
Detalle de Festa di Pales, recreación de la fiesta de la diosa Pales, Joseph-Benoit Suvée
¿Qué eran los Palilia? El ritual de purificación que celebraban los antiguos romanos con ceniza
Los cristianos de los primeros siglos tomaron el lenguaje simbólico universal, también en este caso para la ceniza
A estas alturas, a nadie se le debe escapar que los cristianos no se han inventado nada, ni se han sacado tradiciones y rituales de la manga. No, este no es uno de esos artículos que pretenden apoyar ideas acerca de la apropiación y reutilización por parte de los cristianos de festividades o símbolos paganos, que renombraron en su propio beneficio como si todo lo anterior no hubiera existido. Eso está superado.
Por el contrario, los cristianos recurrieron a todas esas formas válidas ya conocidas de expresión de lo sagrado, los elementos y los rituales que la mente humana tenía ya bien asentados. La ceniza, por ejemplo, es uno de esos elementos. Si los cristianos de los primeros siglos hubieran tomado este arcaico símbolo, tan cargado de significado, y lo hubieran utilizado para arrojar al aire al paso de una imagen (sustituyendo así la secular labor desempeñada por los pétalos de rosa) habría sido, como poco, extraño, y nadie en la época lo habría entendido. Los cristianos de los primeros siglos tomaron el lenguaje simbólico universal, también en este caso para la ceniza.
El Miércoles de Ceniza (Feria Quarta Cinerum, como se denomina oficialmente en latín) tuvo un origen ciertamente tardío, medieval, aunque bien arraigado en la más antigua tradición judía. En la Biblia sobreabundan los ejemplos, especialmente veterotestamentarios, en los que la ceniza es utilizada como poderoso símbolo de arrepentimiento, duelo y penitencia, como demuestra este extracto del primer libro de los Macabeos: «Aquel día ayunaron, se vistieron con un sayal, esparcieron ceniza sobre sus cabezas y rasgaron sus vestiduras» (1 Mac 3, 47), y no es menos elocuente el libro de Jeremías: «¡Cíñete un cilicio, hija de mi pueblo, y revuélcate en la ceniza, llora como por un hijo único, entona un lamento lleno de amargura!» (Jr 6, 26).
Muchísimos más ejemplos alberga el Antiguo Testamento, y el Nuevo, como continuador y culminador de aquel, también lo hace: «¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros realizados entre vosotros, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y sentándose sobre ceniza» (Lc 10, 13). De hecho, las palabras que el evangelista pone en boca de Jesús parafrasean las de Jeremías, estableciéndose un orden entre, primero, ceñirse un cilicio, y segundo, revolcándose/sentándose sobre cenizas.Ahora bien, en el ámbito judío las cenizas son únicamente un símbolo que representan arrepentimiento y duelo, pero ni imprimen carácter ni tienen una procedencia concreta (una planta, un animal): son meras cenizas. En el cristianismo, se hereda la inoperancia de las cenizas, pero con un toque muy romano (precristiano), que es su inclusión en el culto, así como su procedencia concreta (en caso cristiano, de las palmas del Domingo de Ramos del año anterior). Y es que para los romanos las cenizas sí eran un elemento fundamental en varios rituales importantes de la Ciudad, no una mera representación o símbolo. Así lo señala la principal fuente con que contamos para las fiestas y rituales de la Roma precristiana: Publio Ovidio Nasón.

Grabado holandés del siglo XVI que representa a Pales junto a elementos característicos de la agricultura y la ganadería
En su Fasti, el gran autor contemporáneo de Augusto recogía la importancia de la ceniza (y una concreta, de hecho, no una cualquiera) para la preparación de un suffimen (mezcla para asperjar) utilizado durante la festividad de origen pastoril de los Palilia, o Parilia, celebrada anualmente el 21 de abril, coincidiendo con la fiesta de celebración por la fundación de Roma: «Pero cuando los oficiantes han extraído las vísceras a los novillos y han colocado esas entrañas cortadas en los fuegos humeantes, la vestal de mayor edad quema en el fuego a los novillos, para que su ceniza purifique a los pueblos el día de Pales» (Ovidio, Fastos, IV, 637-640).
El día de la diosa Pales (Palilia), deidad protectora de pastores y rebaños, la ceniza de ternero (vitulo cinerem), animales sacrificados en la fiesta de los Fordicidia, tenían un papel fundamental como elemento purificador que, junto a otros dos elementos, las vestales debían –ellas y únicamente ellas– mezclar, para crear el citado suffimen.
Vesta, diosa del fuego y del hogar, era la deidad protectora de todo aquello que debía pasar por los hornos y los hogares, esto es, por el fuego doméstico, así como todo aquello que tuviera como finalidad la purificación; sus sacerdotisas, las vestales, eran las encargadas de llevarlo a cabo: «Verdad es que muchas veces te he traído a manos llenas la ceniza de un novillo y las pajas del haba, medios puros de expiación […], anda a buscar, pueblo, el sahumerio del altar virginal. Vesta te lo dará, por el don de Vesta serás puro. Los materiales para ese sahumerio serán la sangre de un caballo y la ceniza de un ternero; el tercer ingrediente, el tallo vacío de un haba dura. Pastor, purifica al caer la tarde a tus ovejas hartas» (Ovidio, Fastos, IV, 725-735).
Así pues, la ceniza es un elemento fundante, y no sólo representativo, en la importante fiesta de los Palilia y el ritual que aquí se llevaba a cabo. Esta es una diferencia sustancial con el ámbito judeocristiano.
Además, esta festividad del calendario religioso romano estaba envuelta –en palabras del gran estudioso de la Roma antigua, José Guillén– «en un ambiente de sencillez y de paz […]. Todo ello iba acompañado de súplicas […]: se pide protección para los rebaños y perdón por las culpas cometidas en el año que termina». En este sentido, Ovidio recoge la siguiente súplica: «Concede el perdón de mi culpa» (Ovidio, Fastos, IV, 755).
El poeta insta a recitar fórmulas a Pales tras enumerar toda una serie de posibles faltas de orden pastoril cometidas durante ese año, como haberse dormido bajo un árbol sagrado o haber entrado con las ovejas a pastar entre las tumbas. Así pues, la fiesta de los Palilia tenía como fin último la purificación, aunque centrada en el campo y los rebaños, y en su ritual las cenizas eran elemento fundamental.
Si bien es verdad que el Miércoles de Ceniza cristiano y los Palilia romanos nada tienen que ver entre sí, no deja de ser interesante apreciar las similitudes, o paralelismos, que el alma humana entreteje sin darse cuenta mediante la expresión religiosa, en este caso visto a través de la ceniza.
Si en el ámbito judío las cenizas solo desempeñaban un papel representativo, para indicar arrepentimiento y duelo, sin asociación alguna al culto, y en el ámbito romano las cenizas eran fundamentales en la preparación y desarrollo de un rito muy concreto, en el cristianismo, con el Miércoles de Ceniza, la representatividad del arrepentimiento y la culpa heredada del judaísmo se «romaniza» mediante su inclusión en el culto, y en uno concreto, que es la imposición de la ceniza. Ceniza, por otra parte, que no imprime carácter, solo simboliza el compromiso interior del creyente.