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Rishi Sunak: «to be, or not to be»

Los desafíos del virtual primer ministro afectan a la víscera más sensible de la ciudadanía: el bolsillo. Money, money, money es lo que quieren los británicos (y todos los que están sin blanca)

Actualizada 09:17

Reino Unido intenta recuperar el escaso prestigio que le quedaba. El partido Conservador volvió a poner al país en el escaparate del surrealismo europeo con la gestión, renuncia y sucesión de la efímera primera ministra, Liz Truss.

La candidatura única de Rishi Sunak y su virtual designación como primer ministro permite a los tories intentar insuflar un balón de oxígeno al partido y tratar de frenar su desplome en las encuestas.

La retirada de la carrera al 10 de Downing Street de Boris Johnson brinda, al menos unos días, un clima de sosiego y calma. El premier más polémico de los últimos tiempos dio un paso atrás después de haber recorrido miles de kilómetros desde su descanso dominicano para tratar de reconquistar el puesto que se vio obligado, muy a su pesar, a abandonar.

Johnson argumentó que lo hizo como un acto de patriotismo porque, aunque contaba con los 100 votos de los parlamentarios que exigía el Comité 1922 para competir en el congreso interno, había tomado conciencia de que Reino Unido no soportaba más procesos agónicos ni una rentrée suya por un atajo lleno de socavones.

Las palabras de la «ambición rubia» pueden ser ciertas o lo contrario. Si se analiza su perfil psicológico y su trayectoria, cuesta mucho trabajo creer en el espíritu altruista del hombre que esperó a la noche del domingo para confirmar que tiraba la toalla antes de subir al ring, pese a estar convencido de que el combate por Downing Street lo tenía ganado.

El centenar y medio de apoyos del que hoy se proclamará primer ministro invita a dudar del mensaje de Johnson, conocido por su creatividad (le echaron del Times por inventar un testimonio) y por su facilidad para negar las evidencias (recordar los parties en confinamiento). Más cerca de Pinocho que de Churchill, imaginar al conservador (para lo que le conviene) hacer un gurruño con los 100 votos que serían su trampolín para poder decir «I´m back», resulta francamente difícil.

En cualquier caso, las verdades o invenciones de Johnson ya no tienen importancia. Lo determinante es que Reino Unido sale del atolladero y se retira, al menos de momento, del escenario del escarnio y la burla internacional que ofrecieron una imagen, de aquel viejo imperio británico, más parecida a la de una república bananera del otro lado del Atlántico.

Rishi Sunak tiene una oportunidad única para convertirse en el líder que quiere ser. Llega al poder con ciertas ventajas que no deben poner contentos a los laboristas. Es indio, no bebe alcohol y su religión está lejos de la profesada por la gran mayoría de los británicos, que se declaran anglicanos. Dicho de otro modo, representa a esas minorías marginales que la izquierda enarbola y usa como banderas propias.

No ser asiduo al pub, quizás, pueda entenderse como una práctica que le distancia de los amantes de las pintas (que son muchos), pero más aún tener una cartera abultada y que ésta la multiplique su mujer. Ser rico (más que el Rey Carlos III) no suele ser muy popular en las urnas de cualquier país, pero el pragmatismo se impuso entre los tories y si hace bien las cosas, previsiblemente, se impondría a su favor en unas futuras elecciones.

Los desafíos de Sunak afectan a la víscera más sensible de la ciudadanía: el bolsillo. Money, money, money es lo que quieren los británicos (y todos los que están sin blanca).

La población ha comenzado a sentir los efectos de ese Brexit mal resuelto atravesado por la crisis paralela desatada por los efectos de la invasión de Rusia a Ucrania. Estabilizar las cuentas y reducir la inflación, por encima de dos dígitos, es la meta inmediata para el sucesor de Liz Truss.

Si Rishi Sunak consigue esos objetivos o los acaricia lo suficiente como para serenar a una población decepcionada que reniega de su presente y teme un futuro peor, podrá hacer frente a ese Boris Johnson que espera paciente y disputarle el liderazgo con los votos del pueblo.

En su primera intervención pública tras confirmarse que «he is the one», Rishi Sunak proclamó que su «máxima prioridad» es unir el partido y unir Reino Unido.

La historia, y ojalá no sea breve, demostrará si es capaz de lograr esa unidad y mantener la estabilidad que pide a gritos el país. En caso contrario, Sunak engrosará la lista de fracasados de sus tres últimos antecesores (Theresa May, Liz Truss y el mismo Boris Johnson). Si falla se hundirá y con él, las perspectivas del partido conservador de conservar el poder.

Dicho esto, Rishi Sunak tiene todo por decir y por hacer. Talento le sobra, suerte y cooperación es lo que va a necesitar. Se trata, a fin de cuentas de ser o no ser. Como él diría: To be, or not to be.

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