Los mayores desastres naturales de la historia de España
España ha sufrido a lo largo de su historia grandes temporales, terremotos, erupciones... que han marcado ciertos años y lugares. A continuación, algunos de los que más daños causaron
Las peores catástrofes naturales de la historia de España han marcado ciertos años y lugares, como la reciente «gota fría», una DANA que ha traído intensas lluvias e inundaciones afectando especialmente a la provincia de Valencia y de algunas regiones de Castilla-La Mancha, cobrándose la vida de más de 158 personas en toda España.
Tristemente, España ha sufrido a lo largo de su historia grandes temporales, terremotos, erupciones... A continuación, algunos de los que más daños causaron.
Aunque la Península Ibérica no se encuentra entre los territorios con más riesgo de actividad sísmica, sí que ha registrado algunos que han causado muchos daños como el que tuvo lugar en Lisboa en 1755, uno de los desastres naturales más mortíferos que el mundo haya contemplado. Con una magnitud de 9.0 MW, este sismo destrozó la capital portuguesa y ocasionó daños y muertes en muchas ciudades españolas de la costa sur. Los informes de la época registraron más de 5.000 muertos en nuestro país, siendo Ayamonte y Lepe, provincias de Huelva, las dos localidades más afectadas.
Según algunos estudios, se estima que el número de víctimas en el terremoto de 1755 oscila entre los 30.000 y las 40.000 personas solo en Lisboa. Otras fuentes elevan la cifra a 90.000 víctimas en total, incluyendo otras áreas afectadas.
El que es considerado como el peor terremoto de la historia de España ocurrió en 1522 en Almería con una magnitud de 7 en la escala de Richter y una fuerza de 10 puntos, la más devastadora. Según los datos de la época, su efecto fue desolador: cambió la fisonomía completa de Almería capital, secó fuentes naturales, movió montañas y se extendió a otras 80 poblaciones cercanas e incluso hasta Granada, causando daños hasta en la Alhambra. Se estima que el número de víctimas mortales a consecuencia de este desastre natural fue alrededor de 2.500.
En el mes de marzo de 1829 se registró uno de los «terremotos más importantes en España», según reconoció el Instituto Geográfico Nacional. El terremoto de Torrevieja fue un violento movimiento sísmico que tuvo lugar en distintas localidades de la provincia de Alicante. Con una magnitud de 6.6 en la escala Richter, dejó casi 400 víctimas, centenares de heridos y miles de casas destruidas en diferentes poblaciones.
Años después, otro de los terremotos en España más mortales sucedió en Granada en 1884, que registró una magnitud estimada de entre 6.7 y 7 MW y provocó la muerte de 839 personas. La localidad de Arenas del Rey, epicentro del sismo, fue totalmente destruida: se derrumbó el 90 % de las casas y el resto sufrió daños muy graves. Se contabilizaron 135 muertos y 253 heridos. Por otro lado, Alhama de Granada fue la población con mayor número de víctimas, 463 muertos y 473 heridos y más del 70 % de las casas se derrumbó.
España también ha vivido grandes inundaciones. Una de las peores aconteció el 26 de enero de 1626, cuando sucedió la llamada riada de san Policarpo que afectó la ciudad de Salamanca al desbordar el río Tormes después de la fusión de las nieves de las sierras de Gredos y Béjar, lo que hizo aumentar el caudal de manera repentina. Durante el suceso quedaron destrozadas iglesias, infraestructuras y viviendas. Fallecieron un total de 142 personas.
Otra importante riada fue la de santa Teresa el 15 de octubre de 1879, una inundación que batió récords en la cuenca del río Segura: en tan solo unas horas se desarrolló una gran riada que alcanzó los 1.890 m³/s en la capital murciana, más de 2.000 m³/s en Orihuela. Como consecuencia, la ciudad de Murcia se vio totalmente anegada por el Segura, más de 5.000 viviendas quedaron destrozadas y hubo alrededor de 800 muertos en Murcia, 300 en Orihuela y varias personas en las localidades de Lorca, Cieza y Librilla murieron durante la catástrofe.
En el siglo XX, hubo dos grandes tormentas que acabaron en tragedia. La primera ocurrió en el mes de octubre de 1982 cuando las lluvias torrenciales afectaron a la cuenca del Júcar, la Comunidad Valenciana y a la Región de Murcia y como consecuencia, la presa de Tous empezó a desbordarse. La crecida de agua llegó a los 16.000 metros cúbicos por segundo y en las poblaciones más cercanas al pantano el agua ascendió hasta los ocho metros de altura. La catástrofe se cobró la vida de 30 personas.
