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Una mujer llega a Zaporiyia herida, tras salir de Mariúpol

Una mujer llega a Zaporiyia herida, tras salir de MariúpolAFP

70 días de guerra en Ucrania

El temor de los civiles refugiados en Azovstal: «Sabíamos que la planta podía convertirse en una fosa común»

Tras la primera evacuación con éxito en la zona de Mariúpol, sus habitantes ven la luz tras dos meses bajo tierra

Por fin, tras dos meses de violencia, escasez, y constantes bombardeos, un grupo de civiles ha logrado ser evacuado de Mariúpol, ciudad brutalmente asediada por las fuerzas de Rusia.

Los ucranianos en peligro mortal se abrieron paso hasta la ciudad de Zaporiyia, de relativa seguridad, tras un viaje de 200 kilómetros. Entre ellos, hay 69 civiles que se habían refugiado en los bunkers subterráneos bajo la planta siderúrgica Azovstal, y cuyos testimonios son de los más desgarradores.

«Vivíamos bajo un bombardeo constante, dormíamos en colchones improvisados. Las ondas expansivas nos sacudían; yo estaba corriendo con mi hijo en brazos, y el golpe me tumbó. Todo era horrible», narró la evacuada Anna Zaitseva al periódico británico The Guardian. Efectuó todo el viaje con su bebé de seis meses en brazos.

Pero la evacuación trajo un soplo de optimismo a la región, ya que se trata de la primera vez que se consigue establecer un corredor humanitario para sacar a los ucranianos de Mariupol y Azovstal. «Estábamos perdiendo la esperanza de jamás poder salir», admitió una mujer a la BBC británica.

Antes de esta evacuación, hubo varios intentos fallidos de conducir a los civiles a un lugar a salvo. Muchos siguen atrapados en Mariúpol, y no queda claro si se efectuarán más tentativas de evacuarlos.

Mientras tanto, cientos de personas esperan dentro del bunker que, para horror de los civiles atrapados en su interior, no aguantará muchos bombardeos directos del ejército ruso.

«El momento más difícil fue cuando nos dijeron que el refugio subterráneo no sobreviviría si le cae una bomba encima», relató Elyna Tsybulchenko, de 54, a The Guardian.

«Nos bombardeaban a cada segundo, todo se agitaba. Los perros ladraban, los niños lloraban», recordó la mujer que trabajaba en la planta siderúrgica antes del inicio de la guerra. Buscó refugio en sus entrañas cuando un ataque de artillería destruyó su hogar.

Rezábamos a Dios que los misiles sorteasen nuestro refugio, porque si acertaban, estábamos acabadosElyna Tsybulchenko, civil ucraniana

Pero desde el bunker, el miedo imperaba. «Sabíamos que la planta podía convertirse en una fosa común, donde nadie podría salvarnos», admitió la ucraniana. «Puedes imaginar el terror, al estar sentada en el refugio, un sótano húmedo y frio que no deja de temblar. Rezábamos a Dios que los misiles sorteasen nuestro refugio, porque si acertaban, estábamos acabados».

También Katarina quedará marcada para siempre tras su experiencia dentro del bunker. Cuando se bajó del autobús, recién evacuada, el sol la cegó: llevaba dos meses bajo tierra, en las profundidades de la planta siderúrgica.

«Nos bombardeaban día y noche. Artillería, misiles, todo tipo de ataques aéreos», narró a la BBC. Todo lo que posee cabe en una mochila, y sus dos hijos, de once y seis años, la acompañan exhaustos.

A causa de los ataques sin pausa, explicó Katarina, los pequeños «no podían dormir. Estaban llorando, y tenían miedo. Nosotros también. En varias ocasiones, perdimos la esperanza de jamás salir de esta. Ahora, no podemos estar más felices de estar en Ucrania».

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