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Macron presidente Francia Legislativas

El presidente francés, Emmanuel Macron, en el Palacio del ElíseoAFP

Elecciones legislativas en Francia

Por qué los franceses votan a dos vueltas

El sistema electoral de las legislativas suele generar mayorías estables, pero deja a grandes partidos sin representación

En Francia, con la notable excepción de los comicios europeos, todas las elecciones, nacionales y locales, se celebran a dos vueltas. Ha sido el sistema más utilizado desde 1789, fecha de inicio de la Revolución francesa, y de modo especial en las legislativas.

Comporta, según sus defensores, tres ventajas. La primera tiene que ver con su capacidad para trazar mayorías parlamentarias estables: al haber requisitos precisos para estar presente en la segunda vuelta, la dinámica favorece a los grandes bloques.

La segunda es que templa los ardores, pues obliga a los clasificados para la segunda vuelta a negociar con los derrotados de la primera para así poder recabar los imprescindibles apoyos sin los cuales la victoria resultaría imposible.

O, por lo menos, se complicaría.

La tercera es la cercanía que impone entre cargo electo y votante: el vencedor, único titular del escaño, representa en solitario a una porción de territorio a la que tendrá que acudir con frecuencia para no perder el contacto.

Sin embargo, esta lógica también se da en el Reino Unido, o en Estados Unidos –en la Cámara de Representantes–, dos países donde se vota con sistema mayoritario, pero a una sola vuelta.

Algunas contraindicaciones

Entre los inconvenientes del sistema mayoritario de distrito a dos vueltas destaca, en primer lugar, el excesivo castigo que endosa a partidos o coaliciones que han obtenido un respaldo electoral notable.

A modo de ejemplo, en los comicios legislativos de 2002, el Frente Nacional logró el 11,3 % de los votos a nivel nacional y ningún escaño. Cierto es que se mostró incapaz de establecer alianzas de cara a la segunda vuelta.

En cambio, la Unión por un Movimiento Popular, creada por Jacques Chirac, se llevó más del 60 % de los escaños con solo el 33 % de los votos.

Segundo gran inconveniente del sistema francés: no siempre garantiza una mayoría estable.

Así ocurrió en 1988 cuando el Partido Socialista, ampliamente mayoritario en voto popular, solo obtuvo el 48 % de los escaños, principalmente por un deficiente trasvase de votos entre ambas vueltas.

Como recordaba esta semana en Le Point Jean-Paul Huchon, director del gabinete del primer ministro de entonces, Michel Rocard, aquella legislatura «fue un infierno».

Un escenario que podría repetirse mañana por segunda vez en la V República.

El tercer gran inconveniente es la baja politiquería en que pueden convertirse las negociaciones entre ambas vueltas,

Por ejemplo, con oportunas retiradas de candidaturas impuestas por la dirección nacional de un partido que con intereses locales. O viceversa.

«Retira a tu candidato en el tercer distrito de Marsella y yo hago lo propio con el mío en el primer distrito de Estrasburgo», es una frase muy habitual.

Unas retiradas que comportan a veces promesas ulteriores muy alejadas de la voluntad expresada por los votantes en las urnas.

La modificación de este sistema electoral es tema recurrente en la política gala. Unos, como Marine Le Pen y Jean-Luc Mélenchon quieren suprimirlo e instaurar un sistema proporcional como el español.

Otros, más prudentes, abogan únicamente por introducir una dosis de proporcionalidad.

De momento, nadie se ha atrevido a modificarlo.

Ni siquiera el Macron más triunfante. Igual mañana se arrepiente.

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