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Camioneta de la Guardia de Asalto adscrita al cuartel de Pontejos en la que fue asesinado José Calvo Sotelo la madrugada del día 13 de julio de 1936.

Camioneta de la Guardia de Asalto adscrita al cuartel de Pontejos en la que fue asesinado Calvo Sotelo el 13 de julio de 1936EFE

¿Por qué asesinaron a José Calvo Sotelo?

El asesinato del político, sin duda, influyó en el ánimo de muchos militares y sectores civiles, llevándoles a participar en la sublevación que se venía fraguando desde algunos meses antes

En la madrugada del 13 de julio de 1936 era asesinado el diputado monárquico y exministro, José Calvo Sotelo, uno de los líderes de las derechas más combativos contra el Gobierno del Frente Popular. El suceso se produjo tan solo cuatro días antes de que estallase la Guerra Civil. El asesinato del político, sin duda, influyó en el ánimo de muchos militares y sectores civiles, llevándoles a participar en la sublevación que se venía fraguando desde algunos meses antes, siendo el general Franco uno de los que aceptó su participación tras el asesinato.

Es conocido que los autores directos del asesinato fue un grupo que salió del cuartel de la Guardia de Asalto de Pontejos, tras la Dirección General de Seguridad. Dicho grupo lo componían quince personas dirigidas por el capitán de la Guardia Civil e instructor de las milicias socialistas, Fernando Condés, muy próximo al ministro Indalecio Prieto y a Margarita Nelken. En la camioneta iban nueve guardias de asalto y cuatro socialistas más, algunos de ellos de la «Motorizada» (fuerza de choque socialista muy próxima a Indalecio Prieto).

José Calvo Sotelo hablando en un mitin en el Frontón Urumea de San Sebastián (1935)

José Calvo Sotelo hablando en un mitin en el Frontón Urumea de San Sebastián (1935)

Destacan entre ellos, José del Rey, también guardia de asalto, escolta e íntimo amigo de la diputada socialista Margarita Nelken; también Luis Cuenca, pistolero de la Motorizada, quien efectuó los disparos. Los dirigentes del grupo eran personas de confianza, o amigos, de Indalecio Prieto y Margarita Nelken. Otro vehículo salió del mismo cuartel con la intención de asesinar a José María Gil-Robles (CEDA) y Goicoechea (monárquico), sin conseguirlo al no estar en sus domicilios.

El día 12 de julio, unas horas antes del asesinato de Calvo Sotelo, se había asesinado al teniente Castillo, de la Guardia de Asalto y también instructor de las milicias socialistas, al que se le achacaban, entre otras, la muerte de un primo de José Antonio Primo de Rivera. Los asesinos, muy probablemente, fueron miembros de algún grupo radical de derechas, sin poder descartar la posibilidad de un atentado de «falsa bandera».

Considerando que los asesinos salieron del cuartel de la Guardia de Asalto al que pertenecía Castillo, tan solo unas horas después de su asesinato, lo primero que cabe pensar es en una venganza de sus compañeros y correligionarios, siendo esta opinión la más generalizada entre los historiadores, si bien hay informaciones que, al menos, deben hacer dudar de esta versión.

En primer lugar, son relevantes las amenazas que reiteradamente sufrieron los líderes de la derecha en el congreso y la prensa por dirigentes del Frente Popular. En la sesión de las Cortes del 16 de junio de 1936, se produjo el encontronazo entre Calvo Sotelo y Casares Quiroga, presidente del Consejo de Ministros, quien pronunció la siguiente amenaza «… después de lo que ha hecho Su Señoría en el Parlamento, de cualquier cosa que pueda ocurrir, que no ocurrirá, haré responsable ante el país a Su Señoría», lo que motivó la conocida respuesta de Calvo Sotelo: «… es preferible morir con gloria que vivir con vilipendio».

En la sesión del 1 de julio, Galarza, alto miembro del PSOE, le dijo al diputado monárquico: «… la violencia puede ser legítima en algún momento. Pensando en S.S. encuentro justificado todo, incluso el atentado que le prive de la vida». En la sesión del 15 de abril también había sido amenazado Gil Robles por parte del dirigente comunista José Díaz: «… Yo no sé cómo va a morir el Gil-Robles, pero sí puedo afirmar que si se cumple la justicia del pueblo morirá con los zapatos puestos», algún diputado de izquierdas gritó que «…en la horca». El 8 de abril, Margarita Nelken había escrito un artículo en el periódico Claridad, titulado Todo es empezar, donde refiriéndose a los líderes de la derecha escribió: «Ya iréis cayendo, ya. Ya veréis».

