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periodista mexicana asesinada

Lourdes Maldonado, en el Palacio Nacional, le pide ayuda al presidente López Obrador al temer por su vida, en 2019EFE/AFP

Lourdes Maldonado: la periodista mexicana asesinada que pidió ayuda a López Obrador

«Vengo para pedirle apoyo, ayuda y justicia laboral porque hasta temo por mi vida», le dijo al presidente mexicano

Viajó desde Tijuana, en la frontera con California, a Ciudad de México para poder mirar a los ojos al presidente de la República y pedirle ayuda. Era el 26 de marzo de 2019. Caminó sobre sus pasos en el Palacio Nacional, se sentó en una silla de la segunda fila y cuando le llegó su turno, se aferró al micrófono y le dijo lo que tenía que decirle: «Vengo para pedirle apoyo, ayuda y justicia laboral porque hasta temo por mi vida». 

Lourdes Maldonado habló con firmeza, en su tono habitual, sin temblar ni dar muestras de la angustia que sentía por dentro. Andrés Manuel López Obrador, con las manos cruzadas a la espalda, encomendó al portavoz oficial que se ocupara del caso. Dos años largos más tarde, la periodista recibió un balazo en el rostro. Fue el domingo, cuando aún permanecía dentro de su Dodge Atos rojo medio destartalado y con una luna resquebrajada de un atentado anterior. Su muerte fue la segunda violenta de un periodista, en una semana en Tijuana, y la tercera desde el 1 de enero en todo México.

Lourdes Maldonado dijo más cosas en aquella rueda de prensa mañanera. No fue una más de las que protagoniza AMLO, siglas por las que todo México conoce al presidente. La periodista le había colocado frente al espejo del crimen organizado y el nombre que se veía reflejado era, como le reprochó, el de «su senador, su coordinador y su candidato», a la Gobernación. Se refería a Jaime Bonilla, poderoso miembro de Morena, el partido del presidente y dueño de algo parecido a un emporio provincial de empresas de medios de comunicación. En una de ellas, Primer Sistema de Noticias (PSN) trabajaba ella cuando la pusieron en la calle con una mano delante y otra detrás.

Periodista aguerrida, no hay otro modo de ser en Tijuana, no se amedrentó. Además de haberse quedado sin trabajo, le debían varios sueldos atrasados y decidió llevar su caso a los tribunales y llegar hasta el final. Fueron nueve años de pleitos para conseguir justicia o hacer que el ex gobernador pagara por su «pecado», término que había utilizado el presidente para calificar a los empresarios que dejaban de abonar el sueldo de sus trabajadores y que ella le recordó en aquella, hoy histórica, rueda de prensa. En este travesía por el desierto de la violencia y el acoso en Tijuana, Lourdes paso a formar parte del Mecanismo de Protección de periodistas, algo parecido a un sistema de protección de testigos pero sin encubrir su identidad ni desplazarla de ciudad.

Esta semana la periodista estaba satisfecha. La justicia llegaba tarde pero llegaba. El juez había ordenado el embargo de la empresa que se aprovechó de ella y la había designado «interventora», con acceso a la contabilidad pasada y presente. La escolta que se había convertido en su sombra se separó de ella una vez cumplida su jornada (no era de 24 horas). No la volverían a ver con vida.

Reporteros Sin Fronteras da cuenta de que México es el país «más mortífero del mundo para la prensa.» El sábado Lourdes Maldonado, micrófono en mano, puso el grito en el cielo por el asesinato de su colega, Margarito Martínez, acribillado a tiros el 17 de enero cuando subía a su automóvil. Sabía que no sería el último, pero no que ella era la siguiente.

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