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Jean-Luc Mélenchon, líder del partido «Francia Insumisa»AFP

Elecciones francesas 2022

Jean-Luc Mélenchon: tribuno posmoderno, izquierdista trasnochado

El programa de Mélenchon contiene medidas típicas del izquierdismo más trasnochado, y otras que pondrían en entredicho la República que tanto dice defender

Jean-Luc Mélenchon (Tánger, 19 de agosto de 1951) es, se quiera o no, el último gran orador de la vida política francesa: posee una voz poderosa, un rico vocabulario, recursos dialécticos casi ilimitados, una sólida cultura general, capacidad para insultar y propensión a perder los estribos como aquel día de octubre de 2018 en que, preso de la ira, se plantó ante un policía que estaba registrando la sede de su partido y le espetó «La République c’est moi!», negándole legitimidad a su actuación.

El incidente se saldó con una condena a tres meses de prisión –con carácter suspensivo– y a 8.000 euros de multa que no recurrió. La opinión pública –o el sector de ésta que le sigue– no se lo ha tenido en cuenta y prefiere quedarse con sus soflamas y con un estilo que acopla a la vieja política –la oratoria– con las técnicas de comunicación más avanzadas: hace unos días, y no es la primera vez, ofreció un mitin simultáneo en once lugares distintos en los que su silueta aparecía a través de hologramas.

El otro acoplamiento, más peligroso, de Mélenchon, es un programa que contiene medidas típicas del izquierdismo más trasnochado con otras que pondrían en entredicho la República que tanto dice defender.

El líder de «La France Insoumise» aboga, entre otras cosas, por aumentar el gasto público en 250.000 millones de euros, medida que se financiaría través de una subida brutal de impuestos: «hay que hacer pagar a los ricos» es una de sus frases favoritas.

Un programa prácticamente idéntico al de sus aliados españoles de Podemos. Sin embargo, la aplicación de las tres últimas en Francia, país de inmigración masiva, supondría otro salto cualitativo más en el deterioro de una convivencia ya muy dañada. Porque los principales beneficiarios de esas medidas serían musulmanes con pocas ganas de integrarse.

Ahí reside el peligro: Mélenchon es claro partidario de no exigir nada a los musulmanes de Francia y de permitirles desarrollar sus propias redes de influencia en el ámbito educativo, por ejemplo. Sería un serio boquete en la perspectiva universalista de la izquierda en total contradicción con la laicidad a la francesa.

Sorprendente actitud por parte de un político que sigue profesando una devota admiración al muy pragmático François Mitterrand, bajo cuyos auspicios obtuvo sus primeros mandatos electivos