Del Gran Asedio a las amenazas de Franco: los intentos de España por recuperar Gibraltar
Cánticos de «Gibraltar es español» no han dejado de resonar, sobre todo por redes sociales tras la victoria de la Selección española de fútbol en la final de la Eurocopa contra Inglaterra
La final de la Eurocopa 2024 entre España e Inglaterra ha removido viejas luchas que tienen su origen en la rivalidad histórica entre ambas naciones. Por ello, durante y después del partido de fútbol en el que ha salido victoriosa la Selección española, cánticos de «Gibraltar es español» no han dejado de resonar, sobre todo, por redes sociales.
El Peñón, situado en la península Ibérica, lleva más de tres siglos bajo el control del Reino Unido desde que, aprovechando la debilidad del Imperio español en 1704 –estaba inmersa en la Guerra de Sucesión para conocer su heredero al trono tras la muerte de Carlos II sin descendencia–, el almirante George Rooke al mando de una escuadra aliada británico-holandesa atacó Gibraltar con su artillería y desembarcó a 2.000 soldados de infantería.
Poco pudo hacer la guarnición española de unos 100 soldados a las órdenes del sargento mayor Diego de Salinas, pero antes de capitular comunicó a Felipe V su decisión de «sacrificarse en servicio a su rey». Al término de la Guerra de Sucesión, el Tratado de Utrecht de 1713 determinaba el reconocimiento de Felipe como sucesor al trono español a cambio de que los británicos recibieran los territorios de Gibraltar y Menorca.
Sin embargo, la rebelión de las trece colonias inglesas en Norteamérica, que gracias a la ayuda de la Corona española acabaría desembocando en la independencia de los Estados Unidos, supuso una nueva oportunidad para los españoles de recuperar el Peñón. De este modo, el 16 de junio de 1779 y en alianza con Francia, España declaró la guerra a la pérfida Albión.
Aunque hubo dos intentos de recuperar Gibraltar antes de este gran choque –el primero de ellos protagonizado por Blas de Lezo– dichos asedios sirvieron de experiencia para entender que aspirar a la conquista inminente de la plaza a través de la acción de la artillería y el asalto directo no servirían para cumplir su misión, sino que era necesario un bloqueo constante hasta la rendición del enemigo. Con ello, en octubre de 1779, bajo las órdenes del general Martín Álvarez de Sotomayor, llegaron 20.000 soldados para reforzar el ataque desde los diferentes campamentos militares, aumentando la presión sobre la ciudad que comenzaba a quedarse sin alimentos.
Entre las fuerzas españolas destacaron los mil artilleros, que desempeñaron un papel crucial en la contienda y la fuerza naval comandada por el almirante Antonio Barceló en los puertos de Algeciras y Ceuta para evitar que navíos británicos abastecieran a Gibraltar, así como la comandada por Luis de Córdova en el golfo de Cádiz para impedir el paso de refuerzos británicos.
La contienda duró entre 1779 a 1782, donde se intentó vencer a Gran Bretaña a través de la hambruna. Según relata el profesor de la UNED y doctor en Historia Isidro Sepúlveda Muñoz en su obra Gibraltar. La razón y la fuerza (Alianza Ensayo), el Gran Asedio –como se conoce esta batalla– se pueden identificar dos periodos. Un primero desde 1779 a la primavera de 1782 en el que a través del bloqueo se pretende dejar Gibraltar sin recursos y víveres; y un segundo periodo entre el verano de 1782 donde «se produjo el gran ataque, utilizando innovadores métodos y maquinaria, hasta que en febrero de 1783 se alcanzó un armisticio general de la guerra franco-española contra Gran Bretaña, que puso fin al sitio».
A pesar de casi cuatro años de bloqueo naval, los bombardeos y ataques, el desastre de las «baterías flotantes» que diseñó el ingeniero francés D'Arçon y la acumulación de fallos hizo que el Imperio británico fuese capaz de resistir la última acción militar española sobre Gibraltar, aunque este ataque español produjo un daño grande sobre la plaza, según advierte el profesor Sepúlveda en su obra, «en especial en el flaco norte y el King's Bastion», apunta.
Gibraltar permanecería bajo el control de los británicos a pesar de ser sitiado tres veces (1704, 1727 y 1779) y la rivalidad entre ambos países continuaría, salvo una extraña alianza en tiempos de Napoleón para eliminar a un enemigo común. El tiempo pasaría hasta llegar el siglo XX, concretamente la década de los 60, cuando el diplomático y político español Fernando María Castiella, apoyado por sus colaboradores y representantes españoles en las Naciones Unidas, intentaron por todos los medios que Gibraltar fuera español e incluso contaron con el respaldo de la ONU.
Los argumentos que la dictadura de Franco utilizó para su petición fueron que la plaza de Gibraltar había sido ocupada durante una guerra civil española en nombre de un rey que se consideraba legítimo soberano de España así como los incumplimientos y falsas promesas que habían hecho los británicos en cuanto a la posible devolución.
Reino Unido se negó en rotundo: ya había perdido sus colonias africanas y asiáticas, y perder el Peñón, de gran importancia geopolítica, sería un golpe muy bajo. Su respuesta fue que no se iba a entregar un territorio democrático a uno dictatorial. Y permanecieron firmes en esta decisión a pesar de que, a finales de 1965, la postura de España fue reforzada por una votación (96 a favor, ninguno en contra y 11 abstenciones) en la Asamblea General de la ONU con la que se estableció que se iniciaran las negociaciones con el Reino Unido para la devolución de Gibraltar.
Pero los ingleses no dieron su brazo a torcer y España inició una serie de amenazas que se materializaron en el bloqueo y cerraron completamente la puerta de La Línea de la Concepción, prohibieron a los residentes del Peñón el acceso al Campo de Gibraltar y se suspendieron también los servicios de transporte entre Algeciras y el Peñón. Este bloqueo pasó factura sobre todo a la economía gibraltareña lo que hizo aumentar el sentimiento antiespañol en favor de los ingleses. Y aprovechando esto, el ministro inglés George Thomson aseguró en 1968 en el Parlamento que el Reino Unido nunca entregaría la soberanía sobre Gibraltar «en contra de los deseos de la población».
Con el cambio de ministro de Asuntos Exteriores en 1969, el asunto se enfrió y el conflicto no volvió a llevarse a las Naciones Unidas.