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María Rosa Urraca hablando en el mitin del frontón Euskal Jai de  Pamplona, enero 1932

María Rosa Urraca hablando en el mitin del frontón Euskal Jai de Pamplona, enero 1932Javier Urcelay

Entrevista I Javier Urcelay, autor de la biografía de María Rosa Urraca

María Rosa Urraca, el antídoto católico a la «tiranía de un feminismo que altera el concepto de mujer»

El Debate profundiza en la figura de esta «heroína de la lucha antirrepublicana» con Javier Urcelay, autor de su biografía

María Rosa Urraca Pastor fue una mujer «adelantada a su tiempo, pionera de un sano feminismo y comprometida con la política en circunstancias críticas de la vida nacional», considera Javier Urcelay, autor de la reciente biografía de esta líder católica (María Rosa Urraca Pastor. Una mujer contra la República, SND Editores) cuya figura sigue siendo desconocida para muchos. Su arrojo y determinación por participar en la vida política «dieron lugar a un tipo de mujer enérgica, militante activa en defensa de la Iglesia, comprometida hasta el punto de llegar a ser multada, agredida o encarcelada, y heroína de la lucha antirrepublicana». El Debate habla con Javier Urcelay para profundizar en la figura de esta «margarita».

Visita al Círculo Tradicionalista de Murcia, flanqueada por sus padres, julio 1935

Visita al Círculo Tradicionalista de Murcia, flanqueada por sus padres, julio 1935Javier Urcelay

¿Qué nos puede decir hoy la figura de María Rosa Urraca Pastor?

—María Rosa Urraca Pastor fue una mujer popularísima durante los años de la II República y la Guerra Civil, sin embargo, desconocida hoy para muchos. Por eso merecía la pena rescatar su figura de pionera del feminismo católico y mujer comprometida con la política en circunstancias críticas de la vida nacional. Con toda justicia debe considerarse una de las personalidades femeninas más destacadas de la vida política española en la primera mitad del siglo XX y la mujer más importante del carlismo del último siglo.

Su biografía es, en muchos sentidos, apasionante. Poca gente conoce la amistad adolescente que mantuvo con Dolores Ibarruri, «La Pasionaria», y que ambas hicieron promesa mutua de que se ayudarían a morir en gracia de Dios llegado el momento. En el caso de María Rosa Urraca, ofreció su vida por esta intención cuando sufrió un infarto en 1976 que la hizo temer por su vida. Su ofrecimiento no cayó en saco roto, pues Dolores Ibarruri, la célebre líder comunista, murió reconciliada con Dios y al Iglesia, como sabemos por el testimonio irrefutable del P. Llanos S.J, sacado a la luz por el también jesuita Pedro Miguel Lamet en 2013.

Siempre tuvo claro que el feminismo no consiste en la masculinización de la mujer, sino en el desarrollo de las plenas potencialidades de las mujeres

¿Cómo definiría el feminismo de Urraca Pastor?

—María Rosa Urraca Pastor fue una mujer adelantada a su tiempo, pionera de un sano feminismo, y de la participación de la mujer en la política. Para entendernos, llamo sano feminismo al que se ocupa de la promoción de la mujer, y no de la igualdad de sexos que desdibuja el perfil propio de las mujeres para asimilarlas al varón.

Siempre tuvo claro que el feminismo no consiste en la masculinización de la mujer –que la horrorizaba– sino en el desarrollo de las plenas potencialidades de las mujeres, que las permitiera hacerse presentes en muchos campos y actividades en plena igualdad con el hombre: las carreras universitarias, el ejercicio de las distintas profesiones, el mundo de la cultura etc. En su propia vida fue pionera en muchos campos y rompió muchas barreras, y no solo en la política: fue licenciada en Magisterio y en Filosofía y Letras, enfermera titulada y ejerciente, animadora cultural, empresaria editorial… y obtuvo su carnet de conducir en 1938, cosa nada habitual en aquellos tiempos.

