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El presidente ruso, Vladimir Putin (d), y el presidente de Siria, Bashar al-Assad (d), en reunión en Sochi (Rusia) (2018)

El presidente ruso, Vladimir Putin, y el presidente de Siria, Bashar al-Assad, en una reunión en SochiKremlin / EFE

Oriente Medio

Rusia vende su paz para el conflicto sirio y trata de convencer a Turquía de que retire sus tropas

Mientras desestabiliza Occidente con su invasión de Ucrania, Moscú juega el papel de país mediador en Oriente Medio

Rusia no tiene suficiente con la invasión de Ucrania, que ahora, a semejanza de su fiel aliado chino, quiere actuar como mediador en un conflicto que este año ha cumplido 12 años: la guerra de Siria. El Kremlin se ha vestido de gala para recibir a los ministros de Asuntos Exteriores de Turquía, Irán y por supuesto, de Siria.

El presidente sirio, Bashar al Asad, se ha impuesto como el ganador de un conflicto que aún no se ha resuelto. La oposición sigue siendo fuerte en algunos reductos del país árabe, sobre todo, en la frontera turca, donde Ankara mantiene una fuerte presencia militar. Este despliegue de Turquía incómoda a Asad, que ya ha advertido de que no se sentará a negociar con su homólogo turco, Recep Tayyip Erdogan, hasta que se retire por completo de Siria.

En un entramado complejo de alianzas, intereses y egos, Rusia ha decidido que es el momento de intervenir. La situación en Oriente Medio parece que ha entrado en una nueva fase tras el restablecimiento de relaciones entre Irán y Arabia Saudí, que ha tenido como efecto colateral la definitiva vuelta al redil árabe de Siria. El presidente sirio ha vuelto a ser cortejado por las monarquías del Golfo. Emiratos Árabes Unidos (EAU) abrió la veda, y de cerca le siguió Arabia Saudí.

Erdogan consciente de que Asad está cogiendo fuerza en la región y puede volver a comportarse como un actor clave, aunque con ciertas salvedades ya que aún tiene que hacer frente a un país roto por la guerra, no ha querido perder la oportunidad de sumarse a la lista de líderes que han readmitido al presidente sirio en su círculo. A pesar de las supuestas buenas intenciones, la realidad es mucho más compleja.

Rusia e Irán, los grandes apoyos de Asad durante la guerra, han actuado de mediadores durante el encuentro en Moscú de los ministros de Exteriores de Turquía y Siria. Ambos países, en un primer acercamiento, han delimitado sus condiciones. Ankara ha calificado de «útil y positiva» la reunión, pero sigue defendiendo la presencia de su Ejército en el norte sirio «para luchar contra el terrorismo».

Una línea roja para el régimen sirio, que antepone el fin de la presencia turca como condición a cualquier negociación. En el punto que coinciden ambos países es en la lucha contra el terrorismo, «en todas sus formas», ha especificado Damasco. Sin embargo, Turquía tiene en su punto de mira a los militantes kurdos, y además exige el retorno de los refugiados sirios a sus hogares.

Siria volverá con todos los honores a formar parte de la Liga Árabe, de la mano de Arabia Saudí, el mismo país que abogó por su expulsión en 2011, por la brutal represión de Asad contra la población civil, en el marco de las Primaveras Árabes. Una victoria para Rusia e Irán que fueron los únicos apoyos del régimen sirio, y que ahora, se muestran como los mediadores y artífices de una «nueva paz» en Oriente Medio.

Mientras Rusia continúa desestabilizando Occidente con su guerra en Ucrania, mantiene una potente ofensiva diplomática y económica en Oriente Medio y África, en este último a través del Grupo Wagner. El vacío generado por Estados Unidos está siendo aprovechado por China y Rusia, en un nuevo pulso a Europa y Estados Unidos.

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