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14 de septiembre de 2024

Cuadro de Ferrer Dalmau

Cuadro de Ferrer Dalmau

Grandes gestas de la Historia

Las gestas del monje guerrero Pelay Correa: mucho más que el milagro de parar el sol

Lea y escuche el nuevo episodio de esta serie de históricos acontecimientos

En 1095, a petición del emperador de Bizancio Alejo I, el Papa Urbano II iniciaría una serie de campañas militares conocidas como «Las Cruzadas» en las que exhortaba a los nobles y caballeros occidentales a blandir sus espadas e irse a la Tierra Santa a liberar los «Santos Lugares». Eran las regiones donde había vivido Jesucristo que habían caído bajo la dominación musulmana. Para su defensa, allí surgieron las órdenes religioso-militares como la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén, la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén o la Orden del Temple, más conocida como los templarios.

En la Península Ibérica las cruzadas las teníamos en casa y, siguiendo el ejemplo del Próximo Oriente, aparecieron también órdenes formadas por monjes-soldados, que actuarían como milicias contra los ejércitos de Al-Ándalus.

Estas órdenes se convirtieron en el más potente instrumento militar y repoblador de la Reconquista, y recibieron el apoyo de todos los monarcas cristianos. A la hora de defender la frontera de los infieles resultaban mucho más eficaces que los ejércitos feudales que se movilizaban con los reyes.

El origen de la Orden de Santiago

Entre las hispanas, la más importante fue la Orden de Santiago, que debía su nombre al patrón de España, el apóstol Santiago. Y no fue precisamente ni Santiago de Compostela ni Galicia la cuna de la orden. Aunque leyenda atribuye su fundación al rey Ramiro I tras ganar la batalla de Clavijo, su origen estuvo en la ciudad de Cáceres.

En 1170, Fernando II de León y el obispo de Salamanca, encargaban a un grupo de trece caballeros, conocidos como los Fratres la defensa de la ciudad de Cáceres. Lograrían su objetivo, pero tres años después el emir almohade Abu Jacob Yusuf enviaba un gran ejército para recuperarla. Asaltaron sus murallas y estando la ciudad prácticamente arrasada, los caballeros se negaron a rendirse. Se refugiaron en una torre donde continuaron luchando hasta que todos fueron masacrados. Sus cuarenta cabezas fueron cortadas y exhibidas como trofeo y escarmiento para los cristianos. La torre aún se conserva y es conocida hoy como la Torre de Bujaco (una derivación del nombre del emir Abu Jacob).

Vista lateral de la torre de Bujaco, con la ermita de la Paz a la derecha

Vista lateral de la torre de Bujaco, con la ermita de la Paz a la derecha

Los pocos caballeros supervivientes se culparon de la derrota y la atribuyeron a la vida de pecado que hasta entonces habían llevado. En penitencia decidieron formar una congregación para defender a los peregrinos que visitaban el sepulcro de Santiago y llegaron a una alianza con los canónigos de San Agustín, que se ocupaban hasta entonces de la protección de los peregrinos. Adoptarían una doble condición de monjes y de soldados. Como monjes, hicieron votos de pobreza y obediencia y dependían directamente del Papa sin mandos intermedios y como soldados acataron una regla que les permitía compatibilizar la condición seglar y la actividad guerrera. A diferencia de otras órdenes, aceptaron mujeres y podían contraer matrimonio observando la continencia sexual durante el Adviento, la Cuaresma y en determinadas festividades del año.

Vestían capas blancas con su emblema bordado en el pecho: era una cruz roja sobre fondo blanco transmutada en espada. Sus valores eran el honor, la lealtad, la valentía y la devoción a la fe.

Se inician las campañas

Así, al año siguiente de su fundación, la Orden de Santiago participaba en sus primeras campañas y los reyes por su relevante colaboración les fueron donando fortificaciones y dando privilegios a lo largo de todas las fronteras de Castilla, Portugal y Aragón, hasta convertirla en la más poderosa de las órdenes existentes.