¿Qué añadido aporta el catolicismo a ese feminismo?

—Hoy vivimos bajo la tiranía de un feminismo radical y revolucionario –aunque se haya convertido en dominante– que altera el concepto mismo de mujer, y de paso destruye el matrimonio y la familia, lo que es probablemente su último desiderátum.

Frente a ello, la Iglesia ha defendido y defiende un feminismo que dignifica a la mujer, resaltando su insustituible papel y la grandeza de su misión propia, en complementariedad con el varón, en consonancia con el plan de Dios plasmado en el orden natural. La encíclica Mulieris Dignitatem, de Juan Pablo II, publicada el15 de agosto de 1988, constituye el más luminoso alegato a favor de la mujer que se haya escrito jamás.

Vivimos bajo la tiranía de un feminismo radical y revolucionario que destruye el matrimonio y la familia

Hizo frente a la II República y al Frente Popular, ¿cómo describiría su carácter?

—María Rosa Urraca Pastor nació en un hogar de sentimientos religiosos y patrióticos, como eran tantos de la época. Desde su más temprana juventud –desde los 14 años, como ella diría– tuvo una marcada inquietud social en pro de los más desfavorecidos, que la llevó a afiliarse a la Acción Católica de la Mujer de Vizcaya, donde residía.

Fueron las leyes laicistas de la República –sobre la educación, el divorcio, las congregaciones religiosas etc.– las que la empujaron a dar un paso más y adentrase en el terreno de la política dentro de la Comunión Tradicionalista. Su destacadísimo papel en la II República como oradora en centenares de mítines, y durante la Guerra Civil como delegada nacional de Frentes y Hospitales, la otorgan un indiscutible lugar en nuestra historia contemporánea.

Frente de Somosierra, verano 1936

Frente de Somosierra, verano 1936Javier Urcelay

María Rosa, joven, soltera, con una sólida preparación académica y una desbordante personalidad, rompió el molde de las hasta entonces respetables damas de alta sociedad dedicadas a la beneficencia, para imponer un nuevo modelo de mujer preparada, decidida y comprometida con la sociedad de la que formaba parte.

¿Cómo surge la agrupación de «las margaritas» a la que pertenecía María Rosa Urraca Pastor y que objetivos tenían?

—Se conoce como «margaritas» a las mujeres carlistas, nombre que reciben en recuerdo de doña Margarita de Borbón-Parma, esposa del rey Carlos VII, que ejerció de verdadero «ángel de caridad» durante la Tercera Guerra Carlista (1872-76).

La primera asociación de margaritas fue la de Navarra, constituida en Pamplona en 1919. Después se crearon otras muchas, en múltiples puntos de España. Su labor era fundamentalmente caritativa, hasta que el sectarismo de la República las movilizó políticamente al sentir atacadas sus convicciones religiosas y valores familiares.

A finales de 1935 había en España 741 Juntas de mujeres tradicionalistas, que llegaron a contar, a comienzos de 1936, con 23.238 integrantes, según un recuento interno, que probablemente se quedó por debajo de la realidad.

Muchas de estas margaritas colaboraron con María Rosa Urraca Pastor en aquella formidable labor que fue la Delegación Nacional de Asistencia a Frentes y Hospitales, durante los años de la Guerra Civil.

¿Cómo comenzó su carrera política?

—María Rosa Urraca compartió, en los años de la Dictadura de Primo de Rivera y en el seno de la Acción Católica de la Mujer a la que pertenecía, las ideas del feminismo defendidas por Concepción Arenal y difundidas, desde una perspectiva claramente católica, por influyentes sacerdotes, como el P. Graciano Martínez o el P. Alarcón S.J.

Estas inquietudes la llevarán a participar en un mitin local en Santoña en las elecciones municipales de abril de 1931, que se acabarían convirtiendo en el golpe de estado que llevó a la proclamación de la Segunda República.

