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El gran duque de Luxemburgo junto a su hijo, el Príncipe Guillermo

El gran duque de Luxemburgo junto a su hijo, el Príncipe GuillermoInstagram / courgrandducale

Dinastías y poder

¿De dónde provienen los Nassau?

El pasado domingo el gran duque de Luxemburgo emitía un comunicado para anunciar la cesión de sus funciones en su hijo Guillermo

El reciente anuncio de la cesión de responsabilidades del gran duque Enrique de Luxemburgo, ha despertado el interés por la dinastía convertida en soberana de este pequeño, pero boyante, gran ducado. Aunque formalmente no se trata de una abdicación, en adelante será su primogénito Guillermo quien asuma las riendas de la dinastía. Emparentados con todas las casas reinantes y vínculos de sangre directos con los soberanos belgas, la duquesa heredera Estefanía, aristócrata descendiente de los príncipes de Ligne, puede empezar a calentar motores para lucir la gran «corona rusa» de zafiros propiedad de la familia desde los tiempos del gran duque Adolfo de Nassau.

El problema de la sucesión femenina

La historia de Luxemburgo corre paralela a los cambios políticos derivados de la vigencia de la Ley Sálica en Holanda. Lo de «carlistas» e «isabelinos» no se sufrió sólo en España, aunque algunos se librasen de la guerra. Adolfo de Nassau, jefe de la rama principal de esta dinastía centroeuropea, había pagado con su corona la audacia de resistir a Bismarck frente a Austria en la guerra de 1866. Pero la historia iba a darle una nueva oportunidad: cuando el 23 de noviembre de 1890 fallecía el rey Guillermo III de Holanda con una única hija, la joven reina Guillermina, cambiaba el destino de los «destronados» Nassau.

La Ley Sálica, vigente por pacto familiar, limitaba la sucesión femenina para el Gran Ducado de Luxemburgo confiriéndose la titularidad de la corona al heredero masculino más próximo. La Constitución luxemburguesa admitía la exclusión de la mujer de los derechos sucesorios. De este modo, Adolfo iba a ser proclamado gran duque de un nuevo estado soberano independiente bajo el modelo de una «monarquía constitucional» llamado a convertirse en uno de los países económicamente más prósperos de Europa.

Adolfo de Luxemburgo

Adolfo de Luxemburgo

Establecieron su residencia en el Palacio Gran Ducal de Luxemburgo, antiguo Ayuntamiento, situado al sur de la capital. El alemán y el francés se mantuvieron como lenguas oficiales mientras que el luxemburgués, se relegaba a la esfera familiar. La fe protestante era inicialmente la oficial de la familia, aunque no la mayoritaria de su pueblo.

Suenan voces a favor de la República

Le sucedió su hijo Guillermo IV, que ocupó el trono (1905-1912) junto a su esposa, la católica María Ana de Braganza, hija del «absolutista» Miguel I de Portugal y nieta de la infanta española Carlota Joaquina. Su hermana, María de las Nieves, se había casado con Alfonso Carlos de Borbón y Austria-Este, perseverante pretendiente carlista al trono de España. El matrimonio tuvo seis hijas, lo que, de nuevo, volvía a poner en tela de juicio las posibilidades de la sucesión. Previendo el problema que podía plantearse a la muerte del gran duque, en 1907 la Cámara de Diputados aprobó una ley que posibilitaba el acceso femenino al trono, por lo que la mayor, María Adelaida, se convertía en heredera.

Tras un breve periodo de regencia y con el inicio de la Primera Guerra Mundial, Luxemburgo entró en la órbita alemana, lo que provocó que, una vez firmado el armisticio, algunos tachasen a la joven gran duquesa de «indulgente» con los Imperios Centrales. Bélgica volvía a acechar sobre el Gran Ducado y empezaron a sonar voces a favor de la República. María Adelaida, bien asesorada, ambidó en la siguiente de sus hermanas, la gran duquesa Carlota, de deslumbrante belleza y que encontró en su marido, el príncipe Félix de Borbón-Parma (hermano de la emperatriz Zita), a su más fiel escudero.

Luxemburgo, aunque minúsculo territorialmente y con un ejército que apenas llegaba a los doscientos cincuenta efectivos, tenía una industria del acero que ocupaba el segundo lugar en Europa (Ahora, 25 noviembre 1933) lo que resultaba tremendamente atractivo para los ejércitos alemanes de Hitler. Por ello, la ocupación no tardo en producirse y en mayo de 1940, al poco de comenzar la Segunda Guerra Mundial, la gran familia ducal abandonó el país.

Carlota de Luxemburgo y el príncipe Félix antes de su abdicación, 11 de noviembre de 1964

Carlota de Luxemburgo y el príncipe Félix antes de su abdicación, 11 de noviembre de 1964

Atravesaron Francia y España para embarcar en Portugal hacia Inglaterra. Luxemburgo sufrió en primera mano las batallas y duros enfrentamientos en las Árdenas. Los soberanos pudieron regresar a Luxemburgo en 1945 tras la liberación por las tropas aliadas. Desde entonces, el pequeño estado siguió prosperando económicamente gracias a la transformación de su industria energética.

La gran duquesa Carlota abdicó en su primogénito Juan en 1964, muy querido por haber combatido en Caen como oficial. Estaba además casado con la princesa Josefina Carlota de Bélgica, hermana del melancólico Balduino y que había lucido en su boda una corona de casa Van Cleef & Alpels, regalo de la aún colonia del Congo. En las décadas siguientes, el país se integró en las nuevas estructuras de la Unión Europea y la economía del pequeño estado se convirtió en una de las más prósperas del continente.

Su hijo Enrique, asumió en octubre de 2000, la jefatura del estado. A su lado, desde su boda en 1981, vestida por Balmain, ha permanecido la cubana María Teresa Mestre quién en su momento, suscitó reticencias por sus orígenes plebeyos. Será su primogénito, el heredero al trono del Gran Ducado de Luxemburgo quien, en adelante asuma ciertos poderes en lo que tradicionalmente supone el paso previo a una abdicación definitiva.

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