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Por qué los tanques para Ucrania tienen que ser Leopard

Tanques Leopard 2, en Katowice, Polonia, en 2019AFP

335 días de guerra en Ucrania

Por qué los tanques para Ucrania tienen que ser Leopard

¿Por qué es el Leopard el protagonista de este debate? ¿Por qué, después de once meses de guerra, parece ahora imprescindible que Ucrania cuente con blindados occidentales? ¿Cuál es la urgencia? ¿Por qué duda el gobierno alemán?

Por mucho que los protagonistas hayan restado importancia a los desacuerdos, la última reunión del grupo de Contacto para Ucrania en Ramstein ha sido percibida por la opinión pública como un fracaso. A pesar de las presiones de los aliados, Alemania aplazó entonces, aunque sólo fuera por unos días, todavía la decisión de suministrar al ejército ucraniano su carro de combate, el Leopard 2, ayer desconocido y hoy tan popular como los mejores artistas de cine.

El retraso creó una situación incómoda para todos, que los catastrofistas, que siempre existen, consideraron —o fingen considerar— como el principio del fin del apoyo exterior al régimen de Zelenski.

Empecemos por el principio, ¿por qué tiene que ser el Leopard? En Galicia se cuenta la historia de un cura rural que, yendo a decir misa a un pueblo vecino, se encuentra en el camino, justo al romper el alba, con dos niños tirando de una vaca. «¿Dónde vais a estas horas?» Pregunta el sacerdote. «Vamos a llevar la vaca al toro» Contesta el mayor. «¡Cómo! ¿Pero eso no lo puede hacer vuestro padre.» Los niños se miran con complicidad, y es el pequeño quien, con una sonrisa indulgente, le explica al cura lo que un hombre dedicado a Dios parece no entender: «No. Tiene que ser el toro.»

Leopard 2

Leopard 2Kindelán

Leopard 1

Leopard 1Kindelán

Nosotros, como el cura rural, tenemos derecho a preguntarnos si lo que hace el Leopard no lo puede hacer otro carro cualquiera. Sobre todo cuando ya se ha ofrecido un primer voluntario, el Challenger 2 británico. La respuesta, desde luego, habría de ser similar a la del niño gallego: «No. Tiene que ser el Leopard». Pero, como las razones no son tan obvias, conviene dedicar unas líneas a justificarlas.

Inconvenientes del Challenger 2

Del modelo británico, el Challenger 2, se han fabricado alrededor de 400 carros. Ni siquiera entregando todos los que estén en condiciones aceptables —algo ciertamente impensable, porque se desnudaría al ejército del Reino Unido— se llegaría a las cifras que necesita Ucrania. Tiene además este carro un inconveniente adicional. Su cañón es de ánima rayada, mientras los del resto de los carros occidentales son de ánima lisa. Eso quiere decir que la munición, que ya no se fabrica, es incompatible con la que tienen otras naciones. No es fácil saber de qué reservas dispone el Reino Unido, pero es seguro que no serán suficientes para librar un modelo de guerra tan anticuado como la que se libra en Ucrania.

El Leclerc, del que Francia tiene 400 unidades en servicio, tiene inconvenientes parecidos

El Leclerc, del que Francia tiene 400 unidades en servicio, tiene inconvenientes parecidos. Y no sirve coger uno de aquí y otro de allá. Las dificultades logísticas de crear un arma acorazada con tres o cuatro modelos diferentes de carros de combate, algunos con diferente munición, no necesitan mayor explicación.

Los T-72 de Marruecos

Los carros de procedencia soviética, como los T-72 recientemente ofrecidos por Marruecos, tampoco son la solución. A su retraso tecnológico en comparación con los modelos occidentales hay que añadir que solo están disponibles en cantidades limitadas. Y lo mismo ocurre con los repuestos y la munición que necesitan. Solo Rusia cuenta con los recursos necesarios para apoyarlos adecuadamente.

El Abrams de EE.UU.

Así pues, en realidad solo hay dos candidatos para crear las nuevas unidades acorazadas que Ucrania necesita: el M1 Abrams norteamericano y el Leopard 2. De ambos modelos, en sus diferentes configuraciones, hay suficientes unidades en servicio para satisfacer las necesidades del ejército ucraniano. Los dos emplean munición intercambiable, sujeta a los estándares de la OTAN.

Hay, sin embargo, dos diferencias sustanciales que favorecen al Leopard. La primera es logística. Los carros americanos, que tienen por motor una turbina como las de los aviones, consumen mucho más combustible y exigen un mantenimiento más complejo que los Diesel alemanes, algo que encaja con la organización del ejército de los EE.UU. pero es difícil de replicar fuera.

