Françoise Thom, historiadora: «Rusia puede estallar en cualquier momento»

La autora de «Cómo entender la Rusia de Putin» y biógrafa del temible Lavrenti Beria (jefe de la policía política en tiempos de Stalin) explica a El Debate por qué Putin, según ella, está fracasando. Aunque pide prudencia: «Rusia no va a soltar nada con facilidad».

–¿Cuál es su primer balance geopolítico tras un mes de guerra entre Rusia y Ucrania?

–Los cambios han sido impresionantes en pocos días: Putin ha revitalizado a la OTAN, ha reconstruido el vínculo transatlántico, ha unido a los europeos como nunca antes, ha provocado un vuelco en Alemania y ha acercado a las dos mitades de Europa: ahora los franceses, que consideraban «paranoicos» a los países bálticos y polacos cuando expresaban sus temores acerca de Rusia, los entienden muy bien.

–En su libro escribe que el deseo de venganza de los rusos se afirma desde 1996 con la llegada de Yevgueni Primakov al frente de la diplomacia. Pero éste, piensa usted, era más realista. ¿El realismo es ajeno a Vladimir Putin?

–Putin es incapaz de percibir la realidad tal como es porque no entiende la libertad. Para él, si los ucranianos quieren entrar en la OTAN es porque son marionetas de los estadounidenses. Putin es prisionero de una percepción conspirativa del mundo. Y no es algo reciente: es el resultado de su formación en la KGB. Asegurar el control de los hombres significa aprender a manipularlos, como un oficial de la KGB manipula a su agente: a través del chantaje, el soborno y la amenaza. Putin aplicó este prisma a las relaciones internacionales e incluso a la guerra, en la que ve una «operación especial».

–Sin embargo, aunque los primeros resultados militares no estén a la altura de lo que esperaba Putin, sigue siendo su ejército el que toma la iniciativa, define los objetivos y decide dónde combatir.

–Los ucranianos fueron los primeros en resistir a Putin. No pudo lograr lo que había planeado, derrocar al gobierno ucraniano en tres días y reemplazarlo con sátrapas moscovitas.

Un régimen autocrático siempre acaba haciéndose ilusiones sobre su poder. El autócrata está rodeado de aduladores que le dicen lo que quiere oír

–¿Podemos decir que la guerra en Ucrania ya es un avispero para Rusia?

–Ya lo es. Pero no hay que creer que la partida está ganada: Rusia es extraordinariamente persistente en sus esfuerzos por subyugar a otros pueblos. No va a soltar nada con facilidad. Recuerde el precedente de Finlandia en 1939-1940: resistió heroicamente durante dos meses pero al final el Ejército Rojo la aplastó.

–En uno de sus últimos artículos recuerda cómo Rusia sufrió cada vez que lanzó una ofensiva en los últimos 170 años (Crimea en 1854, Japón en 1904 o Afganistán en 1979) para saciar sus apetitos territoriales. ¿La historia siempre se repite?

-Las mismas causas producen los mismos efectos. Un régimen autocrático siempre acaba haciéndose ilusiones sobre su poder. El autócrata está rodeado de aduladores que le dicen lo que quiere oír.

– ¿Cree que, en caso de empeoramiento de la situación militar, es posible una revuelta procedente de ciertos generales y ciertos círculos dirigentes rusos? ¿O todavía estamos lejos de ello?

–Una revolución palaciega es concebible. Pero estaría organizada por funcionarios de la Seguridad del Estado y no por los militares, que en Rusia tienen poco que decir al respecto.

–¿Por qué cree que Rusia es mucho más débil de lo que parece?

–Por su régimen autocrático. Si hay una crisis en la cúpula, el Estado corre el riesgo de desmoronarse. La sociedad está totalmente atomizada, los partidos y el Parlamento son «pueblos Potemkin». Todas las evoluciones naturales allí han sido bloqueadas por el cerrojazo del sistema político y los medios de comunicación. Rusia parece una olla sobre el fuego, cerrada con una tapa hermética. Puede explotar en cualquier momento.