La harca de Abd el-Malek o los marroquíes al servicio de España durante la guerra del Rif
Los españoles también aprovecharon la manera rifeña de combatir mediante agrupaciones irregulares, las llamadas harcas
Hace cien años, en el verano de 1924, tres después del desastre de Annual, las cosas en Marruecos no estaban aseguradas para los españoles que, convencidos como siempre de que el Rif solo se dominaría desde el centro, pensaban que era necesario un desembarco en la bahía de Alhucemas porque los intentos de llegar por tierra habían sido un fracaso.
En julio de ese año, Primo de Rivera estuvo en Tetuán analizando la situación y decidió abandonar cualquier intento de penetración pacífica para optar por la opción militar definitiva. Para ello se necesitaba asegurar el control español del territorio, que se haría a finales de ese año, abandonando Xauen y su región, reduciendo la zona mediante la creación de la línea Estella y aguantar hasta que llegara la victoria. Pero antes de que el dictador Primo de Rivera se decidiera por este plan, las tropas españolas estuvieron actuando por los montes de Ajmas, en Beni Arós y en Gomara, sosteniendo la posición de Uad Lau.
El aliado que necesitaban los españoles
Como en todas las guerras coloniales, los líderes rifeños no contaban con el apoyo total de la población local y algunos de los naturales del país se ponían del lado de los europeos. Las causas eran variadas, desde la atracción de la soldada a rivalidades tribales y políticas. En Marruecos hubo cuerpos militares indígenas como Regulares, Mehala o Policía Indígena. Pero los españoles también aprovecharon la manera rifeña de combatir mediante agrupaciones irregulares, las llamadas harcas. Algunas iban mandadas por oficiales españoles, las de Capaz, López Bravo, Varela o Muñoz Grandes.
Quizás solo fuera una única harca, la de Melilla, con distintos nombre según el momento y que terminaría su historial bélico en Oviedo en la Guerra Civil. Y hubo un caso singular en la que el comandante era un musulmán, Abd el-Malek el Hach Taieb. Un líder religioso y social que, rebelde a los franceses en su Argelia natal, se refugió en Marruecos y se convirtió en un enemigo irreconciliable de Abd el Krim. El aliado que necesitaban los españoles, a los que se unió en la defensa de Melilla tres años antes.
El plan de Berenguer era llevar la guerra al corazón del Rif, a la cabila de Beni Urriaguel de Abd el Krim, por medio de esa tropa irregular marroquí. Se lo propuso al comandante Valdés, que enseguida organizó una fuerza teniendo como base el campamento de Azib de Midar. Contó con el apoyo de Rodríguez Bescansa, Muñoz Grandes y Martí y la fuerza de mil hombres reclutada por Abd el-Malek. Una organización similar a los gums franceses de Argelia y que constituía un regimiento. Su plan era neutralizar a los enemigos que actuaban en Beni Said, Beni Hosmar y Beni Hassan para asegurar las comunicaciones.
La estrategia de Valdés se cuenta en el libro Comandante Valdés. Memorias de África (De Librum Tremens. Madrid 2007) escrito por su hijo, el general José María Valdés Cavanna. Llevar la guerra al corazón de la rebelión, restar bajas al contingente español y realizar una política de atracción: «Haríamos la guerra con combatientes indígenas, de las mismas características de los cabileños rebeldes, en cuanto a sobriedad, conocimiento del terreno, astucia y lealtad a sus mandos naturales. La diferencia consistiría solamente en el bando en el que combatías; nuestra harca a las órdenes del emir en favor del sultán y en contra de los cabecillas rebeldes con sus partidarios».
El 7 de agosto, cumpliéndose la maldición que Abd el-Krim había lanzado contra los que colaboraban con los españoles, Abd el-Malek caía herido de muerte. Se le había encomendado la difícil misión de desalojar a los enemigos que sitiaban el campamento. Habían conseguido penetrar entre ellos y tomar las alturas de Tauriat y Tisgutut. Los rifeños no se dieron nunca por vencidos y contratacaron contras las posiciones españolas. El combate, a juzgar por el número de bajas, fue muy intenso. Al tratar de defender una posición avanzada, en la primera vanguardia, el emir recibió un tiró y cayó herido. La muerte le llegó poco después.
Sus hombres sufrieron desmoralización al verse privados de su carismático jefe. Valdés tuvo que esforzarse para reagruparlos y volver a la línea del Lau. El plan había fracasado. La harca se pudo reorganizar bajo el mando de Hassan, uno de los hijos de Abd el-Malek, y el caíd Brian. Posteriormente combatió en la retirada de Xauen donde, en otra acción arriesgada, caería muerto el comandante legionario Valdés.
A pesar de la buena voluntad, y sin negar el esfuerzo, la harca nunca fue decisiva en el combate marroquí. Las unidades integradas en el Ejército regular, con especial relevancia las de profesionales, cumplían mejor y más disciplinadamente el cometido.