Congreso Internacional de Víctimas del Comunismo
Hungría, Estonia y Letonia recuerdan los horrores del comunismo durante la ocupación de la URSS
Hungría, Estonia y Letonia hoy son naciones libres que integran la Unión Europea y forman parte de la OTAN, pero esto no siempre ha sido así y vale la pena hacer memoria de los horrores y crímenes que vivieron sus poblaciones bajo la ocupación comunista de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
El Instituto de Estudios Históricos del CEU reunió a destacados historiadores de estos tres países en el Congreso Internacional de Víctimas del Comunismo. En este contexto Dorottya Baczoni, historiadora del Museo de la Casa del Terror de Hungría, Meelis Maripuu del Instituto de la Memoria Histórica de Estonia y Argita Daudze de la Universidad de Letonia se dieron cita en Madrid.
Los tres expertos llegaron a España para compartir las experiencias de sus respectivos países en la ruptura con el régimen impuesto por la extinta URSS, sus crímenes durante la ocupación y cómo, tras liberarse del totalitarismo comunista, han reconstruido su identidad nacional.
Baczoni opina que ha transcurrido mucho tiempo para que Hungría pudiera reemplazar los sistemas impuestos durante la ocupación soviética y recuperase la libertad de opinión y culto que ahora gozan, pero sobre todo fue necesario mucha valentía para «trazar una línea entre el mundo democrático y el comunista para volver a tener autoestima y reconstruir una narrativa nacional».
En nombre del comunismo se han cometido crímenes que ahora se ven simplemente como anécdotasHistoriadora del Museo de la Casa del Terror de Hungría
Para la historiadora húngara y parte del equipo de la Casa del Terror, un museo en Budapest, «en nombre del comunismo se han cometido crímenes que ahora se ven simplemente como anécdotas». Por esa razón «desde un punto de vista nacional y desde el museo se hace una reinterpretación del pasado que mayoritariamente ha sido monopolizado por el comunismo».
Baczoni, que celebra que ya unos seis millones de visitantes han apreciado las exposiciones de la Casa del Terror, «para ser libre debemos mostrar los horrores de los dictadores del pasado y buscar una justicia simbólica para superar, como sociedad, todos estos oscuros momentos».
Por su parte, Meelis Maripuu, miembro de la junta directiva del Instituto de Memoria Histórica de Estonia, habló de un «trauma emocional» en el pueblo estonio debido al «terror rojo» impuesto en 1940 con la ocupación soviética del país.
Estonia que «tiene una amplia experiencia con el comunismo desde 1917» vio cómo «su población se redujo en un 20 % tan sólo entre 1940 y 1944 debido a los masivos asesinatos». Asimismo, unas 10.000 personas fueron arrestadas y otras 10.000, incluidos 2.500 niños, fueron deportados a Siberia. Al menos, otras 20.000 adicionales fueron deportadas para el año 1949.
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Para Argita Daudze, doctora en historia por la Universidad de Letonia y exembajadora en España, el comunismo significó para su país «la pérdida de la libertad, la imposición de la cultura política de mentiras y de la ideología comunista en todas las facetas de la vida y la sociedad».
Daudze recordó que creció y se educó con la perestroika y que el miedo era «un arma para controlar la sociedad» mientras la extinta KGB ejecutaba sigilosamente ese control para aislarlos a nivel personal e internacional.
40 % de los deportados murieron en los campos de concentración soviéticos
La historiadora y exembajadora letona en Madrid, señaló que unos 130 mil soldados soviéticos ocuparon el país báltico. En su intervención rememoró la represión masiva vivida entre 1940 y 1941 y cómo el 40 % de los deportados murieron en los campos de concentración controlados por los comunistas soviéticos.
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De acuerdo con Daudze la ocupación soviética «destruyó totalmente la economía de mercado, liquidó la propiedad privada en la agricultura y provocó flujos migratorios masivos». También recordó una ola represiva iniciada en 1949 dirigida contra los campesinos, que eran un reducto muy activo de resistencia contra la ocupación soviética.
Los tres panelistas coincidieron en la utilidad y necesidad de recordar los crímenes del pasado para hacer posible la reconstrucción de las identidades nacionales. Sobre todo, en momentos en que la sombra de la «gran» URSS aparece en los discursos de Vladimir Putin que se encuentra en plena ofensiva en Ucrania y no se sonroja en replicar los patrones represivos usados por las fuerzas soviéticas en las antiguas repúblicas que conformaban el bloque.