370 días de guerra en Ucrania
El control del discurso mediático del Kremlin comienza a resquebrajarse en Rusia
Un año de control del espacio mediático para evitar que se difunda cualquier discurso diferente al oficial respecto al transcurso de la guerra en Ucrania es demasiado incluso para el Kremlin.
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Mantener el monopolio mediático en la sociedad de internet es prácticamente imposible. Aunque Moscú mantiene con fuerza el control de la información respecto a la guerra, algunas grietas comienzan a abrirse en el monolítico edificio de la propaganda militarista rusa.
Unas grietas que no solo se producen por el lado más nacionalista y militarista descontenta con los reveses del Ejército ruso en Ucrania. También entre los opositores prodemocráticos y contrarios a la guerra se empiezan a abrir espacios al margen del control mediático gubernamental.
Gracias a la violenta, y eficaz, represión de la libertad de expresión e ideológica, el gobierno ruso aún conserva el respaldo de una mayoría de la población rusa, convencida de que en Ucrania gobiernan los nazis y que hay que liberar las «tierras rusas» oprimidas por Kiev con independencia del coste de vidas humanas.
Los que no se pliegan al discurso nacionalista e imperialista del Kremlin, se mantienen en un discreto silencio para evitar generarse problemas. Las penas por difundir noticias etiquetadas como «desinformación» pueden llegar a los 15 años de prisión.
Aquellos abiertamente opuestos a Putin y a sus agresivas políticas expansionistas, la minoría, han huido y sólo unos pocos tienen la valentía de protestar públicamente sabiendo que acabarán en la cárcel.
En una reciente investigación de la CNN, sin embargo, se apunta a que poco a poco el muro del silencio comienza a derribarse en Rusia.
Los internautas con conocimientos de tecnología, y que albergan deseos de conocer la verdad más allá de las manipulaciones de los canales de propaganda, logran esquivar los bloqueos de la red y romper el férreo control de la información por parte del Kremlin.
Tras acceder a partes de guerra reales sobre el estado en el frente de guerra, fotografías y testimonios de soldados, difunden todo el material en otros canales.
En esa estrategia, están jugando un papel central las aplicaciones VPN o Proxy, que escapan al control de las autoridades censoras. Según CNN, una cuarta parte de la población rusa emplea estos servicios.
El vuelco aún es casi anecdótico, pero es un indicio más de que hay hartazgo en la sociedad rusa. Otro signo: las audiencias de los programas de propaganda de la televisión pública se han derrumbado.
Hay saturación informativa militarista y nacionalista: «No confío en nuestra televisión», dice una mujer a CNN que asegura que ha pasado de apoyar sin dudas la guerra en Ucrania ha rechazarla de forma absoluta.
El Centro Levada, una empresa que realiza encuestas al margen del Kremlin, difundió una reciente encuesta que indica que en el último año el respaldo a Putin descendió un 6 % entre la población rusa, aunque sigue siendo del 74 %, un porcentaje igualmente elevado.
¿El motivo? Por mucho que, de forma individual, un grupo de personas no interrelacionadas sienta la inquietud por acceder a información veraz, el grueso de la población rusa, anestesiada tras décadas de martilleo propagandístico, o no tiene interés por la política o, si lo tiene, sólo accede a la información que le proporcionan los fanáticos líderes de opinión a sueldo del Kremlin.
Los mensajes que se transmiten en esos canales rozan lo ridículo por lo exagerados que resultan. Son mensajes burdos fácilmente desmontables que, en una sociedad con libertad de expresión y pluralismo de medios de comunicación, serían inocuos por lo absurdos que suenan.
Personas como Margarita Simonyan, directora de Russia Today, o Vladimir Solovyov, conductor de la tertulia política estrella de la televisión pública, un día sí y otro también emiten mensajes que inciden en que, no solo Ucrania, sino toda la Unión Europea, está gobernada por regímenes nazis.
En sus diatribas, son constantes los llamamientos a bombardear con misiles nucleares las principales capitales europeas. Si Rusia no conquistó Kiev en tres días, es porque nunca fue le objetivo.
También se pide que las tropas rusas «liberen» Alemania Oriental, o se incide en que las fronteras naturales rusas incluyen las repúblicas bálticas, Polonia, Bielorrusia, Moldavia y, por supuesto, Ucrania.
Otro locutor estrella del panorama mediático ruso, Sergey Mardan, aseguró recientemente en la radio pública que «la única fórmula válida para la paz en Ucrania es la liquidación del Estado ucraniano».
Todos estos mensajes tienen una audiencia fiel entre el electorado más conservador y perteneciente a generaciones que vivieron la caída de la Unión Soviética.
La idea de que la guerra era inevitable y que la «operación militar especial» fue un ataque preventivo para evitar que Ucrania, apoyada por occidente, atacara Rusia, cala, asimismo, en amplios sectores de la sociedad rusa.
Mientras tanto, la información independiente se va abriendo espacio en internet a pesar de la prohibición de Twitter o Facebook en Rusia. Aplicaciones como Telegram, Youtube o Whatsapp se han convertido en canales eficaces para difundir aquello que el Kremlin no quiere que se vea.
Sin embargo, el reto es llegar a la población que no es nativa digital. Aquellos que, en ningún caso, consumirían información por redes sociales.