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Las delegaciones española e inglesa en la Conferencia de Somerset House

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El origen de la histórica rivalidad entre España e Inglaterra

El partido de la final de la Eurocopa tiene un aire de disputa centenaria, y es que a nadie escapa que, fuera del campo, estas dos naciones han sido históricas enemigas

El partido de este domingo de la Eurocopa 2024 enfrenta por primera vez en una final a España contra Inglaterra. Nunca los caminos de estas dos selecciones históricas se habían cruzado en el césped para disputar un título internacional. Sin embargo, el partido tiene un aire de rivalidad centenaria y es que a nadie escapa que fuera del campo, estas dos naciones han sido históricas enemigas.

¿Pero de donde viene la inquina contra «la Pérfida Albión»? Durante la Edad Media, las relaciones de los reinos hispánicos con Inglaterra fueron cambiantes. Alfonso VIII de Castilla, «el de las Navas», estaba casado con una hija del rey de Inglaterra. Durante la Guerra de los Cien Años, Castilla se posicionó a favor de Francia en contra de los ingleses, mientras que Aragón haría lo contrario. Tanto los Reyes Católicos como luego Carlos V intentaron usar a Inglaterra como una aliada contra las ambiciones francesas.

La verdadera ruptura que convirtió a españoles e ingleses en enemigos inseparables se debió al divorcio más famoso de la Historia

La verdadera ruptura que convirtió a españoles e ingleses en enemigos inseparables se debió al divorcio más famoso de la Historia. En 1534 Enrique VIII intentó que el Papa anulara su matrimonio con Catalina de Aragón, la hija de los Reyes Católicos. Ante la negativa del Pontífice, el rey inglés decidió nada menos que abandonar el catolicismo y fundar en Inglaterra su propia versión local de la reforma protestante, el anglicanismo. Esto no solo rompió la alianza entre España e Inglaterra, sino que abrió un abismo cultural entre las dos. El anticatolicismo se convirtió en parte fundamental del carácter nacional inglés, mientras que España se erigía como la gran defensora mundial de la Fe Católica. La brecha entre «herejes» y «papistas» sería insalvable. Todavía hoy los miembros de la Familia Real Británica tienen prohibido convertirse al catolicismo bajo pena de ser expulsados de la línea sucesoria.

La brecha religiosa saltó a competición imperial cuando los dos países se lanzaron a la expansión ultramarina. Durante los siglos XVI y XVII, Inglaterra no podía competir contra el mucho más poderoso Imperio Español, pero intentaron sistemáticamente debilitarlo con ataques piratas como los de Henry Morgan o Francis Drake. Hacia finales del siglo XVII la balanza comenzó a cambiar, pues frente a una España agotada por los esfuerzos de mantener todo el imperio crecía una Inglaterra enérgica, de agresivo carácter mercantilista y con una poderosa burguesía comercial.

El siglo XVIII fue el cenit de la rivalidad entre los dos imperios. En 1714, gracias al Tratado de Utrecht, Inglaterra se hizo con el control de Gibraltar y Menorca, lo que garantizaba el acceso y control de las rutas mediterráneas y la posibilidad de bloquear a España. En América, las colonias inglesas de Jamaica y Norteamérica eran una amenaza constante para las posesiones españolas.

Entre 1700 y 1808, España y Gran Bretaña libraron ocho guerras sucesivas, sin que ninguna de las dos pudiese derrotar definitivamente a la otra. Aunque los ingleses tuvieron victorias como la toma de La Habana y Manila en 1762 o la gran victoria de Trafalgar en 1805, fracasaron estrepitosamente en Cartagena de Indias en 1741, Puerto Rico y Tenerife en 1797 o Buenos Aires en 1806-1807. La mayor derrota de los británicos fue la Guerra de Independencia de Estados Unidos, en la que gracias al apoyo español fueron expulsados de toda Norteamérica excepto Canadá y tuvieron que devolver Menorca. Gibraltar quedaría, sin embargo, como una espina clavada en el costado español, pues nunca pudo ser recuperado a pesar de ser sitiado tres veces.

La guerra contra Napoleón (1808-1814) creo una extraña alianza entre españoles e ingleses para expulsar al enemigo común, pero no ayudó a limar las asperezas. Como decía un siglo después Vázquez de Mella: «Unirse a Inglaterra, ayudar a Inglaterra, cooperar con Inglaterra, es trabajar contra los intereses y las exigencias de España. Ser anglófilo resulta ser hispanófobo».

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