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El presidente de Turquía, Recep Tayyip ErdoganAFP

Elecciones clave en Turquía

Recep Tayyip Erdogan, el sultán de Turquía que lucha por mantenerse en el poder tras más de 20 años

El presidente turco se enfrenta a la batalla más dura de su extensa carrera política este domingo, unas elecciones que pueden poner fin a su sultanato

Turquía y Recep Tayyip Erdogan, 69 años, son dos conceptos, aparentemente, indivisibles. Veinte años lleva Erdogan al frente del país euroasiático, una Turquía sin su sultán es para muchos inimaginable, una distopía. Pero esta realidad paralela de un Palacio Presidencial sin Erdogan puede materializarse el domingo, si los resultados de las elecciones no otorgan a su Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) la victoria.

Erdogan está viendo las orejas al lobo, cuando las encuestas ofrecen una ligera ventaja a la oposición, liderada por el socialdemócrata Kemal Kilicdaroglu. Existen muchas dudas sobre qué pasará en caso de que el actual presidente turco salga mal parado en los comicios. Lo más probable es que los resultados sean tan ajustados que se tengan que decidir en una segunda vuelta. Pero, en caso de perder, ¿reconocerá Erdogan los resultados de las elecciones?

El mandato del presidente turco ha tenido sus luces y sus sombras, veinte años dan para mucha política. Desde su idilio inicial con la Unión Europea y las promesas de una mayor apertura y alianza con Occidente, a su deriva islamista y mayor represión contra la oposición, activistas o periodistas, un giro autoritario exacerbado tras el intento de golpe de Estado de 2016.

La fallida asonada supuso un punto de no retorno para Turquía y Erdogan. El presidente turco se tomó en serio su venganza. Las purgas y detenciones en todas las instituciones públicas, así como en los estamentos judiciales se volvieron un constante. El estado de emergencia pensado inicialmente para tres meses, se fue prorrogando sine die para poder imponer su ley y su justicia. Erdogan se obsesionó con atesorar todo el poder del Estado.

Las relaciones con Estados Unidos y Europa se enfriaron, y a día de hoy siguen siendo algo tensas. Ankara especuló con la posibilidad de que Washington estuviera detrás del golpe de Estado. Desde el primer momento, Erdogan señaló al clérigo Fetullah Gülen como cerebro del golpe, exiliado en Estados Unidos desde 1999. Mientras se alejaba de Occidente, el presidente turco abría los brazos a Rusia.

En 2019, Turquía –miembro de la Alianza Atlántica– recibió los misiles rusos S-400 de defensa antiaérea, lo que desencadenó una condena furibunda de Estados Unidos, que amenazó a Ankara con sanciones por haber adquirido un sistema armamentístico incompatible con los estándares de la OTAN y expulsó al país euroasiático del programa de construcción de los aviones F-35.

La obsesión de Erdogan de volver a colocar a Turquía en el centro de poder de Oriente Medio y el mundo, rememora una añoranza del antaño Imperio otomano. La Turquía de Erdogan se volvió una fuerza de injerencia más en los múltiples conflictos regionales, intervenciones en Siria, Libia, Irak, Azerbaiyán, Grecia e incluso Ucrania.

Un líder combativo, con gran experiencia, primero como primer ministro en 2003 y desde 2014 como presidente elegido directamente, así como un férreo defensor del islam. Clara demostración fue la conversión de la fastuosa Iglesia de Santa Sofía, en Estambul, en mezquita por orden y gracia de Erdogan. La islamización de Turquía es más que evidente.

El presidente turco ha ido implantando, a lo largo de los años, medidas para regular aspectos de la vida privada. Aunque no son prohibiciones, sí se imponen obstáculos. Por ejemplo, en el caso del alcohol, su precio se ha vuelto tan inaccesible que su consumo se ha limitado drásticamente.

Además, es reseñable el presupuesto, cada vez mayor, destinado a la Dirección de Asuntos Religiosos, o Diyanet, el organismo religioso oficial de Turquía. Así como el retroceso en materia de derechos, sobre todo, de las mujeres. En 2021, de manera unilateral, Erdogan se retiró del Convenio de Estambul contra la violencia de género.

Desde sus humildes comienzos hasta convertirse en un gigante político, Erdogan se ha transformado en un irrefutable líder, casi a la altura de Mustafa Kemal Ataturk, el venerado padre de la república moderna. Este domingo se enfrenta a una de las mayores pruebas de su carrera política, de más de 20 años, y que puede hacer tambalear su indiscutible liderazgo.

Los comicios del 14 de mayo se plantean como un referéndum en torno a la figura del propio Erdogan. Una batalla que, por ahora, el sultán del antaño imperio estaría a punto de perder, ante un rival con cero carisma, pero que representa el anti erdoganismo.