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Un simpatizante sostiene una bandera nacional turca delante de un cartel del presidente turco Recep Tayyip ErdoganAFP

Elecciones clave en Turquía

¿Qué se juega el mundo en las elecciones turcas?

Ankara es verdaderamente importante para Europa, Estados Unidos y la OTAN en la actual coyuntura bélica. Su postura ante el conflicto ucraniano es el resultado de todas sus particularidades geográficas, geopolíticas y culturales

Los 64 millones de turcos que pueden votar en las elecciones presidenciales y legislativas de este domingo 14 de mayo en Turquía decidirán su voto pensando en los problemas internos. Según las encuestas del mes pasado de la demoscópica local Metropoll, preocupa la inflación desbocada de dos dígitos, el precio del alquiler, de la energía, la injusticia social, las consecuencias del terremoto devastador, el desempleo y los millones de inmigrantes sirios.

La guerra de Ucrania no está en la lista de prioridades de los turcos. Sin embargo, para Washington, Bruselas y Moscú, el resultado es crucial precisamente porque puede cambiar radicalmente el papel que está jugando la república otomana en la nueva Guerra Fría.

Si Recep Tayyip Erdogan (20 años en el poder) revalida la presidencia, habrá una continuidad en política exterior. Sin embargo, si es Kemal Kilicdaroglu quien gana, se espera una muy distinta. Las encuestas dan un margen tan estrecho a los candidatos que ni siquiera se puede decir si habrá segunda vuelta el 28 de mayo o todo quedará resuelto este domingo. Solo ellos dos tienen posibilidades.

Erdogan encabeza la coalición Alianza Popular, con su Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) al frente. Es conservador, demoislámico al estilo de los Hermanos Musulmanes, populista y pragmáticamente neutral en política internacional.

Por su parte, Kilicdaroglu ha aglutinado con mucha dificultad una variopinta coalición de casi toda la oposición llamada la Mesa de los Seis, compuesta por socialdemócratas, liberales, nuevos kemalistas, laicos y proatlantistas cuyo objetivo común es expulsar a Erdogan del poder.

Turquía es un país verdaderamente importante para Europa, Estados Unidos y la OTAN en la actual coyuntura bélica. Su postura ante el conflicto es el resultado de todas sus particularidades geográficas, geopolíticas y culturales. Es rival histórico de Rusia, pero Erdogan ha fraguado en los últimos años una intensa amistad con Putin. Se niega a aplicar sanciones económicas contra su amigo pese a las presiones de Europa y Estados Unidos.

Al mismo tiempo, está armando a Ucrania con los drones de combate Bayraktar, que han sido muy efectivos hasta ahora. Es miembro de la OTAN desde 1956, pero ha sido expulsado de su programa de combate aéreo de cazabombarderos F-35 por comprar el sistema de misiles antiaéreos S-400 a los rusos. Con estas políticas, en la OTAN han llegado a llamarle «El elefante en la habitación» del que es mejor no hablar.

Erdogan sueña con ser el mediador que haga posible un alto el fuego en la guerra y actual garantía de que el cereal ucraniano esquive los disparos y siga entrando en el inflacionista comercio internacional de alimentos. De su nueva presidencia se espera mantener la ambigüedad y equilibrio, continuidad en las guerras civiles de Siria y Libia, así como más presión en la parte turcofona de la isla de Chipre, que tanto enerva a Grecia hasta el borde del conflicto armado con otro país OTAN.

En Asia, buscará alimentar el sentimiento pantúrquico en los países del antiguo Imperio Otomano, especialmente en Azerbaiyán en su conflicto con Armenia. Más o menos, el mundo sabe que Erdogan será pragmático y contradictorio en las tácticas, pero previsible en su empeño de hacer de Turquía una gran potencia regional en el Mediterráneo oriental, el mar Negro y el Caspio. Putin lo acepta. De hecho, le apoyó explícitamente el pasado día 28 de abril en una videoconferencia con motivo de la entrega de combustible ruso para la nueva central nuclear de Akkuyu en el sur del país, una muestra más de la amistad de los hechos.

Al opositor Kilicdaroglu hay que leerle entre líneas para saber qué hará si se convierte en presidente, pero a medida que se acerca la jornada electoral su posición es más clara, y más contraria a la de Erdogan. Le ha recordado a Rusia que Turquía es un país atlantista, y ha dicho textualmente que «Turquía debe cumplir las decisiones tomadas por la OTAN». Ha manifestado que mantendría sus inversiones en Rusia, pero que le impondría las sanciones que Occidente le demanda.

El jueves, a raíz de un turbio asunto electoral con vídeo sexual incluido de otro candidato menor, dijo en su Twitter: «Queridos amigos rusos: Están detrás de los montajes conspiraciones, contenido Deep Fake y vídeos expuestos ayer en este país. Si desean la continuación de nuestra amistad después del 15 de mayo, quiten sus manos del Estado turco». Todas estas declaraciones indican que habría un mayor apoyo a Ucrania y un alejamiento de Rusia, deteniendo las compras de armamento y volviendo a los programas de la OTAN.

Con respecto a Europa, Kilicdaroglu también ha terminado por hablar claro: «Estamos tratando de ser un miembro de la Unión Europea». Esto no es nuevo, ya se intentó, es especialmente atractivo para los jóvenes urbanos, pero es que añadió: «y de la civilización occidental». Eso son palabras mayores para una Turquía tradicional y musulmana.

Por su parte, el Parlamento turco aprobó el mes pasado la entrada de Finlandia en la OTAN. Erdogan sigue pidiendo contrapartidas contra los residentes independentistas kurdos en Suecia para permitir su entrada. Para el presidente actual es una carta de negociación en el gran problema interno kurdo. Pero todos se preguntan si para Kilicdaroglu no es algo más teniendo en cuenta que el Partido de la Causa Libre (los kurdos aún legales) no se ha presentado a la presidencia para no restarle votos. Solo unos pocos kurdos sufíes muy religiosos y poco independentistas ha encontrado un inexplicable cobijo en la coalición gubernamental.

Kilicdaroglu también intentaría salir de las guerras civiles de Siria y Libia. Aunque los expertos militares dicen que no podría hacerlo tanto ni tan rápido como quisiera, pues los independentistas kurdos tomarían ventaja con suelo sirio como base de operaciones.

Este domingo los turcos se juegan su futuro interno, pero Europa, Estados Unidos y la OTAN se juegan si Turquía va a volver a ser una pieza más o menos alineada con Occidente, como ya lo fue en la Primera Guerra Fría, o va a ser un dolor de cabeza en un mundo de BRICS díscolos. Lo paradójico es que donde más interesados están en el resultado es en Kiev.