Picotazos de historia
Baias, una increíble ciudad sumergida en el golfo de Nápoles
Fue un importante centro de recreo de las clases rectoras de Roma y su puerto un centro estratégico de la armada romana
En el área metropolitana de Nápoles, entre la Punta Laterna coronada con el castillo aragonés y la Punta Epitafio, se encuentra un antiguo cráter volcánico medio sumergido por las aguas. Este lugar paradisíaco fue elegido por los habitantes de la ciudad de Cumas (en la Magna Grecia, que era como se conocía a la isla de Sicilia entonces) para construir en él una colonia. La nueva ciudad sería conocida como Baias (o Bayas), aunque el historiador y cronista Bartolomeo di Neocastro, en su obra Historia Sicula, escrita en el siglo XIII, afirma que el primer nombre que tuvo la ciudad fue Filópolis.
Parece que el cambio de nombre se dio durante la ocupación por los romanos y hace referencia a la calidad de las aguas y de los baños de la zona. Hay otra teoría que afirma que el nombre viene de Baios, que era como se llamaba el timonel de la nave de Odiseo o Ulises. En 1969 se encontró una estatua que se considera que representa al protagonista de la Odisea de Homero.
El bradisismo es un fenómeno geológico consistente en la subida o bajada del nivel del suelo debido a las fluctuaciones de volumen de una masa magmática en el subsuelo. Es un fenómeno que se produce de manera muy rápida en términos geológicos. Solo unos pocos cientos de años. Desde la erupción del Vesubio (año 79 d.C.) hasta el siglo VII se produjo un fuerte bradisismo en la zona que hundió en el mar a la mayor parte de la costa entre Pozzuoli y Cumas. La ciudad de Baias fue tragada por las aguas en su totalidad, excepto por una pequeña área de sus astilleros donde se alojaban los calafateadores (encargados de impermeabilizar los cascos de los barcos con brea o pecina) y que por ese motivo es conocida como Peciola.
Baias fue un importante centro de recreo de las clases rectoras de Roma y su puerto un centro estratégico de la armada romana. Las villas de los magnates florecieron y los más importantes personajes –César, Pompeyo, Lúculo, Craso, Claudio, etc– tuvieron en Baias una residencia estival o de recreo. Por supuesto la ciudad fue blanco de moralistas como Séneca debido a lo disipado que era el paisanaje y lo relajado de sus costumbres. Como una Ibiza de los ochenta, en cachondeo continuo.
Con el tiempo la ciudad perdió su fama de desenfreno pero mantuvo la calidad de sus aguas y la belleza de su entorno, hasta el día que desapareció bajo las aguas. Poco a poco también fue desapareciendo de la memoria, aunque quedaron restos en la costa que mostraban que allí había estado un centro importante. Estos restos, meros vestigios en comparación con la ciudad, eran de una altísima calidad. Así continuaron las cosas hasta que, en 1941, el piloto Raimondo Baucher realizó unas fotografías aéreas de la zona por encargo de la Regia Marina.
Al revelarlas mostraron que, a unos 23 kilómetros al norte de Nápoles, había un amplio conjunto de estructuras ocultas por las aguas del Mediterráneo: la ciudad de Baias había sido descubierta. Hubo que esperar el fin de la guerra, y una dura posguerra, para iniciar excavaciones en el parque arqueológico submarino de Baias, y este se reveló como poseedor de una enorme riqueza artística e histórica.
Si tienen la oportunidad no duden en visitar esta joya que nos ha legado la antigua Roma, injustamente eclipsada por las ruinas de Pompeya y Herculano, y sus dos áreas definidas de restos arqueológicos: la terrestre (templos de Diana, Venus, Mercurio, etc) y su increíble ciudad sumergida.