El día 16 de junio, tras la sutil amenaza de Casares Quiroga, Calvo Sotelo le confesó al director de ABC, Luis de Galinsoga: «Ya comprenderás que después de lo que ha dicho esta tarde Casares en el Congreso, mi vida está pendiente del menor incidente callejero, auténtico o provocado por ellos mismos, (…) me considero sentenciado a muerte» (ABC, 17 de julio de 1960).

El 3 de julio, la Dirección General de Seguridad (DGS) cambió a los escoltas de Calvo Sotelo, los dos nuevos eran próximos al Frente Popular. Sin embargo, uno de ellos, Rodolfo Serrano Parte, el día 7 de julio, contactó al diputado Joaquín Bau, para confesarle que en la DGS les habían trasmitido que su función no era la protección de Calvo Sotelo sino espiarle, recomendándoles que en caso de atentado tuvieran una actitud «pasiva y hasta cómplice», tal y como recoge la Causa General y las memorias de Gil-Robles.

Gil-Robles también recibió la misma información respecto a sus propios escoltas. Finalmente, el 10 de julio, dos días antes del asesinato del teniente Castillo, el vicesecretario del partido de Calvo Sotelo, Julián Cortés-Cavanillas, le informaba de que un confidente, en la sede del PSOE, le trasmitía el rumor de que se proyectaba asesinarle junto a Gil-Robles y Goicoechea; el 11 de julio, Cortés-Cavanillas comprobó que Goicoechea había recibido una confidencia similar por otro conducto (Diario Ya del 13 de julio de 1977). En algún nivel gubernamental o del Frente Popular, al menos, en la DGS, a primeros de julio ya se contemplaba la posibilidad de eliminar a los líderes de la derecha.

Con el partido del centro, el de Lerroux, descabezado electoralmente, con José Antonio Primo de Rivera en la cárcel y eliminados los tres lideres como se pretendió el 13 de julio, la oposición hubiera quedado desarbolada. No se debe olvidar que, para ganar las elecciones de febrero de 1936, el Frente Popular precisó realizar un fraude masivo debido a la fortaleza de las derechas, como quedó analizado en 2017 por Álvarez Tardío y Villa García (1936. Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular).

Por otra parte, el Frente Popular conocía las intenciones de sublevarse de un sector del Ejército, si bien confiaba en aplastarlo fácilmente como en 1932, ya que controlaba las principales guarniciones y tenía alejados de la península o sin mando a los generales sospechosos (Franco, Goded, Fanjul, etc.). Si el Gobierno lograba que realizaran una intentona, destinada al fracaso según su criterio, lograría eliminar a sus potenciales enemigos militares. Esta voluntad quedó manifiesta por el presidente de la República, Azaña, cuando fue preguntado sobre una posible sublevación por un periodista, respondiendo que deseaba que «se produjera cuanto antes para poder aplastarla». Sin duda, la muerte de Calvo Sotelo precipitó un golpe militar con escasas garantías de éxito, tal como deseaban Azaña y Casares Quiroga.

No parece que hubiera un arrepentimiento en el Frente Popular por el asesinato, ya que una parte de los involucrados obtuvieron cargos militares de responsabilidad en el Ejército republicano; uno de los participantes, Santiago Garcés, fue responsable del servicio de inteligencia y represión, el SIM, en 1938; un batallón republicano fue nombrado como «Capitán Condés»; así como algunos cuarteles en Madrid y Cartagena llevaron su nombre. De hecho, en los días siguientes se percibió la escasa voluntad gubernamental en colaborar con las autoridades judiciales, llegando a robarse el expediente judicial a punta de pistola el 25 de julio por un grupo de milicianos.

Sin duda, la motivación de los ejecutores directos del asesinato era la venganza por la muerte de Castillo, pero parece difícil pensar que un numeroso grupo de oficiales, así como personas cercanas a altos cargos del PSOE, hubieran actuado sin la cobertura de alguna autoridad superior. La venganza más lógica hubiera consistido en asesinar a pistoleros de extrema derecha, pero no a personajes políticos.

Conforme a las informaciones existentes, se podría descartar la involucración de Azaña o de Casares Quiroga en el atentado, aunque establecieron los «blancos» y las razones para el mismo. Sin embargo, está por esclarecer la posible responsabilidad o complicidad de Mallol (director general de seguridad) y la de algunos socialistas, como Prieto o Nelken, sin descartar otra posible autoría del atentado. Por lo tanto, no se puede afirmar con rotundidad que sólo se tratase de una venganza y que no hubiera otras intenciones detrás de este asesinato, posiblemente planificado antes que el de Castillo.

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