Su más alto cargo era el Maestre, y por su permanencia en el cargo, sus valerosas actuaciones y el aura legendaria que le rodeó, el más brillante fue Pelay Pérez Correa, que rigió la institución entre 1242 y 1275.

Sus hechos de armas son recogidos por crónicas castellanas, aragonesas y portuguesas y por los extensos y documentados trabajos de Manuel López Fernández, cronista de Calera de León en los que basamos estas líneas.

Don Pay, Payo, Pelay o Pelayo Pérez Correa, pues así aparece en distintas variantes del nombre, nació en Portugal, en Farelaes próximo a Braga. Comenzó su trayectoria al mando de los espatarios, nombre de los freires santiaguistas en Portugal y allí ganó para la Orden villas y castillos por el Alentejo y el Algarve. Y en un tiempo en el que los portugueses casi finalizaban su Reconquista, don Pelay fue trasladado a Castilla. Era el año 1241.

Político y guerrero de ingente fortaleza

Junto a las dotes diplomáticas, los Maestres debían presentar unas óptimas condiciones físicas para soportar la dureza de la actividad militar y los continuos desplazamientos en las largas y frecuentes cabalgadas para atender al gobierno de la Orden. De hecho, este desgaste físico hacía que los maestres durasen muy poco en el cargo. Un promedio de apenas cinco años.

Pelay estuvo al frente de la orden un cuarto de siglo entre otras razones por su fortaleza. En sus viajes tuvo que sortear durante décadas no solo contingencias en terreno enemigo, sino condiciones meteorológicas adversas de fríos mesetarios y veranos calurosos. Nada menos que tres veces visitó la curia pontificia y fue enviado a Tierra Santa. La Orden llegaría a contar con propiedades en Castilla, León, Portugal, Aragón, Italia, Francia e, incluso, Tierra Santa, convirtiéndose en la primera orden que se extendió fuera de la Península.

Los resultados de Pelay al frente de la institución fueron más que exitosos En ninguna otra época recibió tantas donaciones territoriales por la colaboración en la tarea reconquistadora. Llegó a duplicar la extensión de sus territorios y encumbró a la orden en lo más alto del panorama político peninsular. Y algo a tener en cuenta, lo hizo sin significar su preferencia por alguno de los reinos.

Hacia Sevilla

En la década de los 40 del siglo XIII, Fernando III iba avanzando con sus conquistas por el Valle del Guadalquivir. Pelay Pérez Correa fue el mayor responsable de que acometiese la reconquista del reino de Sevilla, que se extendería más de dos años, desde el verano de 1246 al otoño de 1248.

En la frontera del Guadiana, los santiaguistas habían ido ocupando lugares estratégicos en puntos avanzados y fueron estableciendo numerosas encomiendas y fortalezas en la región, jugando un papel crucial en la recuperación y repoblación de Extremadura.

Desde el punto de vista militar, el castillo de Montemolín era clave para los planes de Fernando III, pues controlaba una parte estratégica de la llamada Vía de la Plata y resultaba una defensa avanzada del reino de Sevilla. El rey necesitaba utilizar los caminos que venían de Mérida y Badajoz para transportar hombres, armamento y vituallas desde el reino de León al ejército que cercaba Sevilla. El maestre Pelay Pérez Correa pondría el castillo de Montemolín bajo el dominio de Castilla, venciendo una resistencia feroz, en la primavera-verano de 1247 En esta encomienda se irían situando, o incorporándose bajo su jurisdicción más de 1400 kilómetros cuadrados: Monesterio, Fuente de Cantos, Calzadilla, Medina, Puebla del Conde, Calilla, Calera, Segura de León, Fuentes, Cañaveral, Cabeza la Vaca y Arroyomolinos.

