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Devastación en Halifax dos días después de la explosión

Devastación en Halifax dos días después de la explosión

Picotazos de historia

El marinero que voló más de un kilómetro durante la explosión de Halifax de 1917

La historia de Charles J. Mayers ha inspirado un corto nominado al Oscar

En la edición del año 2023 de los premios que anualmente concede la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos de Norteamérica —y que popularmente se conocen como los Oscar—, fue nominada en la sección de Mejor Corto Animado una película que ya venía con galardón de la National Film Board. El corto estaba dirigido por Amanda Forbis y Wendy Tibby, y mezclaba la actuación de actores reales con animaciones.

La historia que nos cuenta es una historia real: le sucedió al marino mercante Charles John Mayers (1898–1959), cuando contaba con veintidós años de edad durante aquella trágica jornada del 6 de diciembre de 1917 en el puerto de la ciudad canadiense de Halifax, cuyos sucesos ya les expliqué en un artículo anterior.

En ese mencionado artículo les revelé los trágicos sucesos ocurridos cuando un barco cargado de explosivos explotó en el puerto de la ciudad, en lo que ha sido la mayor explosión generada por el ser humano hasta el descubrimiento de la energía atómica. Así de grande fue el 'petardazo', ya que desarrolló una energía equivalente a la explosión de tres kilotones de dinamita. La explosión arrasó con todo lo que encontró en un amplio radio y dejó un espeluznante balance de unos dos mil muertos y más de nueve mil heridos. Muchos de los heridos quedaron tuertos o ciegos debido a las heridas ocasionadas por las astillas de madera o los trozos de vidrio que arrastró la onda expansiva.

Ese día, Charles John Mayers estaba en el puerto de Halifax, a bordo del SS Middleham Castle, en donde ejercía labores de tercer oficial. Para él, era su primera travesía ejerciendo estas funciones. Desconozco cuál era la carga del mercante. Sé que arribó a Halifax el 24 de noviembre y que estaba bajo el mando de un capitán de apellido Kelly. Estaba previsto que el SS Middleham Castle pasara por el dique seco para una revisión y limpieza de su casco antes de continuar con su viaje, cuyo destino era la ciudad de Nueva York. En el momento del suceso, el SS Middleham Castle estaba atracado frente al dique seco.

Como les mencioné antes, el joven Mayers estaba disfrutando de esta, su primera navegación como tercer oficial. Estaba en el puente de su barco y, debido a las frías temperaturas de esas latitudes, vestía recias ropas, se abrigaba con un grueso abrigo marinero y calzaba fuertes botas bien anudadas. Apenas había salido al puente cuando presenció la colisión entre el SS Imo, de Noruega, y el SS Mont-Blanc, de Francia. Precisamente este último era el barco que transportaba explosivos y material inflamable, pero no enarbolaba gallardete alguno que avisara de semejante carga, por lo que poca gente —la tripulación, el jefe del puerto y pocos más— estaba al tanto de ello.

Viendo cómo estallaba un incendio a bordo del SS Mont-Blanc, al poco de la colisión, y que encallaba cerca del muelle número 6, que estaba a poco más de ciento cincuenta metros del lugar de atraque del SS Middleham Castle, Mayers decidió bajar a tierra y acercarse por si podía ayudar.

Pirocúmulo producido por la explosión

Pirocúmulo producido por la explosión

A medida que empezó a aproximarse al barco en apuros, Mayers comenzó a sentirse más y más inquieto. Apenas se había acercado unos cincuenta metros cuando dio media vuelta y corrió de vuelta a su barco. En el puente se encontró con su segundo oficial, y estaba explicándole la mala espina que le daba todo lo sucedido cuando se desató el infierno.

Se conserva el testimonio que prestó Mayers durante las investigaciones previas al posterior juicio, así como el que dio durante el desarrollo del mismo, en la búsqueda de dilucidar las causas y responsabilidades.

Récord mundial de vuelo sin motor

Según su testimonio, Mayers se encontraba en la cubierta del SS Middleham Castle cuando, de repente, todo se volvió negro. No oyó ninguna explosión y tenía la sensación de estar girando en el aire y de que objetos le golpeaban por todo el cuerpo. De repente, sintió un fuerte golpe en el costado izquierdo.

Este golpe fue el que recibió al aterrizar en la cima de la colina Needham, en el centro de la ciudad de Halifax y a casi un kilómetro de distancia de donde estaba atracado el barco.

Mayers se encontraba en un estado lamentable. Completamente desnudo, excepto por sus botas, su cuerpo reflejaba todo tipo de heridas y abrasiones, producto del impacto de múltiples objetos. Afortunadamente, ninguna de sus heridas era grave, pero se encontraba desnudo, aterido, contusionado, empapado y temblando. En la colina Needham no estaba solo. Como él mismo relató después, fue testigo de terribles escenas que recuerdan a las de los supervivientes de los peores bombardeos de la Segunda Guerra Mundial.

El herido tercer oficial pudo encontrar unos pantalones y una gabardina con los que cubrirse, pero apenas podía andar y notaba cómo sus pies se estaban hinchando dentro de las botas. Habló con una niña, que más tarde se pudo identificar como Barbara Orr, de catorce años de edad y que ese día perdió a toda su familia. Fue ayudado por un marinero del mercante Niobe, ante el que se identificó como oficial de un barco, quien lo ayudó a trasladarse a un centro de socorro.

Dentro de los escasos casos similares que podemos encontrar a lo largo de la historia –la inmensa mayoría de ellos producidos durante el final del siglo XIX y a lo largo del siglo XX–, el de Mayers está considerado como el del hombre que ha sido arrojado a mayor distancia, o como el que ha sido enviado más lejos, y sobrevivió para contarlo. Un récord para el Libro Guinness. Una pequeña historia que terminó bien en medio de un desastre general.

Mayers continuó con su vida marinera, pero hasta el final de sus días cargó con el mote del «marinero volador» (flying sailor), broma poco traducible y ligada a la leyenda marinera del Flying Dutchman, que en español conocemos como el Holandés Errante. Pero eso ya es otra historia.

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