El plan nazi para deportar a todos los judíos de Europa y confinarlos en la lejana isla de Madagascar
El führer había visto en este Plan la oportunidad para realizar una gran campaña de propaganda política con la que se mostraría al mundo la gran «generosidad del Reich al regalar un estado soberano a una raza que no lo ha tenido durante miles de años»
Apenas habían transcurrido dos días de la oleada de violencia antisemita conocida como la Noche de los cristales rotos en la que miembros de los grupos paramilitares del Partido Nazi atacaron las comunidades judías quemando sus sinagogas, atacando casas y destrozando el interior y los escaparates de sus negocios; cuando Hermann Göring anunció el 12 de noviembre de 1938 los planes que tenía el régimen nazi de convertir Madagascar en el «Hogar de los judíos».
Este perverso proyecto se enmarcaba dentro de las primeras «soluciones» que plantearon para el «problema judío»: en un principio, sobre todo durante la década de 1930, trataron de obligar a los judíos a emigrar, pues algunos altos mandos como Heinrich Himmler opinaban que «exterminar físicamente a un pueblo es antigermano», según explica la historiadora Teresa María Mayor Ferrándiz en la Revista de Claseshistoria.
En este sentido, el ministro de Propaganda Joseph Goebbels escribía en 1937 que «los judíos deben marcharse de Alemania, en realidad, de toda Europa. Esto lleva sin duda un tiempo, pero debemos hacerlo y lo haremos. El führer está firmemente decidido». También Alfred Rosenberg, uno de los principales ideólogos del nazismo, señaló en su obra El mito del siglo XX que convertir la isla africana de Madagascar en un gigantesco campo de concentración resolvería definitivamente «la cuestión judía».
Crear un gigantesco gueto para judíos
La propuesta consistía en evacuar a unos cuatro millones de judíos europeos –unos 1.500 judíos diarios, un millón por año, durante cuatro años– y confinarlos en la lejana isla situada en la costa suroriental del continente africano, en el océano Índico, donde perderían su ciudadanía europea y tendrían un gobierno propio, pero controlado por militares alemanes. De esta manera, según creyó Franz Rademacher, quien redactó el Plan Madagascar –como era conocido– al ser responsable de los Asuntos Judíos del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán, se cumplía con dos objetivos fundamentales: «expulsarlos de los territorios ocupados por Alemania y, simultáneamente, tenerlos bajo control».
Madagascar llamó la atención del régimen nazi por su insalubridad. Asimismo «la fiebre amarilla estaba firmemente arraigada en la isla, lo que consistía todo un atractivo para los nazis», comenta la historiadora en su artículo titulado Los planes nazis 'Madagascar' y 'Siberia' para deportar a los judíos europeos. Además, su clima subtropical sería demoledora para cualquier población. Por otro lado, Rademacher pensó que esta remota isla alejada del mundo serviría para evitar que los judíos se mezclaran con otros pueblos.
Sin embargo, el proyecto todavía era inviable en 1938: la guerra no había empezado y Francia no había sido ocupada por lo que Madagascar seguía siendo colonia francesa. «Francia deberá poner la isla de Madagascar a disposición de una solución a la cuestión judía, y asimismo reinstalar y dar compensaciones a los aproximadamente 25.000 ciudadanos franceses que viven allí. La isla será transferida bajo mandato a Alemania», rezaba el documento redactado por Rademacher.
No sería hasta 1940, tras la invasión de parte de Francia y su derrota en junio de ese mismo año cuando el Plan Madagascar retomó su fuerza. Y el responsable de Asuntos Judíos del Ministerio de Asuntos Exteriores aprovecharía para escribir a Hitler que «la victoria se acerca y Alemania debería hacer posible –en mi opinión tendría que ser un deber– que todos los judíos se marchasen fuera de Europa».
Por su parte, Himmler confesó en sus Reflexiones sobre el Tratamiento de los Pueblos de Razas Extranjeras en el Este que esperaba que «el concepto de judíos se extinga por completo con la posibilidad de un gran emigración de todos los judíos a África o a alguna otra colonia». Y en 1941, Hitler y su ministro de Asuntos Exteriores, Joachim von Ribbentrop, presentaron el plan a sus colegas italianos Mussolini y el conde Galeazzo Ciano.
El führer había visto en este Plan la oportunidad para realizar una gran campaña de propaganda política con la que se mostraría al mundo la gran «generosidad del Reich al regalar un estado soberano a una raza que no lo ha tenido durante miles de años», según recoge el historiador Xavier Casals en su artículo Plan Madagascar: el Israel que soñaron los nazis publicado en Clío: Revista de historia.
El proyecto acabó estancándose tras no haber logrado conquistar Gran Bretaña, pues Hitler pretendía utilizar los buques de la Royal Navy para trasladar a los judíos a la isla africana. Sin medio de transporte, el führer no tuvo más remedio que recular. Además de la falta de rutas marítimas y el bloqueo de éstas por parte de los ingleses, dos años más tarde los hombres de Churchill desembarcaron en Madagascar para tomar posesión de la isla, lo que supondría el golpe final que sepultó el plan.
África, una cárcel para los judíos
Según explica Mayor Ferrándiz, la idea de «enviar» a los judíos al continente africano «no es nueva». Ya en el año 1816, el barón Karl von Stein propuso «expulsar a los judíos de Alemania» y «poblar con ellos 'la costa del norte de África'». Años más tarde, en 1885, el erudito alemán Paul de Lagarde habló de enviar a esta Madagascar a los judíos, a quienes consideraba «parásitos dignos de ser exterminados y con la mayor rapidez». De hecho, cuando la idea de una deportación de la comunidad judía lejos de Europa empezó a surgir, una comisión polaca realizó una estancia en Madagascar para estudiar la viabilidad de la propuesta.
Pero a medida que la Segunda Guerra Mundial fue avanzando, los altos mandos nazis cambiaron de opinión sobre la emigración forzosa como solución al problema judío y en 1942 tuvo lugar la Conferencia de Wannsee que reunió a 15 altos cargos nazis para planificar la «solución final»: la detención y exterminio de más de seis millones de judíos, considerados una raza «inferior».