Tentudía

En las maniobras tácticas para la conquista de Sevilla, el Rey Fernando III había encargado a los santiaguistas que liberaran de enemigos todo el flanco occidental de la Sierra Morena y dejar expedito el Camino de la Plata para iniciar del asedio definitivo que iría reforzado con la flota de Castilla.

Para limpiar esta retaguardia, Pérez Correa hubo de luchar contra distintas partidas musulmanas en las estribaciones montañosas.

Pero en uno de estos enfrentamientos el contingente moro mostró una resistencia especialmente enconada. Sucedió en un cerro que suponía el punto más elevado de la actual provincia de Badajoz, a 1104 metros de altitud. Era un punto estratégico privilegiado que vigilaba y controlaba una enorme extensión de terreno en el límite entre las tierras extremeñas y andaluzas. La patrulla sarracena luchaba con denuedo en una pequeña meseta de apenas cien metros de diámetro, con grave riesgo para los 300 soldados cristianos que acompañaban a Pelay de desplomarse por las barrancas de la inmensa falda de la montaña. Los santiaguistas parecían ir ganando la batalla, pero no conseguían arrebatarles la posición. La tarde comenzaba a caer, el día se acortaba por momentos. Les faltaba tiempo para la victoria porque la forzosa tregua de la noche se imponía, y eso permitiría la reorganización del enemigo, lo que sería letal para su conquista.

Pelayo Pérez Correa, maestre de la Orden de Santiago

Pelayo Pérez Correa, maestre de la Orden de Santiago

Esto sucedía en 1247, un ocho septiembre en el que la iglesia celebraba el nacimiento de Nuestra Señora. Pelay henchido de fe cristiana y ardor guerrero al ver que el sol se iba ocultando entre las montañas, elevó los ojos al cielo, se arrodilló e imploró con fervor a la Virgen María.

«¡Santa María, detén tu día!». Le estaba pidiendo que detuviese el curso del sol. Aseguran las crónicas que entonces se obró el prodigio y la aparición de la Virgen demoró el crepúsculo y el disco solar se mantuvo enhiesto sobre la raya del horizonte hasta que las tropas cristianas consumaron su victoria. La morisma fue aniquilada y la ocupación del cerro se produjo. Como hemos repetido en ocasiones, lo importante históricamente no es que sucediese o no, o que a día de hoy nada se crea de ello. Lo importante es que la sociedad de ese tiempo así lo creyó y actuó en consecuencia. Por tal motivo llegaron a considerar a Pelay como un segundo Josué, comandante de las tropas israelitas, al que Yahvé ayudó parándole también el sol.

La aparición de La Virgen

Las «apariciones» de la Virgen María son fenómenos que suceden a lo largo de la historia. La Iglesia católica ha reconocido algunas dejando a los fieles libertad de creer en ellas o no. Curiosamente, la primera aparición mariana había sucedido en España y precisamente a Santiago Apóstol: La Virgen del Pilar, en el año 40 en Zaragoza, con la particularidad que María estaba viva por lo que lo hizo «en carne mortal».

'Aparición de la Virgen del Pilar al apóstol Santiago y sus discípulos', de Goya

'Aparición de la Virgen del Pilar al apóstol Santiago y sus discípulos', de Goya

Asimismo, los fenómenos de astros y resplandores relacionados con mensajes cristianos también habían sido relativamente habituales. La estrella de Belén, la estrella de Compostela, la Virgen de Sonsoles o incluso en el siglo XX la reciente de Fátima que se apareció a tres pastorcitos, pero cuyo baile del sol vieron decenas de miles.

Ermita, monasterio de Tentudía y Conventual Santiaguista

En agradecimiento por la intercesión, Pelay mandó construir una ermita y un pequeño convento a honra de la madre de Dios en la cumbre de la sierra a más de mil metros de altura, en el mismo sitio de la gloriosa gesta bajo la advocación de Ten Tu Día. Alfonso X el Sabio (1252-1284) dedicó nada menos que cinco de sus cantigas a ensalzar los milagros de la Virgen de Tentudía, lo que indica que su devoción se propagó en poco tiempo. Lope de Vega, caballero de Santiago, la recordaba con el título El Sol parado.

