El origen del Belén de Navidad está en una cueva de Italia
Para montar un portal de Belén hay que saber que, en teoría, no hay que poder la figura del Niño Jesús hasta la noche de Nochebuena
Un buey, una mula, José, María y el Niño Jesús forman la esencia de la representación del nacimiento de Cristo. A partir de esto, el pesebre se suele presentar con estilos diversos, desde los más sencillos a los más elaborados. A menudo, se completa con la presencia de pastores, los tres Reyes Magos, la estrella de Belén o el ángel, todos ubicados en torno a san José, la Virgen María y el Niño Jesús. Estas escenas han quedado plasmadas durante siglos en frescos y retablos de iglesias y catedrales, en cuadros, esculturas y figuras. Aunque todos tenemos en mente cómo luce un Belén tradicional, cada hogar lo adapta a su propio estilo, con detalles y decoraciones únicas. Ahora bien, ¿cómo empezó la tradición del Belén de Navidad?
Una de las primeras representaciones del Belén la encontramos bajo la superficie de la Roma moderna. Una de las paredes de la Capilla Griega de las catacumbas de Priscilla tiene un fresco de la Adoración: la Virgen María, el Niño Jesús y los tres Reyes Magos. Ya en la superficie y callejeando por Roma encontramos una representación similar en uno de los frisos de la Basílica de San Sebastián Extramuros, del siglo IV.
Son dos ejemplos de los muchos que hay repartidos por el mundo, pero no fue hasta la Edad Media cuando el Belén de Navidad salió de los templos a las calles y entró en las casas de los cristianos. El origen de esta idea se encuentra en Tierra Santa, a donde viajó el fraile san Francisco de Asís a principios del siglo XII. Allí recorrió los lugares santos y tras pasar por Belén pensó que sería buena idea crear representaciones del nacimiento de Cristo para evangelizar y recordar a los cristianos europeos la importancia de esta celebración.
A su regreso a lo que es hoy Italia, san Francisco siguió con su labor pastoral y para la navidad del año 1223 llegó a la pequeña localidad de Greccio (Umbria). Esa misma Nochebuena, el santo reunió a la gente del pueblo en una cueva próxima, donde había construido el primer Portal de Belén de la historia. Eran figuras escultóricas realizadas en madera y otros materiales por artesanos locales.
Un milagro navideño
Esa misma Nochebuena, san Francisco celebró una misa en la cueva junto al pesebre y ocurrió un milagro: el santo levantó la figura del niño Jesús durante la celebración y «mientras el santo mantenía su oración, un caballero vio al verdadero Niño Jesús en lugar de aquel que el santo había portado», según cuenta Buenaventura de Bagnoregio en la Leyenda Mayor, la biografía que escribió sobre el santo en 1263.
El milagro recorrió toda la región y otros pueblos crearon sus propios belenes. En poco más de 20 años, los belenes de navidad se habían convertido en una costumbre en todos los principados y reinos italianos. Tanta fue la fama del Belén de Navidad de Greccio que en torno a 1283 el papa Nicolás IV ordenó la fabricación de un belén de figuritas al escultor Arnolfo di Cambio. El lugar elegido para colocarlo fue la Basílica de Santa María la Mayor de Roma, a la que acudían numerosos peregrinos y visitantes, haciendo que la idea de un belén de figuras se extendiera por el resto de la Europa cristiana del momento.
Los primeros en poner el portal de Belén en sus comunidades fueron los monjes y frailes, como los franciscanos. Ante tal demanda, se fundó en París, en 1465, la primera empresa artesana de figuras, solo seis años después se inauguró el primer taller belenista en España, en Alcorcón concretamente. Aunque desde principio Nápoles fue el principal centro de producción, que por entonces pertenecía a la corona española. De hecho, el famoso Belén que se monta todas las navidades en el Palacio Real de Madrid es de estilo napolitano, y se trajo a España por orden de Carlos III en el siglo XVIII. A partir de entonces, de las iglesias, conventos y palacios la tradición pasó a las casas particulares, que adquirían sus figuras en los típicos mercados navideños.