Mientras la responsabilidad de suministrar carros Leopard a Ucrania podría compartirse entre una decena de países, los EE.UU. tendrían que asumirla en solitario para entregar el Abrams

La segunda diferencia es de naturaleza política. Ningún país europeo ha adquirido el carro americano. Mientras la responsabilidad de suministrar carros Leopard a Ucrania podría compartirse entre una decena de países, los EE.UU. tendrían que asumirla en solitario para entregar el Abrams.

Justificada la elección del carro, habrá que dar respuesta a la siguiente pregunta. Si con las armas que se le han suministrado hasta la fecha, Ucrania ha conseguido frenar la ofensiva rusa y pasar al contraataque recuperando buena parte del territorio perdido en los primeros días de la invasión ¿por qué ahora parece imprescindible contar con los ansiados Leopard?

Es cierto que Ucrania ha sabido hacer frente a un ejército ruso muy superior en carros, artillería, helicópteros y aviones de combate. Volviendo al símil musical, los soldados ucranianos, armados en los primeros momentos de la guerra con instrumentos de fácil manejo —como las maracas y panderetas, aunque fueran tan sofisticadas como el Javelin o el Stinger— han sabido ahogar el sonido de la desafinada orquesta rusa.

Poco a poco, el ejército ruso ha ido corrigiendo errores y, lo que es más importante, ha encontrado el terreno donde menos se notan sus lagunas. Tiene aún importantes disfunciones, y el importante papel que juegan en sus filas los mercenarios de la Wagner no es la menor de ellas. Pero, tras sus repetidos fracasos en la compleja guerra de maniobra, ha demostrado sentirse cómodo en la de desgaste, a la espera de que el mundo se canse de tanta obstinación y dé por perdidas las regiones ocupadas de ucrania.

Las armas de infantería que Ucrania recibió en los primeros momentos no son suficientes para repetir los éxitos del pasado otoño

En estas condiciones, las armas de infantería que Ucrania recibió en los primeros momentos no son suficientes para repetir los éxitos del pasado otoño. Tampoco basta con la artillería, muy limitada en el alcance de sus cohetes por la prudente decisión de los gobiernos occidentales. Kiev necesita nuevos instrumentos para seguir avanzando. Y los necesita con urgencia porque se esperan combates duros en primavera y, por mucha ayuda que se les dé, se tardarán meses en alistar las unidades acorazadas que recibirán los Leopard.

El por qué de las dudas de Alemania

¿No entendía esto Alemania? Por supuesto que sí. Pero tenía sus razones para dudar. Algunas eran públicas, como la sensibilidad de un pueblo que no quiere revivir imágenes de la Segunda Guerra Mundial o el riesgo de una posible escalada. Sobre esto último, la verdad es que, escuchando a los líderes rusos, uno no sabe a qué carta quedarse. ¿Arderán los Leopard en el campo de batalla? ¿Tendrán la culpa de un mayor sufrimiento del pueblo ucraniano? ¿Harán posible la derrota rusa y, con ella, provocarán la guerra nuclear? De todo hemos oído y no nos creemos nada pero, justo es decirlo, no somos nosotros quienes tenemos la responsabilidad de decidir.

Es Alemania, socio privilegiado de Rusia en el pasado, quien más ha perdido con la Guerra de Putin

Otras razones pueden haber sido menos confesables. De toda la Unión Europea seguramente es Alemania, socio privilegiado de Rusia en el pasado, quien más ha perdido con la Guerra de Putin. Seguramente, el gobierno alemán conserva la esperanza de que vuelvan los buenos tiempos y, aunque no lo reconozca en público, quizá estaría dispuesto a apoyar ciertas concesiones de Ucrania para acercar la paz.

Se trata, claro está, de razones equivocadas. Las concesiones jamás consiguen apaciguar a hombres como el presidente Putin o a quienes le rodean. Al contrario, son invitaciones para exigir más. Por eso, tenemos que celebrar el paso que Berlín acaba de dar en la buena dirección.

Solo unos días después de la reunión de Ramstein, Scholz ha dado luz verde a la entrega de carros de combate, en una decisión que cabía prever porque, en las horas previas, ya había permitido el comienzo del adiestramiento de las dotaciones ucranianas y se había comprometido a dar la autorización a otras naciones que, como es el caso de Polonia, querían liderar esta iniciativa.

¿Será suficiente para poner fin a la guerra? Desde luego que no. Aún le faltan muchos instrumentos al ejército ucraniano, y todos ellos los va a pedir Zelenski antes o después. Seguramente los conseguirá. Es una pena que, once meses después, el Kremlin todavía no se haya dado cuenta de que su «operación militar especial» ha fracasado y que lo que queda es una guerra en la que, a largo plazo, Rusia solo puede perder.

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