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Sin banderaCarmen de Carlos

La Meloni y 'la melona'

Meloni puede despertar pocas simpatías o lo contrario, pero de ahí a hablar de ella como si fuera la versión femenina de Benito Mussolini hay un abismo

Actualizada 08:53

La voz del pueblo es la voz de Dios. También en las elecciones de Italia. Ursula von der Leyen debería haberse acordado de ese detalle antes de tener la desafortunada ocurrencia de descalificar el voto de los italianos.

La presidenta de la Comisión, que –salvo hecatombe– ahora tendrá que bregar con Giorgia Meloni, advirtió a los italianos de que si votaban mal y las «cosas se tuercen» podían estar tranquilos porque la UE dispone de mecanismos de control que impedirían su descarrilamiento.

Meloni no es un político al uso ni tiene a la UE atravesada como Marine Le Pen. La italiana tampoco es novata en este circo de la cosa pública. A sus 45 años conoce el terreno que pisa y a sus habitantes de dentro y fuera de sus fronteras.

Dicho esto, la primera mujer en manejar las riendas de un país eternamente desbocado como es Italia, no lo tiene fácil, aunque su 26 % sea definitivo frente al ocho y pico que sacaron, cada uno por su lado, Salvini y Berlusconi.

La alianza de Gobierno que se avecina será complicada de gestionar. Sus dos aliados (el de 85 años fue su jefe) son, como bien dice Antonio Olivié, dos gallos de pelea que le van a dar mucha guerra. Sus demandas pueden ser imposibles y sus amenazas no tardarán en exponerse. Ellos sí son anti europeístas y no Meloni que tiene derecho a estar al lado de Polonia y de Hungría sin que ello signifique que quiera dinamitar Bruselas.

Los dos «gallos» mencionados también son los que se arrimaron –y se arriman– a Vladimir Putin, pero no Meloni que desde el 24 de febrero se declaró a favor de Ucrania y en contra de una invasión que, de rebote, ha puesto en evidencia la connivencia y dependencia de la locomotora de Europa que era Alemania, de Francia en menor medida y de buena parte de los países del entorno, con Rusia en materia energética.

A Meloni no le han regalado nada, pero tiene suerte. Las gestiones contrarreloj de su antecesor y sus acuerdos con Argelia suponen un balón de oxígeno para un Gobierno que recibirá el país con una deuda pública del 150 %. Aún así, la herencia que va a recibir Meloni está más ordenada que aquella que le entregaron al efímero y eficaz Mario Draghi.

El ex presidente del Banco Central Europeo dejó cuadradas las cuentas para Italia y no parece que vaya a ser Meloni la que se ponga a tirar por la borda un trabajo bien hecho del que puede sacar beneficio. Tampoco parece que entre sus aliados europeos, incluida la nueva Suecia, vaya a tener fricciones. Más bien habría que pensar lo contrario y estar preparados para el frente común que obligará a Ursula von Der Leyen a medir mejor sus palabras.

Si a la presidenta de la Comisión le preocupa Italia/Europa mejor haría en hacerse amiga de sus dirigentes en vez de ofenderles con declaraciones precipitadas que están más cerca de lo personal que del pragmatismo que le corresponde a una persona que ocupa su responsabilidad.

Meloni puede despertar pocas simpatías o lo contrario, pero de ahí a hablar de ella como si fuera la versión femenina de Benito Mussolini hay un abismo. Olivié volvió a ilustrarnos al describirla como un personaje entre Isabel Díaz Ayuso y Macarena Olona, quizás ese perfil sea más ajustado a la realidad que el prejuicioso que se tiene de ella en Bruselas.

En cualquier caso, salvo que Sergio Mattarella perdiera el juicio, y no parece que vaya por ese camino, la líder de Fratelli d´Italia será la próxima primera ministra de la tercera economía de Europa. La convivencia con los suyos no va ser fácil y quién sabe si durara los 6 años de Legislatura, pero ponerle la proa en la UE antes de que el barco de su Gobierno zarpe parece injusto, además de poco inteligente. Ella nunca habría cometido el error de Von der Leyen, una verdadera melona.

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