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El príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohammed bin Salman

El príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohammed bin SalmanAFP

Ni China ni EE.UU.: Arabia Saudí tiene la llave para forzar a Rusia a poner fin a la guerra en Ucrania

Arabia Saudí rescató a Putin al acordar una reducción drástica de la producción de crudo que salva a la economía rusa de la debacle

Los líderes europeos, incluido el presidente ucraniano Volodimir Zelenski, insisten en cortejar al presidente chino, Xi Jinping, para que ejerza su influencia sobre Vladimir Putin y ponga fin a la invasión rusa en Ucrania.

La estrategia se sustenta en dos presupuestos que, cada vez con más fuerza, se evidencian erróneos: primero, se presupone que Xi Jinping ejerce una influencia real sobre Vladimir Putin.

El segundo presupuesto establece que China está apuntalando, con su apoyo incondicional, al régimen de Vladimir Putin en un contexto en el que las sanciones internacionales amenazan con provocar un colapso de la Federación Rusa.

En cuanto al primer presupuesto, se ha demostrado que Rusia actúa movido por sus propios intereses, buscando una confluencia de objetivos con China, pero sin que sus decisiones estén atadas a la voluntad de Pekín.

El segundo presupuesto es aún más equivocado: siendo China un pilar indispensable para Moscú, es Arabia Saudí, aliada estratégica de Estados Unidos en Oriente Medio, la que ha echado un capote a las maltrechas arcas rusas.

El pasado viernes, el príncipe heredero de Arabia Saudí, y hombre fuerte del reino, Mohammed bin Salman, conversó con el presidente Putin por teléfono en una llamada definida por el Kremlin como «amistosa, constructiva e informativa».

La conversación se centró en el acuerdo adoptado por los saudíes con Rusia, junto con Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Irak y Omán para reducir la producción de petróleo y apuntalar una subida de los precios.

Los principales perjudicados, los países europeos, que verán cómo la crisis energética se profundiza en el contexto de la guerra de Ucrania.

En virtud del acuerdo, Arabia Saudí reducirá de forma adicional medio millón de barriles diarios, Emiratos Árabes Unidos 144.000 barriles, Kuwait 128.000 barriles, Irak 211.000 y Omán 40.000.

Rusia, por su parte, producirá en 2023 750.000 barriles de crudo al día menos respecto al año pasado.

Es la segunda reducción en el ámbito de la OPEP después de que en octubre de 2022 los miembros adoptaran reducir la producción de crudo en dos millones de barriles diarios.

La medida beneficia directamente a Rusia, cuya principal fuente de ingresos es la exportación de hidrocarburos, y con la subida de precios trata de compensar la pérdida de los mercados occidentales tras las sanciones al gas y petróleo rusos.

De hecho, desde el inicio de la guerra se han disparado el precio de las materias primas, lo que ha permitido a la oligarquía rusa aumentar sus fortunas sin que las sanciones internacionales afecten a sus bolsillos.

Con la nueva reducción pactada en la OPEP se confía en compensar la previsión de caída del 23 % en 2023 de los ingresos por venta de petróleo.

La medida mostró su eficacia de forma inmediata. El lunes 3 de abril, inmediatamente después del acuerdo, los precios del petróleo aumentaron con fuerza.

De esta manera, el acuerdo adoptado por Rusia y Arabia Saudí, que arrastró a los demás miembros de la OPEP, ha salvado a Rusia de una probable hecatombe económica inmediata y ha desactivado, por el momento, el principal efecto buscado por las sanciones.

Mientras tanto, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, asiste impertérrito cómo su aliado estratégico saudí rescata a su archienemigo del Kremlin. «Habrá consecuencias», se limitó a decir.

¿En qué consistirán esas consecuencias? Es difícil decirlo cuando Arabia Saudí es una pieza fundamental para los intereses estadounidenses en Oriente Medio.

Bin Salman lo sabe y se aprovecha para crear un espacio donde desarrollar con autonomía su propia política exterior, aunque perjudique a su principal aliado.

Una política exterior que le ha llevado a forzar otro arqueamiento de cejas del inquilino de la Casa Blanca al reconciliarse con Irán por mediación de China.

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