Petit-Clamart: el magnicidio frustrado que consolidó a De Gaulle
Hace 60 años, los ‘ultras’ de la Argelia francesa intentaron asesinar al jefe del Estado, que aprovechó el episodio para modificar la Constitución vía referéndum
«¡Esta vez, ha sido tangente!», se exclamó el presidente de la República francesa, Charles de Gaulle, tras salir ileso del segundo atentado –el primero tuvo lugar en septiembre de 1961– que perpetraron contra él un comando de la Organización del Ejército Secreto (Oas en sus siglas), que agrupaba al último reducto de ‘ultras’ de la Argelia francesa.
Tangente, porque de los 187 balazos, tres atravesaron el habitáculo de la limusina presidencial, de marca Citroën Ds, en cuya parte trasera habían tomado asiento el mandatario y su esposa, Yvonne.
Delante iban el chófer, Francis Marroux, al volante, y a su lado, el yerno del matrimonio, coronel -futuro general- Alain de Boissieu. Detrás de la Ds, un coche de escolta y dos motoristas. Un dispositivo más bien discreto, habida cuenta de riesgos y antecedentes; más era el deseo del presidente.
Era el 22 de agosto de 1962 y el cortejo, que había abandonado el Palacio del Elíseo -donde De Gaulle había presidido un consejo de ministros veraniego- a las 19.45.
Se dirigía a la base aérea de Vélizy-Villacoublay, al sur de París, desde donde la pareja presidencial tenía previsto tomar un avión militar para proseguir sus vacaciones en su residencia privada de Colombey-les-deux-Églises.
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Hacia las 20:20 horas, al borde de la carretera, en Le Petit-Clamart, un hombre, Jean-Marie Bastien-Thiéry, de 35 años, ingeniero del Ejército del Aire y cerebro del intento de magnicidio, ondea el ejemplar de un periódico desde un Simca 1000.
Es la señal de inicio: el comando a sus órdenes abre fuego apuntando a la limusina, pinchando los neumáticos delanteros del vehículo.
Otra ráfaga de metralleta modelo Mat49 impacta en la parte trasera. La ventanilla del lado de De Gaulle acaba en pedazos. Fueron 45 segundos infernales, pero el tiroteo fracasó.
Más la camioneta en la que se encuentra el grueso de los asesinos hace, a la desesperada, un intento de embestida a la Citroën Ds resultando en vano, dado que Marroux tuvo la habilidad de acelerar en vez de frenar al producirse la primera ráfaga y logró llegar a Vélizy-Villacoublay con solo dos neumáticos y dos llantas. De no haber sido por el reflejo del chófer, difícilmente los ocupantes del automóvil habrían sobrevivido.
También fue providencial la orden de agacharse, dada in extremis por el coronel De Boissieu a sus suegros.
La estabilidad de Francia había pendido de un hilo: los últimos nostálgicos de la fenecida Argelia francesa -al país árabe le fue concedida la independencia seis semanas antes del atentado- no han podido cobrar a De Gaulle lo que consideraban una felonía.
Según ellos, el mandatario volvió al poder en 1958 con el compromiso de que Argelia permaneciera bajo soberanía gala.
Las tesis del atentado
Primer interrogante: ¿Quién avisó a los autores del tiroteo acerca del trayecto emprendido por el cortejo? Durante años las sospechas recayeron sobre Jacques Cantelaube, comisario de policía destinado en el Elíseo y de convicciones abiertamente contrarias a la independencia de Argelia.
Sospechas barridas por la familia De Gaulle: su hijo, el almirante Philippe –que hoy tiene 101 años– recordó en un libro de entrevistas que Cantelaube había abandonado en el Elíseo meses antes.
De Boissieu, por su parte, siempre afirmó que ese trayecto se eligió entre varios ya dentro del coche. La tesis generalmente admitida es la del seguimiento efectuado por un colaborador del comando.
Las consecuencias
Primera consecuencia: revisión completa de la seguridad presidencial. A partir de Le Petit-Clamart, De Gaulle viajaría a Vélizy-Villacoublay en helicóptero, medio en el que protagonizaría su espantada a Alemania en mayo de 1968.
También se reforzaron las escoltas personales y automovilísticas. Pero las principales consecuencias fueron políticas e institucionales.
En 1958, De Gaulle logró imponer su modelo constitucional con la salvedad del sistema de elección del presidente de la República.
Los equilibrios políticos de entonces le obligaron a conceder a los viejos partidos, aún poderosos, que el jefe del Estado seguiría siendo elegido por sufragio universal indirecto, siendo él mismo vencedor de una elección, la de diciembre de 1958, dirimida por un colegio electoral de unas 70.000 personas, entre parlamentarios de ambas cámaras, miembros de asambleas provinciales y concejales municipales.
Sin embargo, él seguía siendo un firme partidario de la elección del presidente al sufragio universal directo. Se trataba de esperar el momento oportuno para impulsarla y reconfigurar desde la raíz el modelo republicano francés.
El momento llegó en los días posteriores al atentado: De Gaulle, consciente de la emoción desatada en torno a su persona, anunció en septiembre la celebración de un referéndum sobre la cuestión en octubre.
La oposición anunció inmediatamente una moción de censura, que prosperó: el 4 de octubre caía el Gobierno de Georges Pompidou. El jefe del Estado replicó disolviendo la Asamblea Nacional.
Se jugaba su supervivencia política en mes y medio: referéndum en octubre y legislativas en noviembre. Arrasó en ambas convocatorias. Desde ese momento, la vida política francesa está supeditada a la elección presidencial.