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Los trabajadores de la central nuclear de Zaporiyia denuncian torturas por parte de las tropas rusas

La toma de las instalaciones provocó que los empleados de la planta fueran retenidos en contra de su voluntad

Detenciones, torturas e incluso asesinatos. Los trabajadores de la central nuclear de Zaporiyia denuncian toda clase de terribles actos perpetrados por la tropas rusas tras ocupar el recinto. El diario británico The Times ha tenido la oportunidad de acceder a los testimonios de varios empleados de la central.

«Tenía moratones y sangre por toda la cara», relata un trabajador de Zaporiyia al diario británico, que pide no ser identificado por miedo a represalias. «Me habían golpeado alrededor de la cabeza y el cuerpo con una porra de goma», continúa.

«Me apuntaron con una pistola con balas de goma a uno o dos metros de la pierna y dispararon», relata. El hombre cuenta que cuando conseguía que las heridas cicatrizaran, le golpeaban en las piernas para que volvieran a abrirse y se infectaran de nuevo.

Con el tiempo, las porras de goma se habían usado tanto, con él y con otros trabajadores, que empezaron a deshacerse. «Tuvieron que sustituirlas por palos de madera», cuenta. Las tropas rusas se hicieron con el control de la central nuclear de Zaporiyia al poco de iniciar la invasión de Ucrania, en febrero de 2022.

La toma de las instalaciones provocó que los trabajadores de la central fueran retenidos en contra de su voluntad. El Ejército del Kremlin creyó que serían bien recibidos por los trabajadores de Zaporiyia –como suponían los rusos para gran parte de la región–, pero se encontraron con el escenario contrario.

Moscú había planeado transferir la central al por mayor a su propia red. Eso significaba ponerla bajo el control de Rosatom, su propia empresa estatal de energía nuclear. Pero se encontraron con la oposición de los 11.000 trabajadores de la central que no estaban dispuestos a ayudar a los rusos.

Las tropas rusas, al encontrarse con una fuerte oposición, empezaron a entrar en «pánico», recoge el diario británico. En un primer momento, hicieron prisionero al director de la central, Ihor Murashov. Pero, a diferencia de muchos otros empleados de la planta, no fue torturado.

Murashov fue detenido el pasado mes de septiembre tras negarse a trabajar para los rusos, pero liberado tras la intervención del presidente de Francia, Emmanuel Macron, y el jefe de la Agencia Internacional de la Energía Atómica, Rafael Grossi, que visitó la planta y negoció con el presidente ruso, Vladimir Putin, sobre su futuro.

The Times denuncia que cientos de empleados que mostraron «simpatías proucranianas» no tuvieron tanta suerte como el director de la central. Al principio, los empleados ganaban tiempo, revela uno de los empleados.

Después, los rusos se volvieron agresivos. «Cambiaron su enfoque», señala otro trabajador, que habla por teléfono con The Times desde la ciudad ucraniana de Enerhodar. «Se dirigieron a todos los jefes de departamento y les amenazaron. Dijeron que te llevarían 'al sótano' si no hacías lo que te pedían».

Irse «al sótano» era una de las «peores cosas que pueden ocurrir bajo la ocupación», añadió. Miles de personas huyeron mientras aún podían pasar los puestos de control hacia el lado ucraniano del frente. Se estima que unos 6.500 empleados de la planta siguen viviendo en Enerhodar.

Los rusos les han dado de plazo hasta este mes para que firmen nuevos contratos con la filial de Rosatom, creada al efecto. Se cree que unos 2.500 han aceptado, según Petro Kotin, jefe nacional de Energoatom, la empresa estatal ucraniana que gestionó la central en tiempos de paz.

Otros se han quedado en la central sin firmar, porque sus funciones se consideran vitales. Pero otros 2.500 se han quedado en casa, cobrando su sueldo –que deben convertir en rublos– y esperando a ver qué pasa.

Actualmente, la central está desconectada de la red. Los bombardeos de ambos bandos han derribado las cuatro principales líneas eléctricas y se han cerrado cuatro de los seis reactores, mientras que los otros dos están parados.

El riesgo de fusión, al cortarse repetidamente el suministro eléctrico independiente necesario para refrigerar los reactores, ha hecho saltar las alarmas en toda Europa. Rusia ha mantenido suministros militares en la central y, según empleados de Energoatom, ha bombardeado la ciudad como advertencia a los residentes ucranianos.