En 1514 el papa León X elevó al convento al rango de monasterio. Cuatro años después se encargaba para la iglesia de estilo mudéjar un lujoso retablo al prestigioso maestro azulejero italiano Niculoso Pisano. Es uno de los más relevantes ejemplos mundiales de azulejería renacentista.

La comarca se convertiría en uno de los centros más importantes de la Orden de Santiago al erigirse en Calera de León el conventual santiaguista para alojar a los caballeros de la orden. La decadencia llegó, como a tantos lugares patrimoniales, con la hecatombe que supuso en 1836, la desamortización de Mendizábal.

Aunque el paradero final de sus restos se lo disputen hoy dos villas portuguesas, Pelay yace en el Monasterio de Tentudía desde 1510. Así lo dispuso entonces fue el gran maestre de la orden. ¿Y quién era en esa fecha? Pues nada menos que Fernando el Católico, ya que los Reyes Católicos en su extraordinaria creación del estado moderno solicitaron y obtuvieron del papa Alejandro VI la dirección de todas las Órdenes militares en perpetuidad.

Monasterio de Tentudía

Monasterio de TentudíaTurismo Tentudía

Un periplo de sucesos milagrosos

Pelay Correa, dejó en la memoria un reguero de sucesos milagrosos, como ningún otro maestre de la Historia. La leyenda narra su segunda ayuda celestial en Santa María de la Nava. En este caso el prodigio fue mucho más sencillo: en pleno combate un moro cortó con su alfanje las bridas de su caballo. El caballo se desbocó y la batalla estaba a punto de perderse. Sin montura no podía arengar a sus guerreros. En ese preciso instante, la Virgen se apareció y le dio una lezna que es una herramienta usada por zapateros para perforar el cuero e hilo para que las reparara. Hoy la aldea donde sucedió lleva el sobrenombre de la Zapatera y alberga una pequeña imagen de la Virgen con la lezna en la mano. Una Virgen moderna porque la original fue destrozada en 1936.

Otra leyenda cercana al gran milagro sucedió tras la batalla en la misma Sierra de Tentudía. El ejército había quedado exhausto y muy sediento por el gran esfuerzo realizado. Pero carecían de agua para refrescarse y el maestre plantó su lanza en una roca de la que brotó una fuente caudalosa que abasteció al victorioso ejército. El mismo milagro se repetiría en la toma de Sevilla.

Otros dos milagros con intervención divina son muy curiosos y tienen que ver con edificios. Uno de ellos narra que la Virgen María no se habría aparecido en la cima de la sierra, sino en un lugar próximo, conocido como El Humilladero. Allí intentó levantarse la iglesia conmemorativa, pero las paredes que se levantaban, al día siguiente, aparecían destruidas. Discurrieron por ello que la voluntad expresa de la Virgen, después de la batalla, era que su iglesia se hiciera en la cima de la atalaya, la más elevada del entorno para que pudiera ser vista desde toda la comarca y erguirse como bastión espiritual del papel santiaguista.

Hearst y Byrne en Toledo

Hearst y Byne en ToledoHearst Castle/CA State Parks / Flickr

El último milagro sería más moderno, años 30 del siglo XX y especialmente peculiar. Arthur Byne era un anticuario norteamericano que compró decenas de iglesias, palacios, conventos y artesonados españoles y los trasladó a Estados Unidos para decorar mansiones en Florida y California. Su cliente era el millonario William Randolph Hearst para algunos conocido como el Ciudadano Kane por la película de Orson Welles. Hearst, sería uno de los principales responsables del desastre del 98.