La segunda tuvo lugar en Aragón el 7 de agosto de 1996 en el camping Las Nieves de Biescas cuando el río Arás se desbordó por culpa de una fuerte tormenta. El agua destrozó los puentes de las pedanías de Aso y Betés, así como las presas de contención, lo que taponó la canalización del barranco. Como consecuencia, el agua se precipitó hacia la zona de acampada en la que se alojaban 630 personas de las cuales fallecieron 87 –27 eran niños–.
Pero España también ha vivido grandes borrascas, erupciones y tornados. Y así, de este último fenómeno meteorológico tenemos constancia del ocurrido en Cádiz en 1671, el más destructivo que se conoce en toda la historia de España. Popularmente se conoce como el «Huracán de Cádiz» y destruyó numerosas embarcaciones, derribó casi un tercio de las edificaciones de la capital gaditana y costó la vida de más de 60 personas. «En apenas unos minutos levantó los tejados de las casas, arrancó rejas y derribó muros de gran espesor, asolando todo lo que encontraba a su paso», describió el capitán de navío y escritor del siglo XIX Fernández Duro en su obra Armada Española.
Siglos más tarde, la capital, Madrid, viviría un episodio parecido en 1886 que afectó el por entonces municipio de Carabanchel Alto, Carabanchel Bajo y la propia ciudad de Madrid, provocando daños materiales y 47 víctimas mortales, según algunas fuentes. Años después, Benito Pérez Galdós haría mención de este suceso en su novela Misericordia (1897).
Según el Instituto Geográfico Nacional (IGN), aunque en España existen varias zonas volcánicas como son las Islas Canarias, la comarca de La Garrotxa (Gerona), Cabo de Gata (Almería), Cofrentes (Valencia), las Islas Columbretes (Castellón) y Campos de Calatrava (Ciudad Real); solamente en las dos primeras se han producido erupciones volcánicas durante los últimos 10.000 años.
Entre las peores se encuentra la erupción de Trevejos, también llamada de Garachico o de Arenas Negras en 1706. Duró 40 días y provocó daños a las poblaciones de El Tanque, San Pedro de Daute y principalmente a Garachico. El investigador tinerfeño Pedro Tarquis Rodríguez se refirió a esta erupción y sus consecuencias como «la Pompeya canaria». Y más reciente está la de La Palma de 2021 que volvía a expulsar lava después de cincuenta años en silencio.
El volcán, ahora conocido como Tajogaite, en el Dorsal de Cumbre Vieja, inició su erupción el 19 de septiembre y se prolongaría durante 85 días, aunque los días previos ya comenzó a haber una pronunciada actividad sísmica. Unas 7.000 personas tuvieron que ser evacuadas de sus hogares, y la lava destruyó cientos de casas, edificios y carreteras. Además, miles de personas tuvieron que confinarse para protegerse de los gases que expulsó el volcán cuya contaminación atmosférica ha tenido efectos nocivos en la salud de los habitantes de la isla.
2021 también será recordado por la borrasca bautizada como Filomena, una de las mayores nevadas presenciadas en nuestro país –aunque para grandes nevadas la de Alicante en 1926 o en Baleares en 1956–.
En total fueron 36 horas en las que nevó sin interrupción que sepultaron hasta ocho provincias. El grosor alcanzó entre 30 y 50 centímetros que bloquearon muchas carreteras, dejaron hospitales aislados y destrozos considerables. Además de nieve, en algunos puntos de Andalucía se registraron lluvias torrenciales. Se batieron récords de temperatura con una ola de frío que duró hasta el 20 de enero. Y hubo al menos cuatro víctimas mortales.
También cabe mencionar que un año atrás, en 2020, la borrasca Gloria, que trajo un temporal de viento, lluvia y nieve, dejó al menos 13 fallecidos. En algunas zonas de Alicante y Valencia se emitieron avisos de rachas de viento de nivel rojo, así como de fenómenos costeros y por acumulación de más de 20 a 50 centímetros de nieve.
Por otro lado, hubo múltiples desbordamientos de ríos e incluso el delta del Ebro quedó totalmente inundado. Asimismo, se documentó un oleaje con una altura media de 14,77 metros en la boya de Mahón y 8,44 metros en la boya de Valencia.