Brasil
Los fallos de seguridad que permitieron el violento asalto a Brasilia
«Tragedia más que anunciada en Brasilia» titularon los diarios brasileños el lunes. Y es que hubo claras señales que precedieron a los violentos eventos del domingo, pero nadie pudo o quiso hacer nada para evitar el desenlace.
El sábado por la noche, un centenar de buses con unos 4.000 partidarios del expresidente Jair Bolsonaro llegaron a la capital brasileña y se unieron al campamento delante del cuartel general del Ejército.
¿Por qué las fuerzas del orden no desmantelaron antes los campamentos de partidarios del expresidente Bolsonaro, instalados desde hace dos meses delante de edificios militares de todo el país?
¿Cómo es que los manifestantes pudieron acceder tan fácilmente a sitios clave del poder en Brasil? ¿Alguien financió este ataque perpetrado contra la democracia brasileña?
«Hubo, diría yo, incompetencia, mala voluntad o mala fe de las personas que cuidan de la seguridad pública del Distrito Federal», afirmó el domingo Lula, antes de volver a Brasilia desde São Paulo en donde visitaba una localidad afectada por las inundaciones.
Minutos antes del asalto a las principales instituciones en Brasilia, un responsable de la seguridad en la capital envió un mensaje al gobernador del distrito federal, Ibaneis Rocha, señalando: «Los manifestantes son escoltados por la policía (...) y el clima es tranquilo, es una manifestación totalmente pacífica», señala un registro publicado por la web Metropoles.
En el editorial del lunes del influyente diario O Estado de São Paulo destacó «la facilidad sorprendente con la que los vándalos que no aceptaron la derrota de Jair Bolsonaro invadieron los sitios de poder en Brasilia, en el peor ataque contra la democracia brasileña desde el final de la dictadura militar (1964-1985)».
¿Improvisado o planificado?
Mucho antes de la llegada de los autobuses, bastantes publicaciones en redes sociales aludían a la concentración en Brasilia.
«Todos los gastos pagos. Agua, desayuno, almuerzo y cena. Y acamparán en Planalto», el palacio presidencial, señalaba un mensaje en un grupo de partidarios de Bolsonaro en Telegram.
El ministro de Justicia, Flavio Dino, autorizó entonces el despliegue de los agentes de la Fuerza Nacional de Seguridad Pública, un cuerpo policial especial enviado a diferentes estados en caso de amenaza contra la ley y el orden.
Eso no impidió que los manifestantes recorrieran 8 kilómetros desde su campamento hasta la Plaza de los Tres poderes, en cuyas inmediaciones se ubican el palacio presidencial, la sede del Supremo Tribunal Federal, y el Congreso, sin que los bloquease la policía.
Las dudas también planean sobre los servicios de inteligencia del Estado
La actitud de algunos policías también fue cuestionada, a través de vídeos que muestran a agentes filmando la invasión con sus teléfonos móviles en lugar de intervenir.
«No hizo falta seguridad, había policías. Faltó que ellos actuaran, para no dejarlos hacer lo que hicieron. Fue una invasión», dijo a la Afp Pedro Sabino Rapatoni, un asistente administrativo de 21 años en Brasilia.
En TV Globo, la periodista Miriam Leitao denunció el lunes la «bolsonarización de las fuerzas policiales en Brasilia».
Leitao acusó particularmente al despedido secretario de Seguridad del Distrito Federal, Anderson Torres, ex ministro de Justicia de Bolsonaro, que se encontraba en Estados Unidos el domingo, al igual que el expresidente.
Torres fue destituido el mismo domingo por el gobernador Ibaneis Rocha, quien a su vez fue suspendido de sus funciones por 90 días por un juez de la Corte Suprema.
Las investigaciones acaban de comenzar y están por verse las responsabilidades por acción y omisión de cada una de las autoridades. Puede que la cabeza de Torres no sea la única que vaya a rodar.