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Catedral Metropolitana de la Ciudad de México

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Universidades, hospitales o catedrales: la prueba viva de que México era una gran metrópoli en época virreinal

Ciudades mexicanas como Mérida, Puebla, Guanajuato, Durango o Morelia muestran con sus edificios el diálogo de siglos entre ambas culturas

Claudia Sheinbaum, la presidenta electa de México, sigue la estela de su predecesor, Andrés Manuel López Obrador, y exige a España que pida perdón a su pueblo por «la conquista española», que dejó «muchas masacres y violencias». Por ello, firme a este discurso, Sheinbaum ha indicado que excluye al Rey de España, Felipe VI, de la ceremonia de investidura que tendrá lugar el próximo 1 de octubre.

Sin embargo, «España generó un mundo, no una conquista», considera el académico mexicano Juan Miguel Zunzunegui en numerosas ocasiones a través de sus redes sociales para combatir esta narrativa negrolegendaria que refleja los múltiples recelos históricos hacia España. Y frente a la visión de una España opresora, Zunzunegui muestra a través de sus cursos y vídeos en redes sociales una España que, con su llegada, trae un humanismo renacentista que «se hunde en la tierra americana», donde germinan «diferentes versiones de España» porque se mezclan con «una cultura indígena originaria diferente», es decir, España se replica en América y solo basta con mirar las ciudades, los templos, las universidades…

Ciudades mexicanas como Mérida, Puebla, Guanajuato, Durango o Morelia muestran con sus edificios el diálogo de siglos entre ambas culturas. Podríamos mencionar la Real Y Pontificia Universidad de México, fundada durante los primeros años de la presencia española en Nueva España (concretamente en 1551). Fue reflejo de la Universidad de Salamanca y una de las primeras que se fundaron en el Nuevo Mundo: «Las persistentes solicitudes hechas por las autoridades eclesiásticas y civiles de la Nueva España, por establecer en la Ciudad de México una universidad de estudio de toda ciencia, donde pudieran asistir los hijos de españoles y naturales, para que se pudieran ocupar en ejercicios virtuosos y no a la ociosidad, fueron finalmente escuchadas por la Corona de España, quien concedió la fundación de la Universidad de México por albalá el 21 de septiembre de 1551», recoge la propia página web del gobierno de México.

Asimismo, se podría hablar del primer hospital en todo el continente americano que se encuentra en la ciudad de México y que fue construido por órdenes de Hernán Cortés en 1524 para atender al pueblo sin distinción entre españoles, indígenas ni castas. Nos referimos al actual Hospital de Jesús. También cabría mencionar la catedral de la Asunción de María de México, de la que se puso la primera piedra en 1571, durante el reinado de Felipe II y que, debido a su prolongado tiempo de construcción, casi todos los principales arquitectos, pintores, escultores, doradores y demás artistas plásticos del virreinato trabajaron en algún momento en su edificación.

No en vano, Zunzunegui acierta al recordar que «el oro que nos robaron está en las catedrales, los retablos y obras de arte, las universidades, las escuelas, los hospitales y las ciudades que nos dejaron los españoles».

Pero el legado español en México y la historia común de 300 años no solo se ciñe a esto. La ciudad de México en los siglos XVII y XVIII era una de las más adelantadas, ricas y cosmopolitas de todo el planeta, con una renta per cápita más alta que la de las colonias inglesas del nordeste y en donde se produce una explosión de artistas, escritores, arquitectos y científicos sin parangón.

Así lo hace entrever Emilio Lamo de Espinosa en la obra que coordina llamada La disputa del pasado: España, México y la leyenda negra. Una obra en la que participan historiadores como María Elvira Roca Barea o Tomás Pérez Vejo. De Espinosa llega a afirmar en una entrevista que «México era una auténtica metrópoli imperial, mucho más que Madrid entonces, con comercio potente tanto con Europa como con Asia». Esto fue posible gracias a que por medio de la ruta del galeón de Manila, México se convirtió en centro del comercio mundial.

En este sentido, José Luis López-Linares nos recuerda en su documental España. La primera globalización, que el caso de México no fue un caso aislado, sino que «en el Imperio español, las supuestas colonias –que no lo eran, porque eran virreinatos con igualdad de derechos–, eran más ricas que la supuesta metrópoli. Ciudades como Lima o Veracruz eran más grandes que la mayoría de las ciudades europeas de su tiempo». Del mismo modo, Roca Barea apunta en dicho documental que Nueva España acumulaba las mayores reservas de oro y plata de todo el mundo, hasta que, a comienzos del siglo XIX en los procesos de independencia, los ingleses se las arrebataron.

Por ello, como ya se indició en un artículo publicado en El Debate sobre el legado español en México: «Conviene no olvidar todo esto porque, frente a los discursos negrolegendarios, la realidad es que México tiene muchas razones para sentirse orgulloso de su periodo novohispano».

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