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Rusia es el país con más cabezas nucleares del mundo

Rusia es el país con más cabezas nucleares del mundoPixabay

133 días de guerra en Ucrania

Al borde del precipicio de la Historia: la posibilidad de romper «el tabú nuclear»

Si Occidente no quiere dar marcha atrás y si quiere disuadir a Putin de «la táctica nuclear», los gobiernos europeos deberán «mostrar sus dientes»

Cualquiera de nosotros podemos decir como Stefan Zweig, en sus memorias: «la época en la que crecí y me crie fue la edad de oro de la seguridad… Dicho sentimiento de seguridad era la posesión más deseable de millones de personas, el ideal común de vida. Sólo con esta seguridad valía la pena vivir».

Vladimir Putin, en febrero, nos despertó de ese espejismo y nos advirtió, por primera vez, de un potencial ataque nuclear:

«Quien intente obstaculizarnos, y menos aún crear amenazas para nuestro país y su pueblo, debe saber que la respuesta rusa será inmediata y tendrá consecuencias que nunca se han visto en la historia.»

Los acontecimientos siguen la trayectoria trágica de un Western, donde la tensión crece y crece a sabiendas de que unos y otros van a sacar sus armas y se van a poner a disparar en cualquier momento.

Las fuerzas rusas podrían hacer estallar una o varias armas nucleares tácticas contra las fuerzas ucranianas o provocar una explosión simbólica sobre una zona vacía.

El «RESET» o reinicio que seguiría a este hecho sería muy considerable, casi inimaginable. La economía mundial se vería paralizada. Caerían los mercados hasta un suelo inaudito. Se produciría un apagón no solo energético sino en todas las redes. Un hecho así colapsaría el mundo.

Pero lo peor vendría inmediatamente después, en el momento de suspense entre ese hipotético ataque nuclear y la decisión de una respuesta por parte de Occidente.

Caben tres posibilidades:

-Opción A: limitarse a condenar retóricamente la acción nuclear rusa, pero no hacer nada militarmente. Es decir, aceptar la capitulación incondicional de Ucrania y esperar a que el mundo se recomponga. Por supuesto, tras poner en alerta máxima las fuerzas de la OTAN y tratar de apaciguar al enemigo.

-Opción B: responder directamente con armas nucleares.

-Opción C: abstenerse de un contraataque nuclear pero sí entrar directamente en una guerra convencional, con ataques aéreos a gran escala y una amplia movilización de fuerzas terrestres.

Todas esas alternativas son malas. Lo que hasta ahora e, incluso, en los más tensos momentos de la Guerra Fría se había conservado como «el tabú nuclear» se podría romper en cualquier momento.

El problema es que estamos en otro escenario, donde se ha prestado escasa atención a una potencial escalada nuclear. Durante la Guerra fría la amenaza nuclear siempre estaba en el centro del debate estratégico.

Hoy, la actual doctrina rusa de «escalar para des-escalar» imita el concepto de «respuesta flexible» que expresaba dos afirmaciones simultáneas y contradictorias: las armas nucleares tácticas e intermedias pueden ser usadas en una confrontación bélica sin temor a una escalada (de armas de largo alcance) pero, al mismo tiempo, el uso de armas tácticas e intermedias puede abocar a una guerra con todo tipo de armas nucleares y se corre el riesgo de culminar en una guerra apocalíptica.

Si los responsables políticos de la OTAN no deben confiar en la moderación de Moscú; tampoco los ciudadanos, visto lo visto, podemos confiar en la moderación de Washington. Estamos ante una lucha de Titanes que pelean por su hegemonía ante un tercer Titán, en alza, que es China.

El choque nuclear es un riesgo aceptable para terminar esta guerra en términos rusos. La gran pregunta es si «de producirse esta posibilidad»: ¿debería constituir una verdadera línea roja para Occidente, para la OTAN?

¿Un ataque nuclear ruso desencadenaría la Tercera Guerra Mundial, tal como se ha temido durante décadas? ¿O veríamos una OTAN amilanada aceptando la rendición incondicional de Ucrania y sentándose a negociar con el Kremlin en un nuevo «año 0»?

La verdad, si lo pensamos fríamente, lo tenemos mal, muy mal, estamos situados en el borde del precipicio de la Historia.

La táctica nuclear

Si Occidente no quiere dar marcha atrás y si quiere disuadir a Putin de «la táctica nuclear», los gobiernos europeos deben «mostrar sus dientes» e indicar que el uso nuclear ruso provocaría a la OTAN y no la acobardaría.

Pero, de ser así, un contraataque nuclear de «ojo por ojo» que destruya objetivos rusos comparables a los que, un hipotético ataque ruso, habría alcanzado, tendía consecuencias impredecibles y devastadoras.

Lo peor de todo, el tablero está en Europa Central. Estamos verdaderamente mal porque, con misiles nucleares tácticos, Rusia juega con ventaja pues posee más armas nucleares tácticas que Estados Unidos.

Una asimetría así obligaría a los responsables estadounidenses a recurrir a misiles intercontinentales y bombarderos para mantener ventaja. Algo que, en sí mismo, comporta el riesgo de desencadenar la destrucción mutua

La opción más probable y, menos peligrosa, sería la entrada de la OTAN en el conflicto con tropas y armas convencionales. Una fuerte intervención militar contra objetivos rusos, a través de fuerzas terrestres para su posible despliegue en la batalla de Ucrania.

En una respuesta así, la OTAN justificaría que la tecnología de precisión les permite golpear eficazmente objetivos militares enemigos sin necesidad de armas nucleares tácticas. De todos modos, la entrada directa de la OTAN, aun a nivel convencional, no neutralizaría el pánico nuclear en Occidente.

Sería el comienzo de la Tercera Gran Guerra Europea y Mundial.

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