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Primer Ministro de Australia Scott Morrison en visita a EEUU

Primer Ministro de Australia Scott Morrison en visita a EEUUDrew Angerer / Getty Images via AFP

AUKUS

Hacer de Australia una potencia naval

La transferencia de tecnología nuclear por parte de Estados Unidos supone una indudable mejora de los sumergibles australianos

El compromiso comercial entre Canberra y París ahora anulado -que se firmó en 2016- suponía la compra de 12 submarinos convencionales propulsados por diésel al conglomerado francés naval por un valor inicial de 31.500 millones de euros. Cuando se anunció, el proyecto era el más caro en la historia de la Fuerza de Defensa Australiana. 

El Instituto Australiano de Política Estratégica predijo que cada submarino costaría entre 1.4 y 3.04 mil millones de dólares. Cálculos posteriores de la empresa francesa Naval Group valoraron el total del acuerdo en 55.611 millones de euros. En resumen, los costes crecieron por encima de los presupuestados y el gobierno australiano también habló de plazos incumplidos.

La opción australiana original por los submarinos diésel y eléctricos respondía a que Australia no es una nación atómica. En la propulsión submarina se presentan dos opciones básicas: la nuclear, que da a los submarinos un alcance y resistencia ilimitados, solo restringidos por las necesidades de la tripulación humana; y la diésel-eléctrica convencional que requiere enormes cantidades de combustible para navegar en superficie con los motores diésel para recargar las baterías. 

La transferencia de tecnología nuclear por parte de Estados Unidos supone una indudable mejora de los sumergibles australianos que entran así en la era atómica y en el papel de gendarme occidental en la zona.

En aplicación del Plan Nacional de Construcción Naval australiano, se planeó la construcción local de 54 nuevos buques de guerra. Dentro del proyecto estaba previsto reemplazar a los veteranos submarinos de la clase Collins por los submarinos, también de propulsión diésel-eléctrica, más grandes del mundo, capaces de transitar largas distancias.

Australia tenía cuatro opciones: comprar un diseño militar listo para usar (MOTS), modificar un diseño MOTS para las necesidades australianas, diseñar una evolución de la clase Collins o crear uno nuevo. Al concurso, ganado por Francia el 26 de abril de 2016, también se presentaron los submarinos del Tipo 216 de ThyssenKrupp Marine Systems de Alemania y de la Clase Soryu de Japón, impulsada ésta por la amistad entre el entonces primer ministro australiano Tony Abbott y el primer ministro japonés Shinzō Abe. Incluso se pensó en el Saab sueco y el S80 español, con la colaboración tecnológica de Lockheed Martin.

El gobierno australiano firmó el Acuerdo de Asociación Estratégica de Submarinos con el Naval Group francés, que asociaría a las dos partes durante 50 años. Según Herve Guillou, presidente y CEO de ese emporio galo, «Naval Group ha construido un centenar de ellos para nueve países diferentes. Este acuerdo con Australia haría que el Naval Group transfiera el «know-how» y el «know-why» a Australia para convertirse en una nación submarina soberana.

Después de más de dos años de negociaciones, Canberra firmó con París un acuerdo para la construcción de la futura flota de submarinos para la Royal Australian Navy. El 26 de abril de 2016, el entonces primer ministro Malcolm Turnbull anunció como ganador al Shortfin Barracuda, una variante de propulsión convencional del submarino clase Barracuda de la firma francesa DCNS (ahora Naval Group).

El acuerdo estableció los principios de cooperación entre los dos socios para el Programa Submarino de Clase Attack que entregaría una docena de submarinos a Australia. Ello suponía la cesión de nuevas tecnologías a Canberra, dado que se construirían en el astillero naval de Osborne, al sur de Australia; la creación de casi tres mil empleos australianos directos e indirectos; y las oportunidades y la certeza de planificación a largo plazo para la industria, permitiendo a las compañías australianas involucradas en el programa submarino invertir en las capacidades necesarias para apoyar su participación en actividades de construcción y mantenimiento. Los submarinos se fabricarían usando acero australiano.

La fase de diseño venía durando cuatro años. El primer submarino comenzaría a fabricarse en 2023 y se entregaría a principios del 2030. Posteriormente se botaría un submarino cada dos años. La nave iba a tener 97 metros de largo, 8,8 metros de diámetro y 4.000 toneladas de desplazamiento.

El requisito de alcance y resistencia hizo que el diseño incorporara una gran carga de combustible diésel, grandes motores y baterías para navegar largas distancias, aunque hay submarinos diésel-eléctricos más reducidos, como el alemán Tipo 214 y el submarino holandés de la clase Walrus, con un alcance y resistencia similares a los de la clase Collins. También se ha observado que las distancias de tránsito que recorren los submarinos australianos podrían reducirse operando los submarinos desde la base Coonawarra en Darwin, en lugar de Stirling en Australia Occidental.

En septiembre de 2016, la empresa americana Lockheed Martin fue seleccionada como el integrador de sistemas de combate y firmó el contrato para su diseño y construcción del armamento del submarino en enero de 2018. Incluiría lanzamiento de misiles mar-tierra y antibuque y torpedos. La clase fue nombrada oficialmente Attack en diciembre de 2018.

En 2020, el Departamento de Finanzas indicó que el costo real sería superior a 80 mil millones de dólares, que se presagiaba ya en octubre de 2015.

El 16 de septiembre de 2021, cinco años después de la firma con Francia, el primer ministro Scott Morrison anunció la cancelación del contrato galo con Australia para coordinar con el Reino Unido y los Estados Unidos la construcción de submarinos de propulsión nuclear en lugar de una opción convencional. Cuando se haga efectivo, Australia dispondrá de un sumergible del que sólo disponen seis países del planeta: EEUU, China, Rusia, Reino Unido, India y Francia.

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