinero, la elección de los líderes, el tiempo que se tomaron para planificar hacía prever el éxito. Sin embargo, la expedición fue un auténtico fracaso cuyas consecuencias se sufrieron durante muchos años.
La escuadra frente a Argel no sufrió los ataques de los defensores sino un terrible temporal. Las naves frente a la rada estaban batidas por el mar y el viento, el desorden era evidente con la escuadra dispersa. Solamente el 24 pudieron llegar a la playa las tropas del duque de Alba, pero con la totalidad de la artillería, parte del material y los víveres sin poder ser desembarcados. A pesar de las carencias, se mandaron emisarios a la plaza para que se rindiera. A la vez se fortificó una línea con la artillería que se pudo desembarcar para cortar las salidas de la ciudad.
El temporal seguía, los arroyos se convirtieron en torrentes y el terreno se encharcó dificultando la maniobrabilidad de los ejércitos. Los defensores se limitaron a rechazar los tímidos ataques contra los muros y a esperar el momento propicio para hacer una salida. Llegado el momento, tras una terrible tormenta nocturna, organizaron su ataque contra los invasores desorganizados, abatidos por los elementos y con una escuadra mermada y sin orden. En 1541, como en 1518, se fracasó en la toma de Argel. «Señor, quien no se pone a nada nunca le acaece nada», escribía Luis Zapata de Chaves en su Miscelánea escrita entre 1582 y 1593. El peor enemigo, los elementos.