En la Segunda República Byne negoció para él la compra del claustro y bóvedas del conventual santiaguista que desde la desamortización estaba en manos privadas. Pero cuando la transacción iba a ejecutarse, algo la paralizó. Algo que podía ser perfectamente posible. Lo sobrenatural es que sucedió nada menos que en cinco ocasiones. Se cerraba la compra y se paralizaba por distintos motivos. En una de ellas incluso estaban ya enumerados los sillares del claustro para su despiece y ser trasladados a Sevilla rumbo a Estados Unidos.

Cuando al fin se prohibió su salida definitiva de España se decidió enviar el claustro y bóvedas a Madrid. De nuevo la operación volvió a frenarse y el conventual de la orden de Santiago se quedó donde estaba. Este apego a la tierra del edificio y los distintos y continuados impedimentos para que saliera de la comarca de Tentudía que le dio su ser también se atribuyeron a la intervención de la Virgen y el Maestre.

Y repetimos: en todas estas leyendas lo importante no fue su verosimilitud, sino que la gente de entonces así lo creyó, contó y actuó en consecuencia.

Un ingente valor diplomático y militar eclipsado por la leyenda

Lo anteriormente narrado conseguiría que las leyendas elevaran a Pay a la categoría de héroe casi sobrenatural. Pero paradójicamente para la Historia esto ha jugado en su contra. Y es que este carácter legendario hizo que fuera relegado injustamente en estudios académicos de enjundia, aunque su valor militar y diplomático, más que documentado, lo consolidase como uno de los personajes más importantes de la Edad Media.

Su carisma y su rango le hicieron estar muy próximo al rey Sancho II y a Fernando III de Castilla que lo eligió por su fortaleza física y moral como tutor y consejero del infante don Alfonso, que sería el gran Alfonso X El Sabio y como su embajador se desplazaría a Roma e intervino en las negociaciones con Portugal por el conflicto por el Algarve. Pelay se relacionó todas las jerarquías eclesiásticas y con los papas Inocencio IV, Alejandro IV, Clemente IV, Urbano IV, Gregorio X y futuro papa Juan XXI y trató con el emperador Balduino de Bizancio.

También su estela legendaria eclipsó su arrojo y valentía como guerrero materializado en decenas de conquistas al frente de sus tropas de caballeros de Santiago en las zonas de guerra y frontera. Desde Murcia, su primera conquista junto con el heredero Alfonso a Mértola y Ayamonte, Plazas del Algarve y Tavira, Chinchilla de Monte-Aragón y el Castillo de Montemolín. También tomó las plazas rebeldes de Cartagena, Lorca, Mula, y Orihuela. Fue un bastión en la conquista de Jaén y uno de los mayores logros de su carrera militar fue la conquista de Sevilla donde tomó la fortaleza de San Juan de Aznalfarache Carmona, Alcalá de Guadaíra y en Sevilla, tuvo a su cargo el cerco de Triana, . Lidió en mil batallas de Norte a Sur y de Este a Oeste. Se le ha llamado «el Cid de la Baja Extremadura», pero con nuestros respetos al campeador, Pelay Pérez Correa lo superó con creces.

Clasto Conventual Santiaguista

Clasto Conventual SantiaguistaTurismo Tentudía

El gran monje guerrero se consagró para la historia como un Militia Christi, soldado de cristo con vocación tanto religiosa como militar, cuya única misión fue el «servicio de Dios», y así lo demostró en la larga vida que dedicó a la orden del apóstol Santiago, patrón de España. La batalla de Tudía acabaría convirtiéndose en el Milagro de Tentudía, y dando nombre a la sierra, a un convento, un monasterio y a la propia Virgen, patrona de la comarca.

En la actualidad la Sierra de Tentudía, junto a su espectacular belleza, exhibe un sorprendente magnetismo telúrico y sigue conservando un cuasi simbolismo solar. Los más ancianos del lugar saben que el monasterio sigue marcando el punto máximo del sol, «Cuando el sol está en Tentudía, Pelay y la Virgen marcan las doce del mediodía».

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