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Un ejército de tanques ucranianos, durante el frío inviernoEFE

249 días de guerra en Ucrania

Un segundo invierno de guerra

Si la estrategia de invierno de Putin no logra nuevas presiones occidentales sobre Zelenski, y si las fuerzas rusas siguen perdiendo terreno en Ucrania, Putin bien podría activar sus amenazas de «utilizar todos los medios disponibles»

Han pasado más de ocho meses desde el inicio de la guerra de Ucrania. Antes del pasado 24 de febrero de 2022, Putin se había forjado una reputación de pragmático a la hora de asumir riesgos.

La invasión de Ucrania cambió esa política poniendo a unos 180.000 soldados en el frente, de los cuales se estima que podría haber habido ya 15.000 bajas. Las diferencias entre la campaña de Crimea, en 2014, y la invasión a gran escala de 2022 son sustanciales.

La primera invasión de Ucrania por parte de Putin se basó principalmente en soldados sin distintivos, y la infantería naval local preparó el escenario para la toma de Crimea.

La justificación del Kremlin era sencilla: garantizar la «seguridad» de la gran población rusa en Crimea frente a un incipiente gobierno ucraniano «fascista» y antirruso. Era importante asegurar el control permanente de Rusia sobre Sebastopol, sede de su flota en el Mar Negro.

La creación de cabezas de playa separatistas prorrusas en las regiones de Donetsk y Lugansk proporcionó a Rusia un medio para tratar de influir en la futura orientación política de Kiev e impedir que la OTAN considerara a Ucrania como futuro miembro.

Así mismo la petición del presidente sirio, Bashar al-Assad, para rescatar su tambaleante régimen en el verano de 2015, suponía un riesgo limitado para Rusia, para ayudar a preservar el único régimen cliente de Moscú en Oriente Medio. Su éxito le permitió sacar pecho y frenar la política exterior norteamericana en esa región.

En Europa, Putin también vio una creciente influencia. Los cimientos institucionales de Europa estaban gravemente afectados en varios frentes. Era previsible el divorcio económico de Gran Bretaña, el Brexit.

Iba en aumento la dependencia energética de Alemania, que venía de largo. La Unión Europea se estaba debilitando, de hecho, «era y es» el «eslabón débil» de Occidente por mucho que nos duela o que sea políticamente incorrecto afirmarlo.

La OTAN parecía estar desgarrada por dudas existenciales y tendía a su desaparición. La seguridad europea dependía del todo de Estados Unidos.

Putin pronunció un discurso de marzo de 2018 haciendo hincapié en la mayor destreza militar de Rusia y dando a entender una nueva disposición a utilizarla.

Manifestaba la creciente fuerza del ejército ruso: «A aquellos que en los últimos 15 años han intentado acelerar una carrera armamentística y buscar una ventaja unilateral contra Rusia...», dijo, «les diré esto: todo lo que han tratado de evitar con esa política ya ha ocurrido. Nadie ha conseguido frenar a Rusia».

El momento exacto en el que Putin decidió invadir Ucrania sigue siendo un misterio, pero a finales de verano de 2021, hace poco más de un año, Rusia ya estaba sentando las bases militares y políticas para hacer de una invasión una opción viable.

A lo largo del año, Moscú utilizó ejercicios militares planificados para encubrir un aumento significativo de las fuerzas rusas a lo largo de la frontera ucraniana, pasando de unas 87.000 en febrero de 2021 a unas 100.000-120.000 en diciembre.

Luego, un ejercicio militar no programado con Bielorrusia a mediados de febrero de 2022 puso 30.000 tropas rusas adicionales en la frontera norte de Ucrania, en una ruta directa hacia Kiev.

En julio del año pasado la página web del Kremlin publicaba un documento de Putin de 20 páginas titulado: «Sobre la unidad histórica de rusos y ucranianos».

Allí afirmaba que, históricamente, «rusos y ucranianos eran un solo pueblo, un todo único»; que «Ucrania nunca había existido como Estado»; y que el actual gobierno de Ucrania estaba bajo «control externo directo» y con presencia de «asesores extranjeros» y que el «despliegue de infraestructuras de la OTAN» era inminente.

Tras ocho meses de una guerra que se suponía breve (en esto nos recuerda a aquella primera Gran Guerra que comenzó en verano y se esperaba que acabase la Navidad siguiente) nos vemos hoy en un atolladero de difícil salida, para Rusia, para Ucrania y para Europa en su conjunto (que ve amenazados sus recursos energéticos y su economía).

La ayuda a Ucrania ha desbordado las previsiones y ha dado la vuelta al conflicto en favor de Ucrania. Rusia tendrá que reponer y ampliar significativamente su fuerza de combate si espera hacer algún progreso en el campo de batalla: movilización, ampliación de efectivos, cambio de estrategias.

Ahora vamos a una segundo año de «campaña de invierno»: Putin considera claramente que el invierno será un aliado clave, no solo en el terreno militar sino como arma en la influencia energética de Rusia sobre Europa. Incluso en un invierno cálido, «ciudades y tierras enteras» podrían congelarse durante días o incluso semanas.

Si la estrategia de invierno de Putin no da lugar a nuevas presiones occidentales sobre Zelenski para que negocie con Moscú, y si las fuerzas rusas siguen perdiendo terreno en Ucrania, Putin bien podría pasar a activar sus amenazas de «utilizar todos los medios disponibles». La gran pregunta es: ¿hasta dónde está dispuesto a llegar?