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Aquilino Cayuela
Aquilino Cayuela

Noticias del «Sur global»: divisiones en Nigeria

Las divisiones generacionales, religiosas y étnicas que trascienden el actual ciclo electoral se han acentuado, amplificando las tensiones en el país

Actualizada 04:30

El presidente saliente de Nigeria, Muhammadu Buhari, y el vicealmirante Awwal Zubairu Gambo

El presidente saliente de Nigeria, Muhammadu Buhari, y el vicealmirante Awwal Zubairu GamboAFP

Nigeria es el país más poblado de África, de grandísima extensión y con recursos naturales extraordinarios, pero arrastra una corrupción endémica de largo recorrido y su mayor problema es la extensión del yihadismo radical junto al bandidaje y los conflictos étnicos.

En febrero tuvo elecciones generales que –a juicio de los analistas– deberían haber sido un triunfo de la democracia y sin embargo han aumentado la inseguridad a unos niveles peligrosos. Estas elecciones partían de buenas condiciones porque, por primera, no se encontraba a ningún ex general del Ejército entre los candidatos a la presidencia.

Nigeria había logrado en 2015 un traspaso de poder pacífico entre partidos políticos, cuando Muhammadu Buhari, del Congreso de Todos los Progresistas, derrotó al presidente en funciones, Goodluck Jonathan, del Partido Democrático Popular. Buhari se ajustó a los límites de mandato establecidos pasando el testigo a otro miembro de su partido, Bola Tinubu, quien ha resultado vencedor en estos comicios de 2023.

Pero los dos candidatos perdedores, Atiku Abubakar, del Partido Democrático Popular, y Peter Obi, del Partido Laborista, han impugnado los resultados ante los tribunales, y sus partidarios han salido a la calle para protestar por lo que consideran una farsa electoral.

Los partidarios de Tinubu, han respondido a los manifestantes por fomentar el desorden y empañar la reputación del país. Pero la incapacidad de la comisión electoral independiente para subir a su portal los resultados de las votaciones en el momento oportuno y las denuncias de robo y supresión de papeletas, intimidación física y otras irregularidades han ensombrecido la credibilidad de estas elecciones.

Los nigerianos más jóvenes y radicales se sienten frustrados por el fracaso de la democracia en su país

Este conflicto electoral manifiesta una división generacional porque los nigerianos que lucharon para superar el régimen militar llevan las cicatrices de la lucha para ellos la democracia nigeriana es motivo de orgullo y fruto de muchos sacrificios. Pero los nigerianos más jóvenes y radicales se sienten frustrados por el fracaso de la democracia en su país

La tarea principal de los nigerianos era edificar sobre esos logros, ciertamente modestos, de su frágil democracia. Los mayores recuerdan lo que es votar en unas elecciones libres y justas sólo para ver cómo los militares las anulaban por la fuerza, como en 1993. Esta generación es más moderada y prudente para no dar a los militares una excusa para tomar el poder.

Pero en lugar de celebrar estos pequeños avances como prueba de progreso, muchos nigerianos más jóvenes están entrando en un conflicto intenso, debido al descontento y la polarización de la sociedad.

La hostilidad aumenta entre quienes consideran las elecciones son una gigantesca farsa orquestada por una comisión electoral, comprometida por dinero, y los que insisten en que las elecciones fueron libres y justas y sugieren que hay algo más profundo en juego.

Las divisiones generacionales, religiosas y étnicas que trascienden el actual ciclo electoral se han acentuado, amplificando tensiones que amenazan con desestabilizar aún más el país.

La agitación étnica es el segundo gran factor que impulsa el descontento en Nigeria. De los tres principales grupos étnicos del país, los yoruba, los hausa-fulani y los igbo, sólo los igbo no han tenido nunca poder en el gobierno federal de Nigeria. De hecho en 1967, tras una oleada de pogromos contra los igbo, la entonces región oriental de Nigeria se separó oficialmente del resto del país, declarando la República independiente de Biafra y desencadenando una sangrienta guerra civil que terminaría en 1970. Hoy, muchos igbo ven su marginación política como un castigo continuado por una guerra que terminó hace más de medio siglo.

Nigeria es un país geográficamente dividido entre un norte musulmán y un mayoritariamente cristiano compuesto por distintas etnias y un numerosas población creyente de uno y otro credo. Cuenta con un 54 % de musulmanes y allí es donde el frustrado Califato para Siria e Irak (ISIS) ha extendido su mayor franquicia mundial con en el ISWA (por la siglas) o Estado Boko Haram dividido en las facciones del Estado Islámico para el África Occidental y el y la Jamā'at Ahl as-Sunnah lid-Da'wah wa'l-Jihād (JAS). Esta insurgencia armada tiene el control de 10 de las 36 administraciones que componen Nigeria, opera en el norte del país y ha hecho incursiones armadas en Chad y Camerún

Por eso la religión es la tercera causa y más profunda de efervescencia, habida cuenta de las persistentes matanzas de los fundamentalistas a otros musulmanes moderados y, sobre todo, a cristianos.

El conflicto se ha agravado por la decisión de Tinubu, el presidente electo, que es musulmán, de elegir compañero de gobierno al ex gobernador del estado de Borno, Kashim Shettima, también musulmán.

En el pasado, los aspirantes presidenciales nigerianos solían contrapesar su mandato poniendo a su lado a un candidato de otra confesión y, de hecho, tanto Atiku como Obi se presentaron con candidaturas multi-confesionales, pero Bola Tinubo no ha hecho así

Por eso los cristianos y el sur del país temen a esta candidatura «musulmán-musulmana» en un momento en que han sido perseguidos y masacrados frecuentemente por los guerrilleros de Boko Haram y otros facciones armadas.

Los cristianos padecen una fuerte persecución, juntamente con fieles musulmanes moderados. Cientos de personas han sido asesinados en mezquitas e iglesias de todo el país. En respuesta, gran parte del mundo se encoge de hombros y sigue mirando hacia otra parte.

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