Llegada al mitin del 13 enero 1936 en Sestao

Llegada al mitin del 13 enero 1936 en SestaoJavier Urcelay

Pero fue la injusta y abusiva multa que las autoridades del nuevo régimen la impusieron, por participar en una concentración de mujeres de Acción Católica en un templo en Bilbao el 11 de mayo de 1933, la que la llevaría a «verse formando parte de una plataforma contra la República». Ese mismo día ardieron en España más de cien conventos e iglesias, lo que marcaría de forma irreversible el tono anticristiano que adquiriría la República desde sus inicios, y que despertaría la conciencia de muchos católicos.

Sería al poco tiempo cuando María Rosa, que residía en Bilbao, entró en contacto con los círculos tradicionalistas que existían en el País Vasco, donde descubriría que «hay mucha solera en el Carlismo», lo que la llevó a afiliarse a las «margaritas» de la Comunión Tradicionalista.

Entonces, ¿qué papel desempeñó la mujer en aquellos convulsos años?

—En los numerosos mítines de propaganda en los que participó durante la II República, recorriendo España de un rincón a otro, María Rosa Urraca pretendió sobre todo movilizar a las conciencias, para que salieran de la apatía o de la resignación y estuvieran a la altura que las circunstancias demandaban. Se refirió con frecuencia a la necesidad de hombres «que dieran la talla», pero llamó también a las mujeres a que salieran de sus hogares en defensa de los valores que más genuinamente las pertenecían: en defensa de la religión, de la familia, de la educación cristiana de sus hijos…

Sin mujer, sin esposas y sin madres, no hay familia, no hay educación de los hijos, no hay transmisión de la fe y no hay tradición

Al estallar la Guerra Civil, su atención se concentró en la atención a los combatientes, pero sin perder de vista la propaganda en la retaguardia, en esta ocasión para que se involucrara en la lucha que se sostenía, para que no se dejara solos a los que se jugaban la vida en los frentes.

La organización que al servicio de todo ello puso en marcha la Delegación Nacional de Asistencia a Frentes y Hospitales, bajo la dirección de María Rosa Urraca y con la colaboración de miles de mujeres voluntarias, fue asombrosa y encierra aprendizajes que a buen seguro serían de aplicación en otros conflictos armados, como el que se vive en Ucrania en la actualidad.

¿Qué aplicaciones para nuestro tiempo podemos extraer de la vida y ejemplo de María Rosa Urraca Pastor?

—Los tiempos políticos que vivimos empalman, en varios sentidos, con los que España atravesó durante la Segunda República. La agenda de los que entonces era el Frente Popular y hoy es el llamado Gobierno progresista no ha cambiado mucho. Por ello es útil extraer las lecciones de la historia, para evitar que la misma se repita en lo que tuvo de calamitosa.

También hoy, como ayer, había mucho de resignación y de pasividad, de los que preferían seguir los acontecimientos desde la terraza de un bar, tomándose una cerveza. Creo que aquella «movilización de las conciencias» que intentó María Rosa Urraca es una de los mensajes que mantienen su vigencia.

Otro es, desde luego, el del insustituible papel de la mujer, verdadero pilar de la familia y, por ende, del orden social. Sin mujer, sin esposas y sin madres, no hay familia, no hay educación de los hijos, no hay transmisión de la fe y no hay tradición. No hay iglesia doméstica y tampoco hay patria. Sin esposas y madres, sin familia, no hay pertenencia ni arraigo, y no hay comunidad humana, sino acumulación de hojarasca empujada por el viento o rebaño pastoreado por ocultos intereses. Creo que el llamamiento de María Rosa Urraca podría ir hoy en esas dos direcciones: una participación social activa y comprometida con lo que se cree, y unas mujeres dispuestas a ocupar en el mundo el lugar que solo ellas pueden ocupar.

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