Geopolítica
El vínculo autoritario entre Daniel Ortega y Vladimir Putin: la añoranza de una viaja alianza
Gracias a un «renovado acercamiento» empezaron a llegar de nuevo a Nicaragua los tanques de guerra rusos y a operar el espionaje ruso en Centroamérica
Tras el triunfo de la revolución popular sandinista en 1979, los dirigentes del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) ataron su sobrevivencia a la extinta Unión Soviética. En la década de 1980 Daniel Ortega acaparó el poder y gobernó Nicaragua en medio de una guerra civil en plena Guerra Fría.
Los guerrilleros sandinistas firmaron en marzo de 1980 un plan de relaciones entre el Partido Comunista (PCUS) de la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y el FSLN de Nicaragua. El propio Ortega visitó Moscú en 1985 y Boris Yeltsin llegó a Managua en marzo de 1987.
Se estima que la Unión Soviética llegó a destinar mil millones de dólares al año para mantener las finanzas públicas de Nicaragua, menguadas por una guerra fratricida que costó la vida a más de 50 mil nicaragüenses.
La asistencia soviética no sólo fue financiera, sino sobre todo militar. Durante el régimen sandinista y producto de la relación bilateral, llegaron a Nicaragua tanques de guerra T-55, transportes blindados, baterías de misiles, cañones obuses 155, 130 y 120 milímetros y cerca de dos mil misiles portátiles tierra aire Sam 7.
Todo fue una luna de miel hasta poco después de la visita de Yeltsin, quien fue el funcionario soviético de mayor jerarquía que llegó a la Nicaragua en los años ochenta. Aunque su visita fue interpretada por los sandinistas como una oportunidad profundizar la relación con ese poderoso aliado poco después, un funcionario de la cancillería soviética les dejó caer un balde de agua fría: debían entenderse con los Estados Unidos, terminar la guerra en la que se encontraban enfrascados con la «contra revolución» -campesinos apoyados militarmente por los estadounidenses- y lo peor de todo, buscar el apoyo financiero en otro lado.
La Unión Soviética mantenía conversaciones secretas con Estados Unidos y Nicaragua era un peón a sacrificar en el tablero geopolítico
Comenzaron entonces las negociaciones entre sandinistas y los guerrilleros de la «contra»; el régimen, confiando en su popularidad, decidió adelantar las elecciones y abrirse a la observación internacional, y en febrero de 1990, Daniel Ortega perdió la presidencia de la República centroamericana frente a Violeta Barrios de Chamarro.
Este último hecho marcó el fin de la revolución sandinista, que dejaba una deuda de aproximadamente tres mil millones de dólares que sería condonada o reprogramada en los próximos 15 años.
Otra vez Ortega, pero ahora con Rusia
Con el regreso de Daniel Ortega al poder en 2007, se produjo un nuevo acercamiento a Rusia, aunque no en las mismas dimensiones de los años 80. Ortega quiso congraciarse con Moscú reconociendo la independencia las regiones separatistas de Abjasia y Osetia del Sur y Rusia por su lado ha enviado buses para transporte público, vehículos para taxis, trigo e instaló una planta de fabricación de vacunas que nunca llegó a funcionar.
Gracias a este renovado acercamiento, en 2016 empezaron a llegar de nuevo a Nicaragua los tanques de guerra rusos, específicamente 50 del modelo T72-B1, cuatro lanchas patrulleras, dos lanchas coheteras y aviones de combate y entrenamiento Yak-130.
También se instaló en Managua una escuela de entrenamiento policial y una polémica estación satelital rusa destinada al monitoreo de «desastres naturales y combate al narcotráfico», pero que expertos en seguridad señalan de ser un centro de espionaje «en el patio trasero de Estados Unidos».
Ya como presidente, Ortega visitó Moscú de nuevo en 2008 junto a su esposa Rosario Murillo, para intentar revivir la vieja alianza. Asimismo se han reportado varias visitas de la familia Ortega Murillo a Rusia, país con el que buscan con añoranza una relación similar a la que Nicaragua tenía con la Unión Soviética en los años 80.
En 2014, Putin aterrizó en Managua, en una breve, pero simbólica visita que los Ortega Murillo interpretaron como el reinicio de la vieja alianza como en la otrora era soviética.
Con la actual invasión rusa de Ucrania, Nicaragua, junto a Venezuela y Cuba, han respaldado a Putin. De igual modo Managua fue parte del reducido y «exclusivo» del itinerario de viaje del viceprimer ministro ruso Yuri Borisov, y, poco después, del presidente de la Duma, Vyacheslav Volodin, quien desembarcó en Nicaragua el mismo día que Putin ordenó la invasión a Ucrania, como parte del cabildeo para conseguir aliados en la aventura bélica.
Tras demostrar su talante autoritario en 2018, el régimen Ortega Murillo empezó a sufrir un aislamiento que trató de compensar con Rusia y con China. Sin embargo, con las fuertes sanciones de Occidente contra Rusia y el círculo cercano de Putin, los Ortega Murillo corren el riesgo de quedar más aislados que antes y Nicaragua podría convertirse otra vez en una pieza de negociación entre las grandes potencias como ya ocurrió al final de la años ochenta.