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Los iraníes se protegen de la nevada en Teherán, IránEFE

El Debate en Irán

Así es la vida de los iraníes, atrapados entre las sanciones internacionales y la censura del régimen

El bloqueo de las redes sociales o la falta de expectativas económicas marcan el día a día de Irán

Irán recupera su ritmo habitual, después de varias jornadas festivas con motivo del 44º aniversario de la Revolución Islámica. En la capital, el tráfico vuelve a ser sofocante y una intensa nevada dificulta aún más el movimiento. Un trayecto que debería durar 20 minutos se convierte en una odisea que puede llegar a prolongarse horas. Las anchas avenidas se inundan de coches que hacen sonar el claxon constantemente ante la impotencia de no poder avanzar, mientras que los peatones sortean los vehículos para poder cruzar.

Los bazares de Teherán vuelven a estar a pleno rendimiento, lo que significa que las celebraciones han llegado a su fin y los iraníes deben volver a su vida cotidiana que, a diferencia de otros países, empieza un domingo y se extiende hasta el miércoles o el jueves, en el caso de la empresa privada. Los estudiantes más jóvenes se dirigen, a primera hora de la mañana, a los colegios y universidades y el resto se enfrenta a una nueva jornada laboral.

Irán ha experimentado un fuerte encarecimiento de los precios, mientras que lo salarios han bajado. El sueldo medio de un iraní puede rondar los 200-250 euros al mes, mientras que, explica a El Debate Parviz, un hombre de 50 años, antes de que el actual presidente, Ebrahim Raisi, llegara al poder, esta cifra rondaba los 600 euros. «Recibimos nuestros salarios en riales iraníes, pero gastamos en dólares», nos explica este iraní.

El propio Gobierno iraní ha establecido este umbral en unos ingresos mínimos de 250-350 euros al mes. Lo que implica que gran parte de la población estaría, efectivamente, por debajo de esta línea. Irán, sin embargo, culpa a las sanciones internacionales de provocar esta asfixia económica. Raisi, en su discurso por el 44º aniversario de la Revolución, volvió a incidir en cómo «los enemigos» presionaban a la República Islámica a través de restricciones.

Pero no son solo las sanciones por parte de Occidente las que afectan a la economía de Irán. La corrupción endémica del régimen de los ayatolás crea un agujero dentro de las arcas públicas, al igual que la financiación a organizaciones o grupos afines a la República Islámica en países árabes, para asegurar su influencia, como puede ser el caso de Hezbolá, en el Líbano, Hamás, en Gaza o los Hutíes, en Yemén.

«En una megaciudad como Teherán podemos ver y sentir grandes diferencias entre clases sociales, incluso de un lado a otro de una avenida se puede observar esta brecha», afirma Mobin, un estudiante de 19 años. Esta realidad provocó también, en gran medida, que los más jóvenes salieran a manifestarse en contra del régimen. Este joven cuenta que las nuevas generaciones no tienen grandes expectativas ni oportunidades en Irán.

Mobin afirma que, tras las revueltas, el régimen «intentó calmar a la gente», pero ahora que la situación está más tranquila, «han vuelto a imponer sus normas». «Yo, como estudiante, veo que han vuelto algunas limitaciones, como la segregación por sexos», nos explica este joven iraní. Las generaciones más jóvenes pasan sus ratos libres, sobre todo, en cafés, donde se reúnen para charlar y comentar las últimas noticias.

La mayoría de ellos se han convertido, a la fuerza, en auténticos hackers. Prácticamente todas las redes sociales en Irán están bloqueadas, no se puede acceder ni a Whatsapp ni Twitter, Telegram o Instagram, así como tampoco a portales de noticias extranjeros. Pero los iraníes se saltan estás restricciones instalando VPN o proxys –redes informáticas que hacen de intermediario– en sus móviles, saltándose la censura del régimen. «Aquí en Irán va todo mal, las redes sociales, el Gobierno…», nos comenta otro joven, entre risas.