El granjero sudafricano que ha revolucionado los métodos de cultivo
Rota los cultivos y el ganado cada temporada, dejando a los gusanos hacer el trabajo que las máquinas hacen en otros campos
Es primavera en Sudáfrica, pero los arados de Danie Bester se oxidan en un rincón de su granja. A su alrededor, kilómetros de campos de sus vecinos con la tierra recién removida. «Yo sigo jugando al golf», bromea.
Parece la fábula de Esopo, en la que la cigarra holgazanea todo el verano mientras las hormigas hacen acopio de comida para el invierno. Pero en realidad, este hombre de 37 años ha decidido revolucionar sus métodos de cultivo, con técnicas mejores para el suelo y para el clima.
«Mis semilleros ya están creciendo y mi control de la maleza está en marcha», dice. «Así que no tengo que hacer esa gran, gran preparación como los otros están haciendo», añade.
Es agricultura regenerativa, un estilo de nombre sofisticado, pero basado en una idea bien simple. En vez de usar pesticidas, sistemas de irrigación y pesada maquinaria para el arado, Bester utiliza cultivos de cobertura durante todo el año para mantener la humedad y los nutrientes del suelo. Eso controla la maleza.
Además rota los cultivos y el ganado cada temporada, dejando a los gusanos hacer el trabajo que las máquinas hacen en otros campos. El ganado también pasta por sus campos, dejando estiércol que funciona como fertilizante para sus 1.100 hectáreas a 90 kilómetros al sureste de Johannesburgo.
La técnica es poco habitual todavía en Sudáfrica, que tiene las granjas más industrializadas del continente. La mayoría se dedican a monocultivos a gran escala que dependen de fertilizantes químicos y pesticidas.
Pero las cosechas de maíz y soja de Bester están entre las mejores del país, siendo merecedoras de premios con los que Bester confía inspirar a otros a hacer el cambio. «Es una pequeña semilla que tienes que plantar. Los otros empiezan a ver el éxito y se pondrán al día», explica Bester.
El clima sudafricano se calienta dos veces más rápido que el del resto del mundo, según los expertos, lo que implica que los cambios en la labranza son cruciales. «Si globalmente alcanzamos 1,5 ºC, nosotros estaremos a 3 ºC (...). Esto traerá más estrés al sistema alimentario globalizado y comercial», dice el activista Vishwas Satgar, del movimiento Climate Justice Charter.
En un país de por sí seco, el riego extensivo no es una opción viable. Saca un tallo y se ve un poco de hongos creciendo y un gusano de tierra que se retuerce, criaturas imposibles de encontrar en las granjas colmadas de pesticidas, explica.
«Hay desafíos en el futuro que no se resolverán con agricultura química», señala Peter Johnston, científico climático en la Universidad de Ciudad del Cabo. Por toda África hay pequeños campesinos que utilizan prácticas tradicionales menos dañinas para el medio ambiente.
Tierra fértil
Ante la presión de mejorar sus cosechas para alimentar una población creciente, los granjeros son seducidos por las empresas agroquímicas para usar semillas particulares que requieren pesticidas y fertilizantes artificiales, dice Johnston.
Estos métodos pueden resistir al cambio climático, pero con un coste. «La agricultura industrial suele llegar a un punto en que ya no ve el suelo como un recurso, sino como un simple recipiente para plantas», asevera Johnston.
Tenemos que conseguir que el suelo vuelva a ser lo que era hace cien años
«Esto no es el enfoque holístico que debería tener la agricultura», añade. «Tenemos que conseguir que el suelo vuelva a ser lo que era hace cien años. Lo hemos destruido todo», lamenta Bester. «Cuanto más tiempo el suelo esté sano, más tiempo podremos producir comida», insiste.
El cambio no llega de la noche al día. Bester se pasó años midiendo la calidad de su tierra, gestionando sus campos en bloques de cinco metros cuadrados y aprendiendo por experiencias y de sus errores.
El resultado no son solo cosechas de alta calidad, sino asegurarse de que las tierras seguirán siendo fértiles para sus dos hijos, dice Bester. «Tienes que mirar muy lejos hacia el futuro para estar seguro que estás (tomando) las decisiones correctas», asegura. Ahora sus vecinos empiezan a imitarle y las máquinas de arado son cada vez menos habituales, explica.