Dinastías y poder
La historia detrás de los hijos del archiduque Francisco Fernando: ¿por qué nunca heredaron el Imperio?
Incluso de no haberse producido el atentado, estos príncipes jamás hubiesen podido heredar el Imperio. Si lo hizo su primo, el archiduque Carlos quien será ya, el último Emperador
El asesinato de Sarajevo fue el detonante para el estallido de la Primera Guerra Mundial. En un primer momento aquello se vio como un episodio más en el polvorín en el que se habían convertido los Balcanes. Pero poco a poco fueron cayendo las fichas del dominó que desencadenaron la gran tragedia europea. Francisco Fernando se había convertido en 1889 en heredero del anciano Francisco José. Pero ¿porqué motivo sus hijos nunca podrían heredar el Imperio?
Francisco Fernando había nacido como uno de los muchos archiduques que llenaban Austria. Hijo del tercero de los hermanos del Emperador, no aparecía entre los candidatos preeminentes para la sucesión. Al menos mientras viviese su primo, el alocado, lunático y díscolo, archiduque Rodolfo, único varón del matrimonio entre Francisco José y la célebre Sissi.
En Austria-Hungría existía una ley sálica que privaba a las mujeres de la sucesión, por lo que las otras hijas de los emperadores carecían de derechos al trono. Francisco Fernando, se formó en el Ejército y viajó. Mucho. Como correspondía a un miembro de su dinastía con pocas responsabilidades de gobierno.
Estuvo en la India, en Egipto, completó la vuelta al mundo y se le reconocía como excelente cazador. Era, además, un hombre riquísimo que había heredado un patrimonio extraordinario de su pariente Francisco de Módena. Pero todo se complicó cuando Rodolfo apareció muerto junto a su amante en Mayerling, en la baja Austria. Él ya tenía una hija de su matrimonio con la princesa Estefanía de Bélgica, pero a efectos de la sucesión, la niña, de entonces cinco años, no contaba. Con el tiempo esta joven dará muchos quebraderos a la familia y llegará a ser apodada como «la archiduquesa roja». ¡Qué pensaría su abuelo Leopoldo II el del colonialismo del Congo!
La línea dinástica volvió entonces a los hermanos de Francisco José. El segundo, Maximiliano había sido asesinado en 1867 en Querétaro tras la disparatada aventura de crear un Imperio en México. El siguiente era Carlos Luis, que mostraba poco interés hacia los asuntos de gobierno y que virtualmente fue presunto heredero –como se decía en la época– hasta su fallecimiento en 1896, aunque desde el principio dejó claras sus intenciones de delegar en su primogénito, Francisco Fernando.
Y así ocurrió. Pero otro elemento vino a complicar, todavía más, la ya difícil posición de un Imperio carcomido por las nacionalidades y convertido en crisol étnico, religioso y territorial como tan bien describe Zweig en El mundo de ayer. Francisco Fernando estaba casado con una simple condesa, lo que hacía del suyo un matrimonio morganático y privaba a sus descendientes de convertirse, algún día, en Emperadores. ¿Era o no complicada la situación?
Francisco Fernando de Austria-Este había conocido a Sofía Chotek en la residencia de sus tíos, los archiduques Federico e Isabel, padres de nuestra regente María Cristina de Habsburgo. Era sencillamente, una dama de corte, de ascendencia bohemia y con nula sangre real, aunque si noble. Esas uniones también estaban prohibidas en la dinastía Habsburgo pues solo valían miembros de casas reinantes o exreinantes.
El Emperador se negó a aquella unión y tuvieron que intervenir los mismísimos León XIII, el kaiser Guillermo y el zar Nicolás II, parientes directos o actores implicados en las complejas relaciones diplomáticas y territoriales. Al final transigió pero con la condición de que ella nunca llevase el tratamiento de archiduquesa y tras la renuncia a los derechos dinásticos para los hijos. «Renunciará de manera solemne a los derechos de sucesión eventual para sus hijos a la Corona imperial» (Heraldo de Madrid, 26 junio 1900). Así hicieron.
La boda, muy discreta para su condición, se celebró en Reichstadt (Turingia) en 1900. «La ceremonia del casamiento tuvo el carácter de una fiesta íntima de familia y lo mismo el almuerzo que se celebró acto seguido», leemos en La Época (3 julio 1900). De esa unión nacieron tres hijos, Sofía, Maximiliano y Ernesto Hohenberg, de trece, once y ocho años cuando sus padres fueron asesinados en Sarajevo por un estudiante de origen serbio. Incluso de no haberse producido el atentado, estos príncipes jamás hubiesen podido heredar el Imperio. Si lo hizo su primo, el archiduque Carlos quien será ya, el último Emperador.
Los niños quedaron bajo tutela familiar y lograron vender parte del matrimonio familiar como el castillo de Blühnbach, en los Alpes austríacos, que compró Gustav Krupp, magnate del acero. Después se trasladaron a Viena donde vivieron hasta que con el Anschluss la tragedia vuelva a salpicarles. Todos tuvieron descendencia, pero la monarquía nunca se reestableció en el Imperio. Algunos siguen reclamando las propiedades que jamás les fueron devueltas en la República Checa.