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Gabriel Boric candidato presidencial de la izquierda chilena

Gabriel Boric, presidente de ChileMartin Bernetti / AFP

Chile

Boric, el presidente más joven de Chile, llega hoy al poder de la mano del Partido Comunista

Valparaíso es el escenario de la investidura del antiguo activistas y ex diputado

Chile escribe hoy el primer capítulo de una historia que no estaba prevista en su hoja de ruta, ni en la mente de los analistas, hace apenas un par de años. Gabriel Boric, un joven de 36 años, líder estudiantil y agitador urbano reconvertido en 2014 en diputado, sucederá a Sebastián Piñera en la Presidencia.

Boric llega con un Gobierno designado donde hay más mujeres (14) que hombres (10), con la mochila del Covid a cuestas, problemas territoriales y el más grave aunque él lo aplauda: una Asamblea Constituyente que camina en el filo de la navaja del caos. Además, Boric entrará en el Palacio de la Moneda de la mano de un compañero de viaje impensable en estos 32 años de democracia: el Partido Comunista.

La investidura de Gabriel Boric despierta enormes expectativas –y curiosidad– en el continente y fuera de América. Izquierdista convencido, critica los regímenes de Nicolás Maduro en Venezuela y de Daniel Ortega en Nicaragua y aunque no lo diga con esas palabras, considera a Vladimir Putin un caudillo con aires de grandeza imperial.

Aficionado a las redes sociales, el 24 de febrero, al conocerse la invasión de Rusia a Ucrania escribió en su cuenta de Twitter: «Rusia ha optado por la guerra como medio para resolver conflictos. Desde Chile condenamos la invasión a Ucrania, la violación de su soberanía y el uso ilegítimo de la fuerza. Nuestra solidaridad estará con las víctimas y nuestros humildes esfuerzos con la paz». En los día sucesivos se refirió a «la inaceptable guerra de agresión de Putin» y ponderó la figura de Volodomir Zelenski.

En Chile están ya Don Felipe y buena parte de la docena de presidentes y jefes de Estado que asistirán al traspaso de mando. Sebastián Piñera, pese al estallido social de octubre de 2019 y sus secuelas, logró terminar el segundo periodo de una Presidencia marcada por la pandemia, las revueltas sociales, los asaltos criminales de un sector violento de mapuches a propiedades que reclaman como propias y una tremenda sequía. Tal y como se desarrollaron los acontecimiento, poder traspasar el testigo del poder no es poco.

Gabriel Boric se declara enemigo del «neoliberalismo», término que se puso de moda a principios de siglo en el eje bolivariano que encabezó Hugo con Chávez con Rafael Correa (Ecuador), Evo Morales (Bolivia), Néstor y Cristina Kirchner (Argentina) y a su manera, Luiz Inacio Lula Da Silva (Brasil), Fernando Lugo (Paraguay) y José «Pepe» Mujica (Uruguay). «Si Chile fue la cuna del neoliberalismo en Latinoamérica, también será su tumba», le gusta repetir al primer presidente de la democracia que no pertenece a ningún partido de la Concertación, la alianza de democristianos, socialdemócratas y socialistas que gobernó ininterrumpidamente durante estos años.

En diciembre la coalición Frente Amplio Apruebo Dignidad fue el trampolín que disparó la victoria a Boric en la segunda vuelta de las elecciones, frente a José Antonio Kast, hombre en los antípodas de su pensamiento al que se impuso con más del 55 por ciento de los votos y con casi 12 puntos de diferencia.

Aquellas elecciones pusieron a prueba la idea instalada de que la sociedad chilena es conservadora por naturaleza. El resultado puso sobre la mesa el malestar de diferentes sectores que reclaman una distribución más equitativa y justa con los menos favorecidos.

Dos ejemplos ilustran este desánimo y explican, parcialmente, por qué los chilenos votaron a un candidato más parecido a Pedro Sánchez que Alberto Nuñez Feijóo: la carestía de las universidades sumada a los créditos que hipotecan los primeros años de la vida laboral y la atención médica de una seguridad social que existe previo depósito de tarjeta de crédito.

Gabriel Boric personaliza como nadie esas demandas insatisfechas. En la lista de promesas de campaña que hizo hacen fila un nuevo sistema de pensiones (el actual es de capitalización individual), la condonación de esos créditos estudiantiles, un sistema estatal y universal de salud y una reforma tributaria que tiene como objetivo recaudar hasta el cinco por ciento del PIB. La cuenta atrás para demostrar que puede hacerlo si que le cueste el puesto empieza hoy.

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