María de Padilla, la amante de Pedro I de Castilla que es conocida como una hechicera en Brasil
Las creencias afro-brasileñas hablan de una seductora hechicera, cuyo origen no es otro que el de ser la desgraciada amante de Pedro el Cruel
Castilla, siglo XIV. El rey Alfonso XI muere dejando un solo hijo legítimo tenido de su esposa, la reina. El joven Pedro se corona como rey de Castilla, pero pronto su carácter y actos hacen que pase a ser conocido como el Cruel entre sus enemigos, y el Justiciero entre sus partidarios. El fallecido Alfonso XI, sin embargo, había tenido más descendencia: ni más ni menos que diez hijos con la que fue el gran amor de su vida, la noble sevillana Leonor de Guzmán. La relación entre Leonor y el rey serviría de inspiración para la ópera La Favorita, de Gaetano Donizetti.
A la muerte del rey, sin embargo, Leonor de Guzmán cayó en desgracia. La reina viuda, María de Portugal, la señaló como causa de los males del reino, acusándola de instigar a los nobles a rebelarse contra el rey, y haciendo de ello una cuestión personal hasta que finalmente fue asesinada por orden de Pedro I. Los hijos de Leonor no perdonaron esta afrenta y se alzaron en armas, encabezados por los gemelos Enrique y Fadrique. Esta guerra civil entre hermanos desangraría Castilla, involucraría a los reinos de Francia e Inglaterra, y acabaría con la muerte de Pedro I y la coronación de su hermano, el hijo ilegítimo del rey, como Enrique II, el primer rey de la dinastía Trastámara.
Durante la guerra, Pedro I trató de conseguir el apoyo de Francia casándose con una sobrina del rey de Francia, Blanca de Borbón. Cuando la joven Blanca llega a Valladolid para celebrar su boda, sin embargo, le contaron que su prometido ni siquiera estaba en la ciudad, sino que se encontraba lejos de allí, celebrando el nacimiento de su primera hija con María de Padilla. Blanca sería después rechazada por el rey, sin que estén claros los motivos, provocando la ira de la casa real francesa, y la desdichada princesa acabaría prisionera en Arévalo, Toledo y Sigüenza.
Pero, ¿quién era María de Padilla, la amate de Pedro I? Esta joven pertenecía a una noble familia castellana, y las crónicas de su época la describen como «muy hermosa, de buen entendimiento, y pequeña de cuerpo». No fue ni mucho menos la única amante del rey, pero sí la que más tiempo mantuvo con él, volviendo a su lado tras otros escarceos. Los cronistas del bando de los Trastámara fueron inclementes con ella, dejando la imagen de una mujer seductora y manipuladora que separó al rey de su esposa y propició la desgracia de Blanca de Borbón. Otros relatos, sin embargo, hablan de su buen corazón y carácter compasivo, que la hizo interceder en numerosas ocasiones para que el rey perdonase a enemigos que había condenado a muerte.
Lo cierto es que Pedro I no se casó nunca con María de Padilla, ni siquiera tras la muerte de su esposa francesa. Sin embargo, tras la prematura muerte de María, y viéndose sin herederos, aseguró que había contraído matrimonio con ella en secreto, con lo cual las tres hijas habidas con su amante pasaban a ser legítimas. Dado que a nadie le interesó cuestionar este supuesto matrimonio, dos de las recién legitimadas princesas casaron con hijos del rey de Inglaterra.
La leyenda de María de Padilla, sin embargo, no terminó con su muerte. En los años posteriores, y antes de que su figura fuese revisada por los historiadores, María fue popularmente considerada como un arquetipo de mujer fatal. Encontramos hoy en día un vestigio de esto en el más insospechado de los lugares: las religiones sincretistas de Brasil. Estas creencias, como la Ubanda y Quimbanda, mezclan elementos del cristianismo con vestigios animistas de las religiones africanas. En ellas se encuentran espíritus, ángeles, hechizos de sanación con elementos cristianos, y se invoca la protección de la Virgen para protegerse de los malos espíritus. Los orixas, o espíritus de la naturaleza, son asociados a santos católicos.
¿Y dónde queda María Padilla? En estas creencias, ha pasado a ser Maria Padilha, una entidad femenina asociada a la hechicería, el sexo, y la reproducción, que viste de rojo y negro y que proporciona suerte en las conquistas amorosas a cambio de ofrendas como rosas, maquillaje, bisutería, champán o cigarrillos. Un curioso destino para una noble castellana del siglo XIV.