Picotazos de historia
Un estafador derrochador y un divertido cuentista: las aventuras de Rudolf Erich Raspe
Después de su expulsión viajó a Inglaterra y quiso la buena fortuna que encontrara un documento en la biblioteca de la Universidad de Cambridge que acalló sus errores anteriores y le abrió las puertas de las sociedades y academias científicas de la Gran Bretaña
Rudolf Erich Raspe (1736 – 1794) fue un erudito, un escritor alemán nacido en Hannover, capital del reino de Sajonia, en el siglo XVIII. Raspe nos dejó una abundante colección de textos y tratados sobre temas tan diversos como: geología, vulcanología, arte, historia, mitología, etc.
Fue un polímata que dominó diferentes campos y cuya curiosidad estaba siempre despierta. Pero Raspe adolecía de una pequeña debilidad, un pecado muy perdonable. Y es que al buen sajón le gustaba el lujo. Como dice el chiste: la buena vida es cara; hay otra más barata, pero no es tan buena. Así toda su vida vivirá por encima de sus posibilidades y su existencia fue una búsqueda continua de financiación, lo que le llevará a ser expulsado de la ciudad de Kassel y acusado de malversación y estafa. Todavía se conserva un cartel, como los famosos «se busca» de las películas del oeste, donde se da una descripción completa de él: mediana estatura, pelirrojo, etc.
Después de su expulsión viajó a Inglaterra y quiso la buena fortuna que encontrara un documento en la biblioteca de la Universidad de Cambridge que acalló sus errores anteriores y le abrió las puertas de las sociedades y academias científicas de la Gran Bretaña. El texto era un escrito de un monje benedictino del siglo XII conocido como el presbítero Teófilo (Theophilus Presbyter en latín).
¿Erudito o estafador?
Este monje, o monjes ya que su identidad está siendo discutida todavía, nos dejó un conjunto de escritos compilados en un texto titulado Schedula Diversarum Artium. Este texto aporta una información interesantísima sobre los diferentes oficios, técnicas y artes de su tiempo. En especial sobre la producción y uso de los materiales de pintura (iluminación de manuscritos, muralismo, etc.) y otras artes. Con este texto en la mano Raspe fundamentó, defendió y publicó que la pintura al óleo existía y había sido inventada antes de los siglos XIV y XV.
Entonces se consideraba que los inventores de la técnica de la pintura al óleo habían sido los pintores flamencos Jan y Hubert van Eyck. Este escrito le valió la amistad y el apoyo del político y escritor Horace Walpole, lo que le abrió las puertas de la buena sociedad británica.
En el Reino Unido se le considera un erudito y, hasta hace muy poco, en Alemania un estafador
En los siguientes años Raspe llevaría a cabo una actividad extenuante en campos muy diversos: descubrió el endurecimiento del acero por medio del tungsteno, llevó a cabo investigaciones y prospecciones en diferentes partes del Reino Unido para la viabilidad de minas y su explotación. Llevó a cabo un imponente registro de las diferentes colecciones de arte en Escocia, etc.
Raspe falleció de tifus en Irlanda mientras estaba gestionando una mina de cobre. En el Reino Unido se le considera un erudito y, hasta hace muy poco, en Alemania un estafador.
El personaje que salvaría su reputación
Lo curioso es que Rudolf Erich Raspe alcanzó fama y pasó a la posteridad por algo que, como muchas cosas en la vida, era una mezcla de trabajo propio y de plagio de la obra ajena. En 1785, y siempre buscando nuevas fuentes de ingresos, recogió diecisiete relatos breves y muy divertidos que un escritor anónimo había escrito para la publicación alemana Vade Mecum für lustige leute (Vademécum para la gente divertida). Raspe copió los relatos y les dio una conexión, agrupándolos en torno al personaje histórico central. De esta manera creó un librito de 56 páginas que ha pasado a ser uno de los grandes clásicos de la literatura juvenil.
Rudolf Erich Raspe alcanzó fama y pasó a la posteridad por algo que, como muchas cosas en la vida, era una mezcla de trabajo propio y de plagio de la obra ajena
Raspe tituló el libro Narrativa del barón de Münchhausen y de sus maravillosos viajes y campañas en Rusia. Otro detalle curioso de esta historia es que el dicho barón existió de verdad y cuya vida merecería un artículo bastante más largo de los que aquí acostumbro a pergeñar.
Pero volviendo al señor barón, fue militar y ganó en su retiro, fama de ser un agudo y divertido narrador de historias de su vida, adornándolas y exagerándolas con buen humor, lo que hizo de él un personaje cortejado y querido. Es muy posible que Raspe hubiera conocido u oído hablar del personaje que le acabaría dando la esquiva fama que persiguió a lo largo de su vida.